Una tremenda realidad

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Darloup
 
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Una tremenda realidad

Message : # 8115Message Darloup »

Por Álvaro De la Espriella

Si repasamos la historia de Colombia a la cual somos tan aficionados, vamos a encontrar una realidad triste, lamentable pero patéticamente cierta: nunca el Estado, las fuerzas regulares, la justicia, las leyes, nunca jamás, han podido vencer, imponerse, aniquilar el delito, la criminalidad, la insubordinación social, los estados de guerra disimulados o descarados, a los grupos insurgentes, terroristas o identificados como delincuentes de alta peligrosidad. Siempre hemos bailado, en este sentido, al borde de la navaja. Siempre hemos estado cantando victorias pírricas por adelantado cuando detrás de la puerta la esencia del horror siempre esta palpitante.

Desde que nos independizamos de los españoles, desde esos albores aciagos que primero llamamos la Confederación Granadina, después los Estados Unidos de Colombia, desde esos confines donde Simón Bolívar vislumbró nuestras luchas y rencores intestinos, desde entonces pudimos tener un Estado tranquilo, ajustado a las leyes, un Estado sereno donde germinara la fraternidad y se sepultaran los odios. Sí, los odios. Siempre hemos vivido en función de ellos, de las envidias, del robo, del crimen, del secuestro, y en los últimos años, del narcotráfico. Ni en los tiempos de Mosquera el siglo antepasado, ni en los de Reyes en el quinquenio, ni cuando subieron los conservadores y después los liberales, ni cuando Valencia firmó armisticios o Rojas Pinilla indultó a criminales ni cuando abatimos con el Ejército a las cabecillas comunistas de las primeras guerrillas, jamás, léase bien, jamás hemos tenido respiros, épocas tranquilas. Siempre la zozobra se impuso. Uribe Vélez envió en buena hora a los paramilitares en extradición y creímos ver un horizonte. Ahora Santos logra un desarme aparentemente, ojalá duradero, y ya están las bacrim, las disidencias, la impresionante inseguridad ciudadana dominando la vida de los colombianos. Es como un estigma de maldición, como un cultivo de los genes de la perversidad, aquello que del alma humano Bertrand Rusell describió trémulo: “La bestia que ruge en el fondo del alma que salta y devora con más fuerzas que ingenuas promesas de los románticos”.

Allí están las cárceles atestadas, los juzgados envueltos en un alud de expedientes, las miles de investigaciones en las fiscalías calentando anaqueles, la soberbia de los gobernantes enclaustrándose en sus gigantescos egos porque la vanidad y el orgullo dominan sus razonamientos. Siempre ha sido así. Siempre lo será. No podremos evadir el egoísmo, las pasiones desbordadas, el robo y la corrupción.

¿Que avanzamos en otros campos? Sí, es cierto. Avanzamos en obras civiles y tecnología, en asistencia social, en cubrimientos más completos de las necesidades humanas. Sería imposible no hacerlo. También en educación, pero parece que esta, lamentablemente, está circunscrita a aprender la lección no más porque en calidad de comprensión del sentido de la vida, de la honestidad y de la cultura cívico-ciudadana todo parece estrellarse contra un muro imparable. Alguien nos comentará: es igual en todo el mundo. No, somos peores y sino repasen las historias ajenas y allí sí se confirman las ‘justas proporciones’.

Fuente: https://www.elheraldo.co/columnas-de-op ... dad-365047
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