Delito y clase

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Darloup
 
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Delito y clase

Message : # 7682Message Darloup »

Por Javier Ortiz Cassiani

Crecí escuchando historias que hablaban de bandas de jóvenes de familias ricas que por las noches salían en sus vehículos a secuestrar, torturar y violar por simple diversión a parejas pobres que se besaban en los parques y parajes solitarios de las ciudades del Caribe colombiano.

A estos grupos, que espantaban con sus acciones criminales el tedio de una vida de caprichos resueltos, se les conocía con el contradictorio nombre de bandas del amor. En los barrios se decía que a las mujeres las violaban colectivamente hasta saciarse, y a los hombres los torturaban, los sometían a terribles humillaciones, y les introducían los objetos más impensables por el ano.

Recuerdo perfectamente que a finales de los años ochentas, durante una de las campañas electorales a la Alcaldía de Valledupar, en las barriadas se activó el rumor de que uno de los candidatos en contienda, miembro de una tradicional familia de la región, había pertenecido a una de estas bandas delincuenciales. El candidato protagonista de los comentarios perdió aquellas elecciones, pero esto no impidió que desarrollara una carrera política que continúa vigente.

​Sería un despropósito establecer una relación directamente proporcional entre la alta posición económica y el delito. En este país, por supuesto, no todos los ricos son bandidos, eso sería lo mismo que decir que todos los pobres son delincuentes. Pero sin duda hay una dimensión del delito que está marcada por el tema de clase. Cuando Rafael Uribe escogió a su víctima lo hizo con absoluta claridad. Jamás pensó en secuestrar, violar, torturar y matar a una de las niñas cercanas a su círculo. Se fue a un barrio pobre, siguió a la pequeña, la acechó durante un tiempo, hasta que se la llevó a un universo de espanto.

Lo más grave de esta horrorosa situación es que Uribe no es un caso aislado, es más bien la constatación extrema y pavorosa de la visión que se tiene sobre la gente pobre. Sus vidas siempre han valido menos, normalmente están expuestos a comentarios que los cosifican y animalizan, sus desapariciones generalmente no movilizan a todas las autoridades, y cuando son las víctimas del delito de algún poderoso la impunidad ha sido la constante.

Son estos mismos pobres los que se mueren en las puertas de los hospitales, los que estudian en colegios destartalados que se inundan en invierno, y a los que en algunas ciudades se les construyen soluciones de vivienda que son insulto a la dignidad humana. Nada raro, entonces, que por las noches aparezcan bandas de jóvenes que desde sus carros hacen polígono con los que caminan por la orilla de la carretera, o que unos chicos ricos torturen y humillen hasta el cansancio a una pareja de novios que se encontraron besándose en un parque. Por execrable que sea, tampoco resulta raro –si sabemos de este desprecio infame hacia los pobres–, que un joven secuestre, viole y asesine a una niña humilde de 7 años, y que sus hermanos, en una especie de cofradía de la infamia, acudan solidarios a ocultar las huellas del horror.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ase-310156
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