Colombia: geografía de la desesperación
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Colombia: geografía de la desesperación
Por José Amar
No es mi interés escribir una columna pesimista. Pero, al leer el informe sobre Colombia de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios vemos que el desafío del país es inmenso.
Este prolongado conflicto armado ha dejado huellas dolorosas en millones de compatriotas. No solo en las víctimas de secuestros, masacres, desplazamientos forzados, homicidios y extorsiones. También ha generado un orden social caracterizado por la violencia, la marginación de grandes mayorías, la informalidad, la inestabilidad de los mercados laborales y la segregación de grupos sociales, donde millones de colombianos viven entre el miedo y la desesperación.
Dentro de los principales sacrificados están los seis millones de connacionales víctimas del desplazamiento interno forzado, que lo perdieron todo. La mayoría, mujeres y niños que huyeron hacia las ciudades, no en busca de una nueva oportunidad o de una quimera, sino a esconderse de los facinerosos, llenando la grandes ciudades de población rural que, por su nivel de formación, tienen escasas posibilidades de trabajo, y algunos se desvían hacia el crimen y la mendicidad.
A pesar de los diálogos de paz de La Habana, el desplazamiento no ha cesado. Entre 2012 y 2014, según el informe, 500 mil colombianos se han desplazado. Mientras avanzan las conversaciones, unas 16.454 personas al mes han sido expulsadas por la acción de las Farc, el ELN y las bacrim.
No obstante los avances de las conversaciones, entre el 2012 y el 2014 la violencia y el drama de la población civil no tienen fin. En ese período se registraron 1.541 acciones bélicas que afectaron a 30 departamentos y 289 municipios. Aparte de las víctimas directas de estos ataques, hay grandes daños a la infraestructura, especialmente eléctrica y petrolera.
No deja de ser agobiante este informe, donde la Policía Nacional señala que entre 2012 y 2014 se presentaron 624 secuestros. Esto significa que cada mes se siguen secuestrando, en promedio, 24 personas.
Para evaluar el daño humanitario en nuestro país, podemos compararlo con Afganistán, en guerra con ejércitos internacionales de ocupación. Afganistán tiene 30 millones de habitantes y registra al año menos de dos mil homicidios. Colombia, con 40 millones de habitantes, en los dos últimos años, registra 31 mil homicidios.
Dentro de estas frías cifras hay mucho sufrimiento y dolor acumulado. Este informe me hizo recordar el libro Geografía de la desesperación, de la socióloga holandesa-americana Saskia Sassen. El informe de las Naciones Unidas nos muestra la parte oscura de nuestra sociedad, que a veces, por protección, no queremos ver. Todo esto es un abuso de humanidad, es crueldad, es una herida profunda y persistente en el tejido social del país. Nuestra geografía de la desesperación no puede seguir cimentando una historia de desesperanza, donde cada día es más difícil soportar la realidad. La vida no puede ser simplemente sobrevivir: tenemos que encontrar un camino que nos saque de esta realidad sombría. No podemos conformarnos con bajar los indicadores de violencia. Tenemos que aprender a convivir de otra manera.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ion-227227
No es mi interés escribir una columna pesimista. Pero, al leer el informe sobre Colombia de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios vemos que el desafío del país es inmenso.
Este prolongado conflicto armado ha dejado huellas dolorosas en millones de compatriotas. No solo en las víctimas de secuestros, masacres, desplazamientos forzados, homicidios y extorsiones. También ha generado un orden social caracterizado por la violencia, la marginación de grandes mayorías, la informalidad, la inestabilidad de los mercados laborales y la segregación de grupos sociales, donde millones de colombianos viven entre el miedo y la desesperación.
Dentro de los principales sacrificados están los seis millones de connacionales víctimas del desplazamiento interno forzado, que lo perdieron todo. La mayoría, mujeres y niños que huyeron hacia las ciudades, no en busca de una nueva oportunidad o de una quimera, sino a esconderse de los facinerosos, llenando la grandes ciudades de población rural que, por su nivel de formación, tienen escasas posibilidades de trabajo, y algunos se desvían hacia el crimen y la mendicidad.
A pesar de los diálogos de paz de La Habana, el desplazamiento no ha cesado. Entre 2012 y 2014, según el informe, 500 mil colombianos se han desplazado. Mientras avanzan las conversaciones, unas 16.454 personas al mes han sido expulsadas por la acción de las Farc, el ELN y las bacrim.
No obstante los avances de las conversaciones, entre el 2012 y el 2014 la violencia y el drama de la población civil no tienen fin. En ese período se registraron 1.541 acciones bélicas que afectaron a 30 departamentos y 289 municipios. Aparte de las víctimas directas de estos ataques, hay grandes daños a la infraestructura, especialmente eléctrica y petrolera.
No deja de ser agobiante este informe, donde la Policía Nacional señala que entre 2012 y 2014 se presentaron 624 secuestros. Esto significa que cada mes se siguen secuestrando, en promedio, 24 personas.
Para evaluar el daño humanitario en nuestro país, podemos compararlo con Afganistán, en guerra con ejércitos internacionales de ocupación. Afganistán tiene 30 millones de habitantes y registra al año menos de dos mil homicidios. Colombia, con 40 millones de habitantes, en los dos últimos años, registra 31 mil homicidios.
Dentro de estas frías cifras hay mucho sufrimiento y dolor acumulado. Este informe me hizo recordar el libro Geografía de la desesperación, de la socióloga holandesa-americana Saskia Sassen. El informe de las Naciones Unidas nos muestra la parte oscura de nuestra sociedad, que a veces, por protección, no queremos ver. Todo esto es un abuso de humanidad, es crueldad, es una herida profunda y persistente en el tejido social del país. Nuestra geografía de la desesperación no puede seguir cimentando una historia de desesperanza, donde cada día es más difícil soportar la realidad. La vida no puede ser simplemente sobrevivir: tenemos que encontrar un camino que nos saque de esta realidad sombría. No podemos conformarnos con bajar los indicadores de violencia. Tenemos que aprender a convivir de otra manera.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ion-227227
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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