Descarada corrupción

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Descarada corrupción

Message : # 7751Message Darloup »

Por Maria Fernanda Matus

La corrupción es el veneno que infecta a los países latinoamericanos. En Colombia es un vicio imposible de sanar. Cada semana explota un escándalo que involucra al Gobierno o a funcionarios de mandatos anteriores. Es inverosímil que los supuestos líderes que dirigen el país sean ciegos e ingenuos. Odebrecht es una prueba más de la llaga que invade al Estado.

Odebrecht es una Organización global de origen brasilero, está presente en 26 países alrededor del mundo. Actúa en los sectores de ingeniería y construcción y en el desarrollo y la operación de proyectos de infraestructura y energía. El Departamento de Justicia de Estados Unidos reveló el cartel de corrupción que manejaba la empresa, más de 788 millones de dólares en sobornos a funcionarios gubernamentales en 12 países de América Latina. “Odebrecht utilizó una unidad de negocios oculta pero en pleno funcionamiento, un ‘Departamento de Soborno’ que pagó sistemáticamente a funcionarios corruptos de gobiernos de diferentes países. El esquema de corrupción resultó en el pago, por parte de Odebrecht, de cerca de mil millones de dólares en sobornos a funcionarios de todos los niveles del gobierno en varios países alrededor del mundo. En un intento por ocultar sus crímenes, los acusados usaron el sistema financiero global -incluyendo el sistema bancario en los Estados Unidos- para disfrazar la fuente y el desembolso de los pagos del soborno mediante el paso de fondos a través de una serie de compañías ficticias”. Afirma el reporte que publicó el Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Entre 2009 y 2014 aparecen los sobornos de Odebrecht en Colombia. En el reporte se informa que 11 millones de dólares están enredados en el país. De esos 11 millones de dólares, 6,5 millones de dólares fueron entregados a un funcionario con el fin de ganar un contrato. El jueves 12 de enero de este año se conoció el nombre del “buen muchacho” que, al parecer, aceptó el soborno. El ex viceministro de transporte Gabriel García Morales, habría recibido el pago a cambio de garantizar que Odebrecht sería la única constructora habilitada para la licitación del tramo dos de la Ruta del Sol.

De nuevo, otro funcionario del Gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez que se ve involucrado en un escándalo nacional. Es alarmante que tantos funcionarios de un mismo gobierno sean investigados y procesados, mientras que otros siguen sin responderle a la justicia. ¿Es posible que un presidente sea tan inocente para no darse cuenta de la corrupción que invadía a su Gobierno? ¿Es viable que todos sean víctimas de una supuesta persecución política? Son preguntas que necesitan respuestas concretas, sin pasiones que oscurezcan la verdad.

El zafarrancho de contratos en las obras públicas es el banquete favorito de los corruptos. Se ha demostrado que es la manera más fácil para enriquecerse ilícitamente y hacerle jaque mate a la justicia. La sociedad lo tolera, es permisiva ante un Gobierno clientelista. Es ilógico que aparezcan casos de contrataciones ilegales cada año y sigamos votando por los mismos partidos políticos que protagonizan dichos episodios. El hecho de elegirlos nos hace cómplices, nos merecemos nuestra suerte por condescendientes.

Odebrecht nos recuerda que el mayor problema de Colombia no es la guerra, es la corrupción. Hasta que no le demos punto final a la clase política que nos ha dominado en toda nuestra historia, el país seguirá perdido en una realidad mezquina, injusta y desigual.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ion-319624
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Corrupción, ese enemigo

Message : # 7759Message Darloup »

Odebrecht, Reficar y muchos otros casos muestran cómo la corrupción se ha expandido en nuestro país. No solo en las grandes contrataciones del Estado, sino en los aspectos más nimios de nuestra vida cotidiana.

Durante más de medio siglo, los colombianos nos habituamos a señalar a la guerrilla y el resto de grupos armados ilegales como el enemigo público número uno de nuestra democracia.

El reto planteado al Estado por los violentos ha sido formidable, tanto por el altísimo costo en vidas humanas que han provocado sus actos criminales como por las consecuencias desastrosas que estos han tenido en el tejido productivo del país.

