El amargo negocio del aceite de tiburón

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El amargo negocio del aceite de tiburón

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Esmeralda Acosta vende las botellas de aceite.


Por Éel María Angulo

En Tasajera, pescadores artesanales capturan ejemplares de la especie, a pesar de las normas que lo prohíben.

En la vía Barranquilla - Ciénaga hay cinco ventas de aceite de tiburón. Decenas de botellas cuelgan de quioscos maltrechos a lado y lado de la transitada carretera, a 300 metros del peaje de Tasajera. La mezcla parece miel, pero el negocio que se esconde tras su preparación es amargo.

Buena parte de los cerca de 5.000 habitantes del corregimiento de Tasajera, Magdalena, se dedica a la pesca y venta de esta y otras especies. Abren los quioscos a las 7 de la mañana y los cierran a las 10 de la noche. Dicen que apenas ganan para la comida y que su rutina “es una esclavitud”. (Ver galería del negocio de aceite de tiburón)

Para obtener los 300 mililitros de aceite que contiene cada botella, vendedores como Esmeralda Acosta ponen al fuego pedazos de hígado de tiburón con un poco de agua. El proceso dura dos días. “Compro el hígado crudo, lo estrujo y lo pongo en el fogón. Le echo agua, espero que empiece a soltar el aceite y a medida que se seca lo voy sacando para que se asiente en una olla. Al día siguiente lo envaso”, explica la mujer.

Conseguirlo es fácil. Solo tienen que acercarse al Mercado de la Ciénaga Grande, en la entrada a Tasajera, donde entre las 7 y las 11 de la mañana se enciende la venta de tiburones y rayas.

Bertunio Acosta es uno de los comerciantes de hígado de tiburón. Tiene 51 años. Durante dos décadas se dedicó a la pesca, pero se retiró porque “vender es más rentable”. Con su experiencia a cuesta, explica que la faena comienza a las 3:30 de la mañana. Las canoas salen desde la orilla del mercado, cruzan la ciénaga hasta llegar al mar, por debajo del canal que hay en la carretera entre los kilómetros 21 y 24.

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Los pescadores entregan la carga en el mercado.


Los pescadores

Desde la vía que atraviesa el Parque Isla Salamanca se ven los cambuches de palo y plástico en los que se refugian los pescadores al mediodía, luego de la primera jornada. Acosta dice que capturan los tiburones a 27 brazas, unos 50 metros de profundidad.

En un día malo cada pareja de pescadores puede capturar una raya y una cría de tiburón tollo, una de las especies comunes en la zona, cuyo tamaño no supera los dos pies, lo que equivale a unos 55 centímetros. Los escualos habitan entre los 100 y 2.000 metros, por lo que los pescadores artesanales los capturan con palangre: un largo y grueso cordel metálico del que penden entre 8 y 12 anzuelos. Cuando terminan la travesía en alta mar amarran las lanchas a unos troncos clavados en la orilla, montan los tiburones y otros pescados en las canoas para que sus ayudantes los lleven directo al mercado antes de que se descompongan.

A los tiburones lo primero que les cortan son las aletas, la mayoría de las veces dentro de las canoas para “asegurarlas”, porque son las más costosas. Por unas grandes pueden cobrar hasta $250.000. Algunas las usan para preparar sopa, luego de quitarles la piel y secarlas; los médicos alternativos las buscan para emplear su cartílago en tratamientos contra la artritis.

Del tiburón no desperdician nada. La pulpa la venden y con el cartílago hacen cápsulas; también lo compran esteticistas que vienen de Bogotá para tratamientos antiestrías.

Ya en el mercado, la sangre escurre sobre las 13 filas de mesas allí instaladas. El precio del hígado de tiburón varía de acuerdo al tamaño. No los pesan. “El cálculo es al ojo”, cuenta Esmeralda Acosta. Uno grande puede llegar a costar hasta $75.000. Los pequeños los reúnen para sacarles al menos $25.000.

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Antes de bajarlos, les cortan las aletas.


Este negocio viene desde hace mas de 10 años. De un hígado grande pueden salir hasta 20 botellas, que representan unos 6.000 mililitros. Cada una la venden a $10.000, es decir que invierte $75.000 y recupera $200.000. Otros las venden hasta en $35.000.

Por día venden entre tres y 10 botellas. “La mejor temporada es la de invierno, porque a la gente le da más gripa”, comenta la vendedora.

A orilla de carretera los mayores compradores del aceite son los conductores de tractomulas. ¿Por qué lo hacen? Los vendedores aseguran que “es medicinal”. Al respecto, un estudio del Centro de Investigación Biomédica de la Obesidad y la Nutrición de España concluyó que el alto contenido de escualeno que tiene el hígado de tiburón es “benéfico para la salud”.

El escualeno es un compuesto orgánico natural perseguido por la industria farmacéutica para la elaboración de adyuvantes inmunitarios, por ser un estimulante del sistema. La emplean en algunos tipos de vacunas contra la gripe y el paludismo.

Contrario a lo que hace la “competencia industrial”, los vendedores revelan que no mezclan el aceite con preservativos, dicen que no es necesario refrigerarlo y que una botella puede durar hasta dos años a temperatura ambiente.

David Rodríguez explica que se le da a los niños con cola granulada para prevenir la tos y detalla que como el olor es fuerte y la textura viscosa, le ponen ajo, limón y sal para tomarlo por cucharadas.

Aunque el país cuenta con un Plan de Acción Nacional para la Conservación y Manejo de Tiburones, Rayas y Quimeras de Colombia, PAN Tiburones Colombia, que establece que el Estado “planificará” el aprovechamiento de los recursos naturales para “garantizar su conservación”, en casos como el de Tasajera la ley no se cumple.

El decreto del cual el Ministerio de Agricultura que adoptó el PAN Tiburones es el 1124 del 31 de mayo de 2013, y se basa en la ley 13 de 1990 que reconoció a los tiburones como recurso pesquero. La norma prohíbe procesar, comercializar o transportar productos pesqueros vedados, o que no cumplan con las tallas mínimas establecidas, como los tollos que capturan para sacarles el hígado y preparar el aceite. Una persecución que está afectando el ecosistema.

Fuente:http://www.elheraldo.co/local/el-amargo ... ron-171457
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