La convivencia

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Darloup
 
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La convivencia

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Por Manuel Moreno Slagter

Con el paso del tiempo, mediante un ejercicio de observación simple y tras completar varias lecturas sobre el tema, cada vez me resulta más claro que la naturaleza humana hace muy complicada la convivencia pacífica entre las personas. La distinción entre “ellos y nosotros”, las complejidades que suponen las dinámicas de grupos y colectivos, su identificación, pertinencia y temporalidad, y el incesante impulso que nos imponen los genes con sus ordenes inevitables, constituyen un conjunto de variables que apenas estamos tratando, quizá en vano, de comprender. Descifrar las claves que determinan nuestro comportamiento es una tarea abrumadora, arriesgada y muchas veces decepcionante. Hemos construido una imagen idealizada del ser humano, una caricatura bondadosa que probablemente no sea más que una delirante fantasía.

A veces, sin embargo, hago un esfuerzo por entender. Además de los obvios horrores, es decir, de las guerras, las torturas, los abusos y todo el catálogo de podredumbre que más nos acosa, y que probablemente resulte fácil de explicar, encuentro más desafiante la justificación de los pequeños agravios, las acciones menores que poco a poco van envenenando el diario vivir y lo llenan de resentimiento y desazón. Con cualquier excursión fuera de casa uno se encuentra con toda clase de hostilidades y afrentas, casi siempre tan conspicuas como evitables. Por eso la sorpresa que aún ingenuamente me asalta cuando soy testigo de tales situaciones. La agresividad innata hacia los demás, hacia el otro, no debe ser objeto de resignación.

Creo que es muy fácil acatar las normas, atender una señal de tránsito o una instrucción determinada, respetar el orden de llegada, esperar que la gente salga del ascensor para entrar nosotros, detenerse antes de hacer algo y pensar en las consecuencias de nuestros actos. No es imposible bajar el volumen de nuestra conversación o de nuestra fiesta, guardar un mínimo respeto con nuestros vecinos, los conozcamos o no. Se puede, con un minúsculo esfuerzo, llenar nosotros mismos las bolsas de la compra para aligerar la fila de la caja del supermercado, se puede esperar y no pitar como maniáticos ante un atasco, tampoco es tan complicado depositar la basura en las canecas y limpiar lo que hemos ensuciado. Todas esas cosas son sencillas, no cansan tanto, no nos cuestan, al contrario, facilitan la vida y nos evitan algún enfrentamiento. Por eso es difícil entender a quienes se comportan así, por mucho que los libros lo intenten explicar.

Es posible que evitar las grandes tragedias humanas, sus matanzas y terrores, sea una empresa inútil por ahora, pero quiero creer que las pequeñas cosas sí se pueden liberar del dictado de nuestra naturaleza. Ojalá que en estos días de introspección religiosa seamos capaces de intentar algún cambio menor, uno que nos lleve a mejorar nuestra relación con los demás. Les hago una invitación a que nos rebelemos contra nosotros mismos y seamos mejores personas.

Fuente: https://www.elheraldo.co/columnas-de-op ... cia-348041
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