Sin embargo, mientras las organizaciones ilegales acaparaban casi toda la atención de las instituciones y la sociedad, otro enemigo, igualmente destructivo, expandía silenciosamente su poder a lo largo y ancho del territorio nacional: la corrupción. Hoy lo tenemos allí, enquistado en nuestra realidad, infiltrado no solo en los grandes contratos del Estado, sino en los más nimios aspectos de la vida cotidiana.

Asistimos estos días al escándalo Odebrecht, por que el ya han sido detenidos un exviceministro y un exsenador, ambos lamentablemente costeños. Nadie se cree que ellos se quedaron con los sobornos por 11 millones de dólares que repartió la compañía brasileña para que le adjudicaran el contrato de la Ruta del Sol. ¿Dará la justicia con todos los que se lucraron de la coima? Más aun: ¿pagarán por sus delitos o los veremos quedar uno a uno en libertad por “falta de pruebas” o “vencimiento de términos”, gracias a la astucia de poderosos bufetes de abogados?

¿Y qué ha pasado con Reficar, el ‘escándalo del siglo’ que condujo al sobrecosto de cuatro mil millones de dólares (tal como suena) en la refinería de Cartagena, la cual terminó costando al erario 1,5 veces más que el canal de Panamá? Más de un año después de que saltara el caso, no ha habido ni un detenido, y el asunto está inmerso en un complejo laberinto judicial que seguramente tardará años en desembrollarse.

¿En qué han quedado tantos y tantos casos de corrupción que han brotado como hongos en los últimos años? Es cierto que la justicia tiene sus tiempos, y los delitos tienen que probarse de manera contundente. Pero ello no justifica de ninguna manera que los procesos se dilaten eternamente. Ya lo decía el filósofo Séneca a comienzos de la era cristiana: “Nada se parece más a la injusticia que una justicia tardía”.

Como señalábamos al comienzo de esta nota editorial, la falta de ejemplaridad institucional frente a la corrupción tiene nefastas consecuencias en la sociedad, que recibe desde las alturas el mensaje selvático de que en este país ‘todo vale’, de ‘pendejo el último’, de ‘si te dan papaya, cógela’.

Las nuevas cabezas de los órganos de control del Estado –Fiscalía, Contraloría, Procuraduría– han prometido que lucharán sin tregua contra la corrupción. Esperemos que cumplan, por el bien del país.

Fuente: http://www.elheraldo.co/editoriales/cor ... igo-320012
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Message : # 7766Message Darloup »

Por Thierry Ways

Ojalá sea sincera esta súbita preocupación por atacar la corrupción y no solo una táctica para distraer la atención del acuerdo con las Farc, el que, al comenzar a implementarse, podría agrietar aún más la imagen del gobierno. El Estado no aguanta más desprestigio. Según Gallup, la percepción de corrupción en Colombia alcanzó su máximo histórico en 2016: 85%. El último reporte de Transparencia Internacional nos calificó con 37 puntos sobre 100, por debajo de Brasil y El Salvador. Ambos resultados son anteriores al escándalo de sobornos de la firma Odebrecht.

Aunque le llovieron críticas, tenía razón Miguel Nule cuando dijo que “la corrupción es inherente a la naturaleza humana”. La corrupción es un atributo negativo, como la violencia, la envidia, etc., que está presente en todas las sociedades (así como en todas hay atributos positivos como la compasión, la generosidad, etc.). No se trata, entonces, de soñar con mundos ideales donde no existan los corruptos, sino de evitar que en manos de ellos caigan la justicia y el erario.

El problema es que en Colombia el sector público (y, en ciertas circunstancias, el privado) funciona como un filtro a la inversa: en lugar de cernir para separar a los honestos de los torcidos y conservar a los primeros, conserva a los torcidos y a los honestos les hace la vida imposible. Una vez dentro del sistema, los que pasaron el antifiltro se encargarán de cerrarles las puertas a quienes intenten hacer las cosas bien. De tanto en tanto, gracias al voto de opinión o a un nombramiento juicioso, algún paracaidista honrado logra aterrizar en un cargo elevado. Pero su influencia está limitada por los demás miembros del sistema y por el sistema en sí, en el que las componendas logran lo que la meritocracia no alcanza.

