Un empalme con chicharrones

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Un empalme con chicharrones

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Por Óscar Montes

¿Cuáles son los asuntos más delicados que hereda Iván Duque de Juan Manuel Santos?

El empalme entre un gobierno que sale y otro que entra se parece mucho a ese momento en que el comprador de una casa descubre -después de adquirirla- que la fachada no tiene nada que ver con el interior. El comprador llega feliz a su nueva vivienda, pero apenas entra se percata de que el techo tiene goteras, al piso le faltan baldosas, las ventanas no tienen vidrios y las paredes de la cocina están llenas de grietas. Ya con las llaves en las manos y sin poder hacer nada, el comprador observa cómo el vendedor se aleja sonriente, mientras él medita por dónde tendrá que comenzar a arreglar la nueva vivienda, que por fuera lucía mejor de lo que estaba en realidad.

Pues bien, Juan Manuel Santos e Iván Duque, presidentes saliente y entrante de Colombia, están en proceso de empalme, que no es otra cosa que ver cómo está la casa por dentro: cuántas grietas tiene, cuántas baldosas faltan, cuántas ventanas hay que arreglar, cuántas goteras hay que tapar...

Una persona muy cercana al nuevo gobierno -que hace parte de los delegados de Duque- a quien le pregunté cómo avanza el empalme, me respondió con absoluta sinceridad: “Apenas estamos descubriendo los chicharrones que nos dejaron”.

Y a decir verdad, los chicharrones son muchos y muy peludos. Entre ellos se destacan: el “inmenso mar” de hojas de coca sembradas a lo largo y ancho del país, las relaciones con el régimen de Venezuela, la “mermelada” para aceitar la maquinaria del Congreso, la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) y Electricaribe, entre otros.

El empalme entre el gobierno entrante y el saliente debe servir para que el presidente electo le diga al país en qué estado recibe la casa de manos del presidente saliente. Ello con el fin de que más tarde Duque no termine pagando los platos que Santos rompió. El empalme tiene que servir para que Duque haga un corte de cuentas con respecto a Santos, sobre todo porque hay sobre la mesa temas muy complejos y delicados, como la negociación con las Farc, en los que las diferencias entre uno y otro son abismales. Conocer la letra menuda de todo lo pactado permitirá al nuevo gobierno saber hasta dónde pueden llegar los “ajustes” que tiene presupuestado, sin que ello signifique tener que tumbar la casa.

Pero, además, permitirá a Santos advertirle a Duque -en lo que tiene que ver con la negociación con las Farc- cuáles columnas de la vivienda no se pueden tocar, porque hacerlo sería tanto como “volverla trizas”. De esta forma Santos podrá salvar su responsabilidad histórica en lo que tiene que ver con su legado, pues lo que pase de ahora en adelante con los diálogos de paz dependerá única y exclusivamente de lo que Duque decida, en especial en lo que tiene que ver con la JEP.

Pero el proceso de empalme también debe servir para que Santos le diga a Duque -por el bien de la Nación- cuáles son las grietas de la casa que “empañetó” y que solo están resanadas, sobre todo las que tienen que ver con las finanzas del Estado. Es decir, cuál es el verdadero estado de la salud de la economía, que no es tan sana como la muestran las cifras del Ministerio de Hacienda y que los amigos del gobierno replican con alborozo y entusiasmo.

¿Cuál es el verdadero tamaño de los chicharrones que Santos le deja a Duque? ¿Qué tan peludos son dichos chicharrones? ¿Qué hacer con tantos chicharrrones?

Chicharrón 1: el “inmenso mar” de hojas de coca

No es a punta de drones como Colombia va a erradicar 209.000 hectáreas sembradas de hojas de coca a lo largo y ancho del país. La cifra la maneja la Oficina para la Política Antidrogas de la Casa Blanca y es la que utiliza Donald Trump para tomar decisiones, entre otras -¡Dios no lo quiera!- “descertificar” a Colombia en los próximos meses.

La idea de fumigar con drones los cultivos ilícitos suena bien para una película de Steven Spielberg pero no para acabar con cientos de miles de hectáreas cultivadas con coca. Santos deja a Colombia nadando en coca, entre otras cosas porque las Farc de forma cínica jamás asumieron su responsabilidad en el negocio del narcotráfico.

Ni ellas la asumieron ni el Gobierno se los exigió en La Habana, cuando se ocuparon de la “solución al problema de las drogas ilícitas”. Jamás entregaron rutas, ni lista de socios, con el argumento mendaz de que ellas no estaban involucradas en el negocio.

Hoy vemos como los carteles mexicanos -sus socios desde la época del Negro Acacio- se pasean por Nariño, Putumayo, Caquetá y el Catatumbo, entre otros departamentos y regiones, como Pedro por su casa.

Duque debe ponerse al frente de este chicharrón cuanto antes si no quiere iniciar su mandato “descertificado” por Trump. El deshonroso rótulo de país descertificado no lo tenemos desde los tiempos de Ernesto Samper y su tristemente célebre proceso 8.000.

