Odio a mis vecinos

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Darloup
 
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Odio a mis vecinos

Message : # 8942Message Darloup »

Por Alfredo Ramírez Nárdiz

Pero, hombre, por Dios, cómo puede usted decir eso, fíjese que las palabras son como clavos, que incluso después de retiradas dejan un agujero irreparable. Lo sé, pero no puedo evitarlo, los odio, los odio. Mis vecinos son los peores del mundo, son horribles, son la pesadilla perfecta para todo aquel que aspira a vivir tranquilo en su humilde apartamento. Motivos poderosos tendrá usted para semejantes acusaciones, señor. Sí, los tengo y los mantengo. Me explico.

Mis vecinos, que viven en unas simpáticas casitas de muro blanco y teja roja al pie del edificio donde cada noche ubico mis cansados huesos, tienen un loro. En fechas pretéritas ya le dediqué un artículo entero al loro y a la locura que le producía a otra vecina que, cada vez que el loro a las siete y a las cinco (es puntual, el jodío) comienza a gritar desaforado, sufría un ataque de histeria en el cual insultaba al loro, a sus dueños y a la madre que los parió a todos. Bueno, pasaron un par de años y la señora se fue (supongo que desquiciada y rumbo al frenopático), pero el loro se mantuvo. Y cada maldito día el loro comienza a gritar a las siete y a las cinco. ¿Es un solo loro? ¿Son varios? ¿Me estoy volviendo tarumba como la desdichada señora?

Después está el perro. El bendito perro. Un perrito del tamaño de un llavero que ladra como si de ello dependiera el futuro de Occidente. He pensado varias veces en matarlo. Sí, lo confieso, he llegado a extremos de enajenación tales como para pensar en cometer un perricidio en las carnes de un pequeño, y bastante lindo, sea dicho de peso, perrito blanco. No sé si tirarle clavos envueltos en carne o el programa electoral de Petro. Me he planteado qué podría ser más letal, pero finalmente no he sido capaz. Imaginen escribir en su hoja de vida: doctor, profesor, columnista y asesino de perritos chillones. No acabaría de quedar bien. Así que, como al loro, sigo aguantando el perpetuo estruendo canino.

Y finalmente las fiestas. Aquí me remito al maestro Álvaro de la Espriella y a su solicitud de silencio tan poco respetada por nuestros admirables paisanos barranquilleros. Mis vecinos organizan fiestas nocturnas cada dos por tres. Y, como los desgraciados son estrato seis, se pueden permitir hasta mariachis en vivo. No te lo pierdas. Mariachis en vivo. He llamado a la policía en varias ocasiones cagándome en todo. Y la policía no contesta. Ni los del Parque Electrificadora, ni los del Parque Venezuela, ni los del parque de tu tía. Si en lugar de ruidos, se tratara de asesinatos, la policía haría acto de presencia para indicarle al juez dónde se encuentran los cadáveres.

Así que odio a mis vecinos. Odio a su loro. Odio a su perrito. Odio sus fiestas nocturnas con mariachis y vallenato non stop. Les odio mucho. Tanto que me debato entre pasar a modo Tony Montana y decirles aquello de «say hello to my little friend» o escribir una columna sobre ellos. Ah, ¿que acabo justamente de escribirla? Perdónenme, según se ve el desvarío ya se adueñó de mi triste alma. Amén, buenos días.

Fuente: https://www.elheraldo.co/columnas-de-op ... nos-501710
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