Entender la corrupción como una flaqueza común a la especie es importante, pues a veces pensamos que hay cambiar el alma humana para cambiar el sistema y no: hay que cambiar el sistema para cambiar al tipo de humanos que atrae. Actualmente, sus instituciones y procedimientos recompensan el clientelismo y el cohecho; por eso no es sorpresa que a él se acerquen los inescrupulosos que naturalmente existen en toda sociedad. Modificar almas es improbable; en cambio, modificar las reglas y los incentivos del sistema, así como sus castigos, es, al menos, posible.

Siempre que se pueda, además, debemos considerar sacar al Estado de la ecuación. Reducir el tamaño del Estado, con su burocracia y despilfarro, es quizá la medida más poderosa para reducir la corrupción en general.

Nada de eso será fácil, por supuesto. Pero el mayor obstáculo no serán los políticos, sino nosotros mismos. Muchas personas, más de las que imaginamos, guardan silencio ante la corrupción porque dependen directa o indirectamente del Estado para su modus vivendi. La sanción social a los corruptos es poca o inexistente (comparemos con el rechazo que producen los conductores borrachos o los “usted no saben quién soy yo”). Y casi todos practicamos, o toleramos, la cultura del atajo en pequeñas dosis cotidianas (lo que comprueba que sí es inherente a la sociedad). Es inevitable que un Estado imantado para atraer lo peorcito de nosotros concentre en sus rangos más altos a nuestros pícaros más sobresalientes.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ion-321569
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Message : # 7777Message Darloup »

Por Alonso Sánchez Baute

La corrupción no es un cáncer nuevo, como de repente pretenden hacernos creer algunos políticos ahora que el país se quedó sin el eterno caballito electoral de las Farc. No se inició con Odebrecht, con la mermelada, en la presidencia de Uribe o en algún gobierno anterior. Turbay Ayala decía que había que llevarla a sus justas proporciones, lo cual indica que ya para entonces, a finales de los setenta, estaba desbordada. Los políticos siempre han robado. No es que antes lo hicieran menos o, como se escucha, que lo hicieran “mejor”. Sucede que Colombia cada vez menos admite este delito, sumado al hecho de que hoy hay más mecanismos para seguir su rastro.

Hay regiones en las que a los políticos se les tiene como una especie de dioses, no por su buen ejemplo moral y ético sino porque son dadores de puestos. Decir algo en contra de ellos es perder la oportunidad el denunciante de robar él mismo. Y este es parte del problema: la corrupción carece de sanción social. Está demasiado generalizada la idea de que en este país solo robando se puede hacer plata y de que a quien roba no le pasa nada, pues así vaya a la cárcel sigue viviendo con lujos y comodidades. Mientras se siga votando por políticos a los que se admira por haberle robado al Estado, la situación no va a cambiar.

El tema amerita un debate profundo y serio, más allá de una simple campaña: la palabra corrupción en boca de un político en tiempo electoral se vuelve hueca, banal. Un amasijo vacío, sin contenido. La corrupción hay que atacarla, hay que buscar todos los mecanismos para llevarla, al menos, “a sus justas proporciones” (una frase de la realpolitik que, por irónica, no deja de ser cierta). La manera de enfrentarla es una sola: cero impunidad con los corruptos. Y que paguen cárcel como cualquier otro criminal.

De palabra, nadie está en contra de ella. El país corea al unísono que este cáncer requiere la quimioterapia más agresiva. Quien abandera hoy la causa se desinfló ante la opinión. No es el mensaje. Es quien lo dice. De un político moderno se espera un debate progresista y una campaña con una propuesta novedosa y creativa para sacar a Colombia de este atolladero, ¡no un discurso populista! No se renueva repitiendo sobre tierra trillada y desgastada. Seguir discutiendo lo que sabemos que no es más que mero eslogan electoral, ¡embúa! Lo mismo hace cada cuatro años cualquier político de pacotilla, como los de mi pueblo.

