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Darloup
 
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Message : # 6692Message Darloup »

Por Álvaro de la Espriella

Ciertamente a veces es desconcertante la actuación, el proceder del Estado en algunas rutas que escoge para perseguir y fomentar el desarrollo general del país. Es evidente el progreso de Colombia en muchos frentes en donde se destacan los avances en infraestructura, nivelación del sistema de salud, medidas y acciones de protección ambiental, desarrollo de la vivienda social y ese formidable impulso en las telecomunicaciones que nos coloca en una posición de avanzada en el panorama latinoamericano. Igualmente los esfuerzos por la busque da la paz controvertido tema de altísimo picante por nuestras diferencias políticas internas pronostican un futuro alentador, por lo menos optimista, esperanzador.

Pero no se entiende al mismo tiempo que sea el mismo Estado el que propicia o genera o fomenta o desarrolla o crea las condiciones especiales para que a ese progreso buscado, a esta transición anhelada hacia la modernidad el desarrollo y el progreso, se le estén colocando a cada momento palos a la rueda como se dice coloquialmente entorpeciendo de este modo lo que por todos los costados se observa como grandes conquistas.

La inestabilidad jurídica que tiene el país ante la posibilidad de la llegada de grandes inversionistas, entre ellas la tributaria, casos tan reales y escépticos como los del precio del gas y la energía sobre todo en la Costa Caribe, la aparente negligencia ante el fenómeno de los desastres en materia de prevención como la alternativa de las hidroeléctricas o las termoeléctricas según el caso complementarias o no en las emergencias, los altos impuestos directos e indirectos con tasas que ascienden al segundo puesto en el subcontinente después de Argentina, todo ello ahuyentan a lo inversionista, lo hacen girar la mirada hacia continentes más predecibles y acogedores.

El Estado se la pasa invitando al capital extranjero y eso es plausible, crea incentivos por todos lados hacia la inversión foránea, promociona, se mueve, establece monturas de campañas publicitarias verdaderamente maravillosas y sorprendentes, hasta el punto de que a las multinacionales se les abre el apetito, pero todo ello, a la hora de la verdad se enfrenta a los cayos que hay que pisar cuando se conoce las trabas, los obstáculos, los sapos por digerir, las escolleras por derribar. El resultado es el desaliento, la desilusión y la tremenda determinación de no aceptar riesgos, porque el capital no es juego de niños cuando se tiene las formas para invertirlo.

Todos los maravillosos esfuerzos de la ministra Cecilia Álvarez Correa que llamamos el superministro por su eficiencia, la de ProColombia con Claudia Lacouture, todo se viene al suelo, no lo inventamos nosotros, lo hemos escuchado, indirectamente de quienes tienen en el bolsillo la intención, la forma, las ganas y el fajo de billetes para traerlo a Colombia. Es como un juego dentro del Estado: Unas entidades y ministerios se agigantan con la promoción y otros, los que manejan los presupuestos, los de tesorería, los del flujo, se atraviesan sin misericordia. Es lo que llama el expresidente chileno Eduardo Frei cuando el país austral vivió el mismo fenómeno “El péndulo de verano a invierno, según convenga y las arcas estén llenas o vacías”. ¿A todas estas, el Congreso Colombiano no podría ser regulador de esta situación?

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... nes-238158
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