Arrogancia abogadil

[Darloup]

Por Andrés Molina

¡Hay que verlos! Vestidos en sus costosos trajes italianos o ingleses, con sus corbatas de seda importada y sus zapatos de marcas reconocidas que casi no tocan el suelo porque pareciera que levitaran. ¡Hay que oírlos! En la radio o en la televisión con ese tonito prepotente con el cual pontifican sobre lo divino y lo humano, y –más que defender los intereses de su cliente– exhiben una vanidad inusitada en otras profesiones, porque solo les interesa el éxtasis que alcanzan al escuchar su propia voz. ¡Hay que leerlos! En sus columnas periodísticas, verdaderos altares de su egolatría, donde cada semana su opinión se convierte –creen ellos–, en dogmas de fe (Roma locuta est, causa finita est).

Sí, los abogados colombianos suelen ser arrogantes, prepotentes, ególatras y atropelladores. No respetan a nadie e, irónicamente, se creen que están por encima de la Ley. Ese estilo tan peculiar y cuestionable, no obstante, pareciera dar resultados. Son el centro de atención de micrófonos y cámaras de televisión cada vez que hablan. Y tiene también una lógica económica: entre mayor exposición mediática tenga un abogado, más caro puede cotizar en el mercado sus servicios profesionales.

Ciertamente, Colombia tiene una larga tradición jurídica que le ha permitido a las escuelas de Derecho del país obtener numerosas e importantes victorias en competencias internacionales como los llamados tribunales simulados (Moot Court). Recientemente, el hijo del exministro Juan Carlos Esguerra Portocarrero, Nicolás Esguerra, junto a otros compañeros de la U. Javeriana ganaron un concurso de Derecho Internacional en Ginebra, Suiza, considerado uno de los más importantes del mundo. El joven estudiante de Derecho Nicolás Esguerra recibió el premio al mejor orador.

Sin embargo, todos esos triunfos obtenidos como estudiantes de Derecho bien intencionados de poco o nada han servido en el conflicto jurídico internacional más importante de la historia reciente de Colombia. Tampoco ha servido que el país cuente con más facultades de Derecho que Estados Unidos, país con más de 300 millones de habitantes, frente a 47 millones del nuestro. Y mucho menos que tengamos registrados más de 52.000 abogados activos y 30.000 estudiantes de Derecho, cifras que superan en casi tres veces las de países desarrollados como Japón y los europeos.

En efecto, nada de lo anterior, nada de esa soberbia jurídica de la que día tras día hacen alarde abogados tipo Ramiro Bejarano, Néstor Humberto Martínez, Rodrigo Uprimmy, los de la firmas encopetadas (Brigard & Urrutia, Gómez Pinzón y similares) y los tres Jaimes: Lombana, Granados y Bernal Cuéllar, sirvió pa’ un carajo en La Haya. En el conflicto con Nicaragua perdimos por goleada. Nos quitaron más de 75.000 kilómetros cuadrados de mar territorial y solo nos dejaron un pequeñísimo espacio de mar alrededor de las islas y cayos del archipiélago de San Andrés y Providencia.

Lo más preocupante es que lo peor está por venir. Nicaragua, envalentonada ahora por tan histórico triunfo, ha redoblado el esfuerzo y viene por más. Ya su presidente, Daniel Ortega, anunció que había otorgado una concesión de exploración de petróleo y gas en el territorio marítimo recientemente adjudicado por el fallo de la Corte Internacional de Justicia.

Entretanto, aquí en Colombia, fiel a nuestro estilo de la patria boba, perdemos valioso tiempo y recursos discutiendo cuál será la mejor estrategia jurídica para hacerles frente a las crecientes pretensiones nicaragüenses. Mientras nuestro mapa territorial se desarma por pedazos, seguimos discutiendo sobre el sexo de los ángeles, como en Bizancio.

Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... dil-121462

[Seb]

M'étonne même pas