He aquí una gran contradicción: a pesar de ser el mayor problema, no es el gran discurso de la Colombia actual, ni tampoco es el discurso del gran líder con visión que se necesita. Hay temas igual de urgentes, como la implementación del acuerdo de paz o, más aún, la unidad nacional. Un líder que luche porque la paz no sea un asunto de guerrillas y acabe con la polarización que hace casi setenta años se profundizó aún más en el país, alguien así vale la pena. Lo demás es más de lo de siempre. Puro blablablá.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ion-322002
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Colombia mantiene alto índice de corrupción: Transparencia Internacional

Message : # 7778Message Darloup »

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Por Estefanía Fajardo de la Espriella

El país se ubicó 90 en el ‘ranking’ de Transparencia Internacional que mide la percepción de corrupción en instituciones públicas de 176 naciones. Según el informe el país de la región con mayor percepción es Venezuela.

Un informe de Transparencia Internacional sobre la percepción de la corrupción en 2016 sitúa a Colombia como uno de los países que mayor índice tiene a nivel global.

El análisis fue realizado en 176 países y tiene una escala de 0 (muy corrupto) a 100 (muy limpio). La puntuación media global es 43.

Colombia tiene un puntaje de 37 unidades y se ubica en la posición 90 sobre 176, manteniendo la misma puntuación desde 2014, cuando subió un punto comparado al 2013.

Este índice, que resulta de opiniones sobre la situación del país por parte de analistas y expertos, “plantea nuevamente la aguda afectación que sufre la gestión pública por la corrupción tanto en el Poder Ejecutivo como en el Legislativo y el Judicial”, sostiene la ONG.

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Mapa interactiva: http://www.transparency.org/news/featur ... index_2016

El informe asegura que los países con mayor índice de corrupción va relacionado con temas de soborno y extorsión, en casos como Petrobras y Odebrecht en Brasil. “Este tipo de corrupción a gran escala sistémica viola los derechos humanos, impide el desarrollo sostenible y los combustibles exclusión social”.

La percepción más bajo de corrupción se encuentra en Dinamarca, donde marca 90 puntos, uno menos comparado al 2015. En lo más bajo de la tabla, y con el mayor índice están Somalia (10 puntos), Sudán del Sur (11), Corea del Norte (12), Siria (13), Yemen (14), Sudán (14), Libia (14) y Afganistán (15).

En América el país que mayor percepción de corrupción tiene es Venezuela, ubicado en el puesto 166 global y con 17 puntos.

Los países de más alto rango, es decir, con menos precepción de corrupción, tienden a tener mayores grados de libertad de prensa, el acceso a la información sobre el gasto público, las normas más fuertes de la integridad de los funcionarios públicos y los sistemas judiciales independientes.

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Mapa interactiva: http://www.transparency.org/news/featur ... index_2016

En el informe para América indica que el 2016 fue un buen año para la lucha contra la corrupción a partir de los documentos de Panamá en abril hasta el caso de Odebrecht en Brasil en diciembre.

“Los ricos y poderosos también estuvieron en la mira”, explicaron. Caso como el de la ex presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner está ahora bajo investigación por cargos de corrupción.

La puntuación media en el Índice de Percepción de la Corrupción 2016 es de 44 sobre 100 para el continente. Y cualquier cosa por debajo de 50 indica que los gobiernos están fallando al hacer frente a la corrupción.

“Una cosa está clara: incluso si 2016 marca el comienzo de un cambio hacia una aplicación más activa de las autoridades en respuesta a estas demandas públicas, todavía hay un largo camino por recorrer”, concluyó.

No obstante, destaca que pese a que Colombia nunca ha recibido una calificación positiva en esta medición, actualmente el país vive un contexto social de “no más a la corrupción”, el cual demanda “acciones más agresivas, corajudas e independientes de intereses políticos para combatirla”.

Por esto se proponen tres recomendaciones que hace Transparencia por Colombia, las cuales se enfocan en depurar los organismos de control, combatir efectivamente la corrupción en el sector privado y definir políticas e implementar medidas explícitas de lucha contra la corrupción en la estrategia de posconflicto.

Mención especial obtiene en el informe el caso Odebrecht el cual es reconocido por su afectación a varios países latinoamericanos.

Y agrega: “El acuerdo alcanzado entre los fiscales y Odebrecht abrió la gran máquina global de corrupción, exponiendo una red financiera que involucra a compañías y varios bancos para canalizar más de $ 788 millones de dólares en sobornos para corromper a funcionarios gubernamentales y partidos políticos ya sus líderes en Angola, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Mozambique, Panamá, Perú y Venezuela”.

