No compro más baloto
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No compro más baloto
Por Alberto Martínez M.
Cuando uno compra el baloto lo que realmente adquiere es una ilusión. Entonces se pone a hacer cuentas: mis hijos estudiarán en la mejor universidad de Estados Unidos, compro el carro de mis sueños para ir a la oficina y el de los sueños de ella para ir a la nueva casa de campo, y le monto un negocio al amigo que siempre nos llama todos los meses para pedir plata prestada.
Con una bolsa como la que sortea el Baloto este sábado, uno puede pensar en volverse accionista de una petrolera, viajar por el mundo sin avisarle a la empresa en la que labora –¡ah, qué el jefe haga lo que quiera!– y hasta hacer una parranda, para uno solito, con Diomedes Díaz y con Madonna de telonera. Porque así nos apetece.
En un gesto de agradecimiento –porque hay que ser agradecido– le damos al párroco del barrio la plata para que termine de construir la iglesia y hacemos una donación al colegio de los muchachos para que la biblioteca lleve el nombre del abuelo.
Y todavía sobra plata. Es que 106 mil millones de pesos es un poco más de la mitad de lo que el Gobierno Nacional se gastará durante el año 2013.
Como eso lo saben también vecinos, primos y sobrinos, y los amigos de todos estos, pronto la casa estará llena de oportunidades de negocios y solicitudes de obras de caridad, sin descartar el acecho de ladrones y extorsionistas que llegarán con los rumores.
La fortuna, entonces, se convierte en un problema. En realidad, en 106 mil millones de problemas.
Todo acaba –la ilusión y los problemas– en la misma noche en que la niña de gracias elocuentes se despide de los televidentes con una frase que, habiendo cotejado el resultado, parece lapidaria: “cómprelo, gánelo y disfrútelo”.
Entonces volvemos a la realidad. Sabemos que tendremos que trabajar mucho para que los hijos se vayan a Norteamérica, contentarnos con el carro que nos comparte la señora –sin la casa de verano– y prepararnos para recibir la llamada religiosa del amigo cuando se asome el día 30.
Adiós a los viajes y la parranda con el Cacique, al abuelo solo lo recordaremos en la casa y el padre que siga haciendo recolectas.
Por fortuna ya vendrá el miércoles. Pero que otros le den rienda suelta a la imaginación, porque, lo que soy yo, no lo vuelvo a comprar, y, por tanto, ya no lo voy a ganar y menos a disfrutar.
La decisión la tomé cuando leí la relación de probabilidades que tenemos los apostadores: una entre 8.145.060 de combinaciones posibles. Como lo dijo el informe de prensa: es más fácil que a uno lo mate un rayo, en tanto la posibilidad de que esto suceda es una entre 3 millones.
Allá los que quieran seguir soñando, a un costo, por demás, bastante elevado. Si solo compráramos dos boletos por semana, y es probable que sean más, gastamos (está bien, invertimos en una opción de altísimo riesgo) 11 mil pesos por persona, es decir, más 33 mil millones de pesos entre los 3 millones de apostadores –menos uno, desde hoy– que juegan cada semana. Eso al año suma 1.6 billones de pesos, esto es, 15 veces el premio en juego. Sueñen que se la van a ganar, pero ya no cuenten conmigo. Los 572.000 anuales de la ilusión, me los gastaré en cine o en libros. Y sin problemas.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... loto-81687
Cuando uno compra el baloto lo que realmente adquiere es una ilusión. Entonces se pone a hacer cuentas: mis hijos estudiarán en la mejor universidad de Estados Unidos, compro el carro de mis sueños para ir a la oficina y el de los sueños de ella para ir a la nueva casa de campo, y le monto un negocio al amigo que siempre nos llama todos los meses para pedir plata prestada.
Con una bolsa como la que sortea el Baloto este sábado, uno puede pensar en volverse accionista de una petrolera, viajar por el mundo sin avisarle a la empresa en la que labora –¡ah, qué el jefe haga lo que quiera!– y hasta hacer una parranda, para uno solito, con Diomedes Díaz y con Madonna de telonera. Porque así nos apetece.
En un gesto de agradecimiento –porque hay que ser agradecido– le damos al párroco del barrio la plata para que termine de construir la iglesia y hacemos una donación al colegio de los muchachos para que la biblioteca lleve el nombre del abuelo.
Y todavía sobra plata. Es que 106 mil millones de pesos es un poco más de la mitad de lo que el Gobierno Nacional se gastará durante el año 2013.
Como eso lo saben también vecinos, primos y sobrinos, y los amigos de todos estos, pronto la casa estará llena de oportunidades de negocios y solicitudes de obras de caridad, sin descartar el acecho de ladrones y extorsionistas que llegarán con los rumores.
La fortuna, entonces, se convierte en un problema. En realidad, en 106 mil millones de problemas.
Todo acaba –la ilusión y los problemas– en la misma noche en que la niña de gracias elocuentes se despide de los televidentes con una frase que, habiendo cotejado el resultado, parece lapidaria: “cómprelo, gánelo y disfrútelo”.
Entonces volvemos a la realidad. Sabemos que tendremos que trabajar mucho para que los hijos se vayan a Norteamérica, contentarnos con el carro que nos comparte la señora –sin la casa de verano– y prepararnos para recibir la llamada religiosa del amigo cuando se asome el día 30.
Adiós a los viajes y la parranda con el Cacique, al abuelo solo lo recordaremos en la casa y el padre que siga haciendo recolectas.
Por fortuna ya vendrá el miércoles. Pero que otros le den rienda suelta a la imaginación, porque, lo que soy yo, no lo vuelvo a comprar, y, por tanto, ya no lo voy a ganar y menos a disfrutar.
La decisión la tomé cuando leí la relación de probabilidades que tenemos los apostadores: una entre 8.145.060 de combinaciones posibles. Como lo dijo el informe de prensa: es más fácil que a uno lo mate un rayo, en tanto la posibilidad de que esto suceda es una entre 3 millones.
Allá los que quieran seguir soñando, a un costo, por demás, bastante elevado. Si solo compráramos dos boletos por semana, y es probable que sean más, gastamos (está bien, invertimos en una opción de altísimo riesgo) 11 mil pesos por persona, es decir, más 33 mil millones de pesos entre los 3 millones de apostadores –menos uno, desde hoy– que juegan cada semana. Eso al año suma 1.6 billones de pesos, esto es, 15 veces el premio en juego. Sueñen que se la van a ganar, pero ya no cuenten conmigo. Los 572.000 anuales de la ilusión, me los gastaré en cine o en libros. Y sin problemas.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... loto-81687
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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