Se trata de un “castigo” severo que podría significar perder cientos de millones de dólares fundamentales para sacar adelante programas para la implementación de los acuerdos de paz. Pasaríamos a hacer parte una lista de países en la que se destacan Venezuela y Bolivia, entre otros.


Chicharrón 2: la herencia de Chávez y Maduro

Unasur fue un invento de Hugo Chávez, secundado por los países amigos de su gobierno, muchos de los cuales terminaron beneficiándose de su generosidad a la hora de regalarles petróleo. De tal manera que mientras Chávez y los chavistas hacían de las suyas en Venezuela, los países de Unasur aplaudían como focas amaestradas.

La idea de Chávez era debilitar a la OEA -organismo al servicio del imperio, según sus palabras- para tener una entidad de bolsillo que secundara sus fechorías. Juan Manuel Santos fue manso con Unasur, mientras sacaba adelante la negociación con las Farc en La Habana, pero una vez que logró su propósito le dio un portazo a sus “nuevos mejores amigos” y a todas sus iniciativas.

Duque -por su parte- no quiere saber nada de Unasur y pretende darle todo el protagonismo a la OEA, en especial en lo que tiene que ver con desenmascarar al régimen chavista.

El “chicharrón” de Unasur es uno de los muchos que hereda Duque de Santos en lo que tiene que ver con Venezuela. En esa materia uno de los más complejos y delicados tiene que ver con el éxodo de millones de venezolanos que han llegado al país en busca de un mejor futuro. Este asunto deberá ser asumido por Duque con mucho cuidado y dedicación.


Chicharrón 3: Electricaribe, el tormento de la Región Caribe

Aunque en las comisiones de empalme nombradas por Duque para que se empapen de los chicharrones que heredará de Santos, los nombres de hombres y mujeres de la Región Caribe hay que buscarlos con lupa, lo cierto es que alguno de sus allegados más cercanos tendrá que informarle de manera detallada la actual situación que se vive por cuenta de la crisis de Electricaribe.

Ya la paciencia se nos acabó y como se dice vulgarmente “nos mamamos” de su pésimo servicio. Punto. Ahora que la suerte de Electricaribe depende del Gobierno Nacional, la Región Caribe espera que los tiempos cambien y que mejore muchísimo la calidad del servicio. No es justo que sigamos “mendigando recursos” al Ministerio de Hacienda para que se digne girar unos dineros que alejen el fantasma de un racionamiento de energía.

A Santos le quedó grande el manejo de la crisis de Electricaribe y Duque tendrá que tomar decisiones de fondo para superarla, no solo en lo que tiene que ver con un nuevo operador. El nuevo Presidente debe saber que la crisis de Electricaribe es sobre todo social, más que financiera o económica. Son más de siete millones de habitantes de la Región Caribe que esperan una solución definitiva a la actual situación.



Chicharrón 4: un Congreso aceitado con mermelada

Santos acostumbró al Congreso de la República a funcionar con mermelada. Así fue como sacó adelante la inmensa mayoría de sus iniciativas, incluyendo las que tienen que ver con la paz con las Farc.

Hoy que no hay mermelada, hasta la mismísima JEP -columna vertebral de los acuerdos- está en peligro. Todo proyecto del Ejecutivo debió ser negociado con unos congresistas hambrientos de puesta y contratos.

La famosa Unidad Nacional no fue otra cosa que un “club de amigos por conveniencia para pagar favores”. Así de simple. Duque -que conoce el “monstruo” por dentro, puesto que vivió en sus entrañas por cuatro años- tendrá que marcarle territorio a los congresistas si no quiere ser devorado por ellos. Duque no puede llegar a la Presidencia para perpetuar las relaciones perversas que han mantenido sus antecesores con el Legislativo.

La gobernabilidad del Gobierno no se puede construir a punta de puestos y contratos. El país espera un mensaje contundente en la erradicación de esas relaciones perversas, corruptas y antidemocráticas.


Chicharrón 5: La JEP, un “chicharrón grande y peludo”

No será fácil para Duque hacer ajustes a la negociación con las Farc sin comprometer la suerte de los acuerdos. Mejor dicho: el nuevo Presidente no podrá mover un cuadro de la sala de la casa, sin tener que tumbar una columna.

Lo que acaba de suceder en el Congreso con las modificaciones aprobadas a la reglamentación de la JEP, presentados por el Centro Democrático, demuestra que el camino que tendrá que transitar el nuevo gobierno será largo y culebrero.

De hecho, el senador Iván Cepeda, defensor de lo pactado en La Habana, anunció que “la confrontación para defender la paz y el acuerdo apenas comienza”. Este chicharrón grande y peludo será, sin duda, uno de los más difíciles de digerir por parte del nuevo Presidente. Ojalá que lo pueda digerir sin intoxicarse.

Fuente: https://www.elheraldo.co/politica/ley-d ... nes-513274
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