La lucha en Colombia

El presidente Juan Manuel Santos instaló esta semana la Comisión Nacional Ciudadana de Lucha contra la Corrupción, y allí anunció que la prioridad para este 2017 es la lucha contra el desfalco a las arcas públicas del Estado.

El mandatario de los colombianos aseguró que espera que todas las ramas del poder público hagan cumplir unos estándares mínimos en transparencia, acceso a la información y datos abiertos.

Las estadísticas del Observatorio Anticorrupción de la Presidencia indican que el 50% de los condenados por delitos de corrupción no pagan un solo día de cárcel, y el 25% reciben beneficio de casa por cárcel.

Transparencia: Dinamarca es la primera

La percepción más baja de corrupción se encuentra en Dinamarca, donde marca 90 puntos, uno menos comparado al 2015. Completa el top 5, Nueva Zelanda, Finlandia, Suecia y Suiza. Los países con menos percepción de corrupción tienden a tener mayores grados de libertad de prensa, el acceso a la información sobre el gasto público, las normas más fuertes de la integridad de los funcionarios públicos y los sistemas judiciales independientes.

Fuente: http://www.elheraldo.co/colombia/colomb ... nal-322793
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“Los corruptos impolutos”

Message : # 7790Message Darloup »

Por Abelardo De la Espriella

Los más avezados corruptos no tienen mácula alguna ni antecedentes penales. En la mayoría de los casos, no dejan huellas, están limpios. Por tanto, no hay nada que los vincule con el ilícito cometido, sino hasta cuando un buen día, por razones que escapan a la natural habilidad que tienen los bandidos para esconder sus entuertos, pierden la máscara, cual actor que se baja del escenario, y son conocidos- en este caso descubiertos-, en su verdadera dimensión y maldad. Siendo la corrupción el peor de los flagelos en Colombia (las cifras conocidas son de proporciones bíblicas), no es fortuito que haya mucha más plata perdida que culpables en la cárcel: los grandes prestidigitadores del “robispisio” están en la calle, rascándose la barriga y frotándose las manos, y lo que es peor: todos sabemos quiénes son, incluyendo a los entes de control.

Sin duda alguna, la lucha contra la corrupción es la batalla por antonomasia de un Estado que, como el nuestro, se desangra por el manejo irregular de sus recursos. Lo dije hace varios años en esta columna: “Desde que la política se volvió un negocio, hemos visto pulular empresas electorales que gastan miles de millones de pesos para elegir a sus candidatos. Esas fortunas invertidas en las campañas no alcanzan ni remotamente a recuperarse con la reposición de votos que hace el Estado. El verdadero reembolso y la consecuente ganancia vienen de la mano del robo de la salud, la educación, las obras civiles y todo aquello que sea susceptible de una mordida. La financiación de las campañas es la fuente primigenia de esa gran tragedia nacional que es la corrupción”. Tampoco puede soslayarse, como causa de la debacle, la arraigada cultura mafiosa en una sociedad en la que hay que conseguir plata rápido y de la forma que fuere.

“Se volvió costumbre, y nadie dice nada, que las personas nombradas o elegidas para un determinado cargo resulten millonarias al terminar su gestión, con propiedades a granel y cuentas en el exterior, cuando todo el mundo sabe que no tenían dónde caerse muertos antes de volverse unos hampones profesionales (hay unos que tienen plata y aún así roban; esos son peores). Que nadie se queje de lo que hoy estamos cosechando. El voto irresponsable, el silencio colectivo y la aceptación social del corrupto han sido los cómplices perfectos”. Pero la corrupción también opera, cuando, por amiguismo y roscas, se favorece a unos cuantos: verbigracia los contratos multimillonarios al hermano del ministro de hacienda, las travesuras documentadas de “Gini y Ceci” y la pauta publicitaria ilimitada para los medios dedicados a la propaganda oficial, por tan solo citar tres ejemplos.

Difícil empresa combatir la corrupción, cuando es patrocinada por el régimen. La mal llamada “mermelada” está pasando factura. Es tanto como darle una botella de licor a un alcohólico y pedirle que solo beba un trago y guarde el resto. El Gobierno exacerbó la codicia de los miembros de la Unidad Nacional (todo tuvieron que comprarlo), y ahora no hay nada que pueda saciarlos. Como ya el horror es inocultable y se hace necesario darle “contentillo” a la galería, aparentando honestidad, el régimen empezó a lanzar a los lobos a los menos importantes del engraneje delincuencial (los políticos de la provincia), al tiempo que protege a varias “vacas sagradas” del altiplano. Es curioso pero, entre los “impolutos”, también hay estratos.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... tos-323938
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De las justas proporciones

Message : # 7804Message Darloup »

Por Tatiana Dangond

La corrupción, esa enfermedad que parece circular por las venas de una mayoría política y de gran parte del sector empresarial, es un hecho que se ha incubado en Colombia, no solo por los débiles sistemas de control y de justicia, sino por la complicidad de una sociedad que lejos de castigar a los corruptos, los aplaude, los vanagloria y los admira. La lagartería es, en gran medida, culpable de la corrupción, ese patrón de conducta de alabanza al que roba, esas ganas de pegarse a quien muestre mediano éxito político para ver cómo le saca provecho económico, esa necesidad insaciable y de mal gusto de aplaudir discursos que no tienen menor sentido de la lógica.

Este virus de fácil contagio se puede pegar con el leve contacto con esferas locales de poder, con una simple palmadita en la espalda de algún político con creciente influencia regional, o con el regalo de una camiseta partidista con la que comprometen políticamente. Ahora, el problema de los contagiados es que ven con buenos ojos que un alcalde o concejal empiece su gestión con 2 pesos y salga como 5.000, a expensas del erario público y recibiendo todo tipo de prebendas a cambio de amañar los procesos de licitación para darle los contratos a quien le ofrezca más.

La corrupción en Colombia es un monstruo de magnitudes inimaginables, si se tiene que esta no solo ha permeado las administraciones territoriales, sino a los más altos niveles del gobierno nacional, llevando del bulto sectores como el de salud, alguno de los más afectados por estas malas mañas, que merecen ser tratadas con todo el rigor de la justicia. Ahora, un factor que ha alentado por años la corrupción es la condescendencia social ante hechos que son abiertamente notorios, hechos que son conocidos por la ciudadanía y que sin embargo no son denunciados, bien por miedo, por lagartería o por la espera de un favor político.

El escándalo de Odebrecht ha dejado nuevamente al descubierto un patrón de conducta común en entidades del Estado: el pago de comisiones a cambio del favorecimiento en la adjudicación de los contratos estatales más importantes de la Nación. A pesar de las investigaciones y de los resultados que diligentemente ha mostrado la Fiscalía General, este caso deja un sentimiento generalizado de que como Odebrecht hay cientos de actos de corrupción aún sin investigar, y que comprometen el uso eficiente e imparcial del erario público. Ahora, debemos dejar de ser un país que cree que la corrupción debe ser llevada a sus justas proporciones, para entender que quien se enriquece a costa de los recursos públicos, se enriquece de los bolsillos de todos los colombianos.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... nes-324742
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Message : # 7807Message burladeras »

c'est pareil en france . A 3 mois des élections présidentielle , les "affaires" sortent a la pelle et touchent tout les partis politique .Les français sont complètement perdus et ne savent pour qui voter .même le FN est touché , alors qu'il était le seul parti qui était un rempart aux millions de migrants qui s'apprêtent a débarquer .
Nous sommes en guerre et nous n'avons pas d'armée , l'union européenne encore moins .
Les français s'arment individuellement et se préparent sans avoir de chef pour les guider ( enfin ceux qui ont des couilles , parce que les autres se mettent le voile avant même que les islamistes les y obligent ) !!!
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Message : # 7840Message Darloup »

Por Javier Ortiz Cassiani

Si alguna función debe cumplir la historia en estos tiempos de infinita obsolescencia es recordarle a la gente que los problemas del mundo se inventaron hace rato. En los últimos días hemos sido desbordados por una avalancha informativa en la que los escándalos por corrupción son el principal protagonista. Duele decirlo, pero es necesario recordarle a los colombianos que en este país la corrupción no la inventó Odebrecht.

Aquí se ha matado desde siempre, y la corrupción ha estado desde siempre. Desde que los virreyes fungían como contrabandistas y algunos comerciantes y funcionarios públicos se enriquecían con los contratos para suministrar armamentos durante las guerras intestinas del siglo XIX, hasta el momento en que altos mandos militares decidieron disfrazar de guerrilleros y asesinar a unos pobres inocentes para ganarse un aumento de sueldo y unas vacaciones remuneradas.

Todo ha ocurrido a la vez. Lo que sucede es que vivimos en un mundo en el que los medios de comunicación no pueden bailar si mascan chicles. Solo hay tinta, micrófonos, pantallas de televisión y redes virtuales para ocuparse del tema de moda, y mostrarlo como si se acabara de descubrir la última atracción de feria. Con Odebrecht –que entre otras cosas se destapó gracias a la información de los Estados Unidos que le interesa frenar cualquier vuelta de Lula al poder en Brasil–, se nos olvidaron los carteles de la contratación, Reficar, Agro Ingreso Seguro, la Empresa de Energía de Pereira, Interbolsa, Caprecom y la Hidroeléctrica del Guavio.

La gente consume el escándalo que los medios ponen en escena, como si asistieran al estreno de la última telenovela. Pero contrario al final predecible de los culebrones latinoamericanos, aquí los malos no necesariamente pierden. En este país hay una especie de pacto tácito que define hasta donde debe llegar la culpa por los escándalos de corrupción, y hasta los enemigos políticos parecen respetar entres sí ese acuerdo. Hay una línea clara de adjudicación de responsabilidades, que solo llega hasta mandos medios, y todos los escándalos de corrupción, de acuerdo con la tradición de condenas, parecen suceder a espaldas de la figura principal del grupo implicado.

Nada habremos hecho en este país si no entendemos la corrupción como un problema estructural dentro de su sistema político y administrativo. Como la música, la corrupción hace rato está inventada. Solo sufre variaciones. Pero lastimosamente, dentro de poco pasará Odebrecht y los medios posicionarán otro escándalo como una cosa inédita y lo consumiremos ávidos y nos daremos, indignados, golpes de pecho, y se nos olvidará que en el anterior caso no hubo condenas significativas y creeremos otra vez en la condición inédita de la corrupción y seguiremos asombrándonos y señalando las cosas con el dedo como en el mundo recién inventado de Macondo.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ion-325846
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Message : # 7851Message Darloup »

Por Thierry Ways

Escribir de corrupción es frustrante, porque no se puede decir casi nada que no haya sido dicho ya, una y mil veces. Que es mala. Que está en todas partes. Que caiga el peso de la ley sobre los responsables. Etcétera. Y es doblemente frustrante, porque nos hemos resignado a verla como un rompecabezas insoluble, una enfermedad que se adapta a, o engulle, cualquier cosa que arrojemos en su dirección.

Casi todas las soluciones que se proponen sufren de un caso de huevo-y-gallina. Hay que fortalecer la justicia para combatir la corrupción, pero cómo, si los jueces y las cortes están untados. Una educación pública de calidad forjaría una ciudadanía menos propensa a la trampa, pero la educación pública, sus administradores y sindicatos, suelen ser las estructuras más clientelistas de cualquier país. Una prensa independiente podría ser un buen desinfectante, pero, como sabemos en Colombia, la prensa también se contamina.

Nunca se propone, en cambio, una disminución del tamaño del Estado. Siempre hablamos de la corrupción como algo que hay que “combatir”, pero, en países como el nuestro, la corrupción no se puede combatir sin enfrentar al estatismo, pues la corrupción es inherente al Estado, en la medida en que es inherente al poder. Julio César Turbay dijo, para burla de algunos y admiración de otros, que había que reducir la corrupción a sus justas proporciones. Bien hubiera podido decir, pues es lo mismo, que hay que reducir el Estado a sus justas proporciones.

Los colombianos padecemos de un curioso síndrome. Nos quejamos permanentemente de la disfuncionalidad del Estado, pero siempre que surge alguna queja o necesidad, lo primero que se nos ocurre es exigirle al Estado que intervenga. Apenas si nos damos cuenta de la incoherencia. Somos como aquel comensal al que le preguntaron por un restaurante y respondió: “La comida es pésima y, además, ¡sirven tan poquito!”.

A Colombia le convendría reflexionar sobre el tamaño de su aparato estatal y no convertir cada causa, cada agravio, cada inconformidad, en una nueva ley, una nueva agencia o un nuevo renglón del presupuesto. El Estado colombiano solo crece, solo se ensancha, nunca se modera, nunca hace dieta. Ni siquiera se preocupa por eliminar sus órganos más descompuestos o gangrenados, aquellos que ponen en riesgo al resto del organismo. Votaría con entusiasmo por un programa político que propusiera una poda de la burocracia pública, una depuración que cortara del árbol del Estado las ramas más enfermas y podridas, por las que se escurre y desaprovecha la savia nacional, que son los impuestos. Y que disculpe el lector la metáfora tan cursi.

La corrupción evoca comparaciones así, manidas y recargadas. Lugares comunes, repetidos una y mil veces. El más trillado de todos es el del ‘cáncer’ que ha hecho ‘metástasis’. En el caso de la sociedad, quizá se valga equiparar la corrupción a una calamidad indeseada, pero no en el del Estado. En él, la corrupción es una condición autoinducida, como la obesidad. Nadie quiere contraer cáncer; en cambio, el Estado sí quiere comer en exceso, sí quiere dedicarse a la gula y la codicia. Pedirle que se reforme él mismo es como rogarle a un glotón que ayune. Tan pronto demos la vuelta estará asaltando la nevera.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... rta-327717
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La corrupción, una enfermedad endémica

Message : # 8044Message Darloup »

Por Álvaro Villanueva

Endémico es el término en medicina que usamos constantemente, es aquella enfermedad que llegó para quedarse, difícil de erradicar, el ejemplo más reciente el zika, nos llegó y continúa afectando principalmente a las madres embarazadas. Pero son endémicas la tuberculosis, las enfermedades virales y las bacterianas, y hasta las gripas se pueden volver endémicas. Pero cuando el endemismo se extiende a todo el mundo se convierte en una pandemia. Por eso digo que la corrupción no solo es endémica sino una verdadera pandemia, que afecta a todos los países. Lo pude palpar al pasar unos días en países europeos, en donde la corrupción es permanentemente difundida por los medios de comunicación. Y así, no está exento ningún país. Lo que difiere son los niveles.

Colombia ocupa un ‘sitio privilegiado’ entre los primeros, pero lo peor, no ha servido ninguna respuesta para su corrección, y se extiende cada vez más llegando a afectar el preciado derecho a la salud. ¿Qué hacer si ya la tenemos establecida en nuestro medio y existe la necesidad de arrancarla y acabar con un comportamiento que hace al ser humano repudiable, y en justicia un verdadero criminal? Los entes de la justicia aparecen mezclados y hasta organismos del gobierno, las fuerzas armadas y, en general, no se salva ningún estamento. Se crean organizaciones con el fin de su desaparición, pero no parecen hacerle mella a tan grave enfermedad. Empecemos desde arriba, hagamos un acto de contrición y arrepentimiento total, pasemos una raya y digamos que empezamos a vigilar los recursos que diariamente son malversados. La educación es importante, desde la casa y el colegio. La justicia debe ser implacable y no permisiva. No podemos hacer nada en medicina ni en ninguna otra área, mezclando la corrupción entre nosotros. La lucha no es solamente del gobierno, aunque este debe ser el ejemplo.

Denunciar la corrupción es importante, pero no es lo único mientras no tengamos una formación basada en principios sanos que nos indiquen que todo acto de corrupción debe ser rechazado, de tal forma que se cree un país en donde los corruptos no tengan cabida.

Nos duele a los médicos que se pierdan tantos recursos para la salud a través de los corruptos que no parecen tener paladar para devorarlos, sabiendo que estos son necesarios para lograr una atención digna de las personas. Si el sistema es corrupto los resultados se ven claramente, y sus autores se pasean después de lograr sus cometidos. Educación, justicia y una buena selección de nuestros dirigentes serían claves.

‘Corrupción en directo’, un programa europeo dedicado permanentemente a la lucha contra la corrupción, debería ser imitado en nuestro medio, creado en cada sector, principalmente aquellos en donde los manejos de los recursos han sido dilapidados. La prensa en general –televisión y medios– debería incrementar la fuerza en la lucha contra la corrupción, mientras los que ya cometieron los crímenes se arrepienten.

Fuente: https://www.elheraldo.co/columnas-de-op ... ica-352985
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