2014: Eleciones presidencial y legislativas/Elections présidentielle et législatives

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Apuntes post-electorales

Message : # 5641Message Darloup »

El reto de los buenos políticos que aún sobreviven en Colombia y que ganaron el domingo es cambiarle la imagen al Congreso, cuyo descrédito institucional bate récords en todas las encuestas que se publican periódicamente.

Las elecciones al Congreso del domingo 9 seguramente van a seguir mereciendo una serie de interpretaciones. La de hoy, por supuesto, no agota el tema.

No había concluido el preconteo de la Registraduría cuando se produjo el primer ruido por cuenta de las denuncias del Centro Democrático sobre un supuesto fraude que le habría quitado 250 mil votos y por tanto el primer lugar que mantuvo en los primeros boletines electorales. La Procuraduría le ha pedido a la Registraduría un recuento de los votos.

El expresidente Uribe no ha aceptado el “decoroso segundo lugar” que le reconoció el presidente Santos, en un tono que varios analistas han calificado de irónico. Enojado, Uribe escribió este tuit: “Señor registrador, en la democracia se espera imparcialidad de la autoridad electoral, no que asuma actitud de militante político”.

El registrador Carlos Ariel Sánchez le respondió al jefe del Centro Democrático diciéndole que si busca votos en el preconteo está “en el lugar equivocado”, pues es una labor que se cumple en cuatro horas y en la que intervienen unas 30 mil personas con posibilidades de equivocarse. Serán los escrutinios, ha dicho Sánchez, los que dirán finalmente la verdad.

Pero hay otros temas post-electorales que ameritan un comentario. Por ejemplo, a diferencia de otros departamentos, en el Atlántico los partidos Conservador, La U, Liberal y Cambio Radical impusieron sus liderazgos territoriales en la elección de Senado: los conservadores eligieron con altas votaciones a Roberto Gerlein, Laureano Acuña y Efraín Cepeda; La U, a José David Name, Eduardo Pulgar y Miguel Amín; los liberales a Álvaro Ashton, y Cambio Radical a Arturo Char. Como quien dice, estos jefes políticos hicieron respetar su plaza.

Los candidatos ‘foráneos’ obtuvieron pequeñas votaciones; el único que logró un mejor resultado fue Armando Benedetti, que, aunque bogotanizado hace años, tiene raíces barranquilleras y lazos fuertes con la ciudad.

El Centro Democrático, confirmando que el Atlántico sigue siendo esquivo al expresidente Uribe, obtuvo una votación baja (salió elegido Jaime Amín) comparada con la de los conservadores, La U y Cambio Radical.

Mucho más baja fue la votación que obtuvieron el Polo Democrático y la Alianza Verde. Líderes como Jorge Enrique Robledo, Iván Cepeda, Antonio Navarro y Claudia López alcanzaron votaciones insignificantes frente a la de los candidatos que jugaron de local, lo que indica que estos partidos minoritarios tienen el desafío de promover liderazgos locales fuertes si no quieren seguir siendo partidos de corte centralista.

Estas elecciones han confirmado los preocupantes fallos de la democracia colombiana, habida cuenta las profusas denuncias de corrupción electoral. El reto de los buenos políticos que aún sobreviven en Colombia y que ganaron el domingo es cambiarle la imagen al Congreso, cuyo descrédito institucional bate récords en todas las encuestas que se divulgan. Los ciudadanos esperan del Congreso elegido coherencia, probidad y transparencia. Ni la mejor retórica superará jamás esos indispensables atributos éticos en un cuerpo legislativo.

Fuente: http://www.elheraldo.co/editorial/apunt ... les-146099
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No elegir, opción perdida

Message : # 5642Message Darloup »

Por Jorge Muñoz Cepeda

El Congreso está elegido. Quedan faltando confirmaciones de última hora y una que otra discusión sin trascendencia acerca de las quejas del Centro Democrático sobre un supuesto fraude electoral, orquestado, según ellos, por el presidente de la República; serán intrascendentes porque no hubo fraude y porque las pueriles estrategias de este partido para lograr sus hiperbólicos objetivos han terminado por degradar la opinión que tenemos de ellas: comenzaron siendo preocupantes, luego fueron indignantes y ahora dan risa. Esperemos que el siguiente paso sea que terminen por ser completamente ignoradas.

En fin, digo que el Congreso ya fue elegido, me temo, sin ninguna sorpresa, sin ningún atisbo de renovación que signifique algún grado de enmienda de los electores, esa pequeña pandilla de ingenuos que, a lo largo de los siglos, ha ejercido su deber y su derecho con una irresponsabilidad tan oronda que resulta aún más hilarante que las estrategias de la oposición uribista a la que le ha vuelto a otorgar una no despreciable cuota de poder. Digo que es pequeña la pandilla porque, como es costumbre, la abstención en Colombia es casi del 60%, es decir, que el poder legislativo se sostiene con un poco más de la tercera parte de los votantes potenciales, una cifra francamente ridícula en un país infectado desde siempre con el virus de la política, ya sea para beneficiarse de ella o para criticar a sus ejecutores.

No votar también genera una responsabilidad, igual o mayor a la que se deriva del voto vendido, tendencioso o pusilánime, y constituye un silencio cómplice e indolente que raya en la inmoralidad, si tenemos en cuenta que esas personas que no votaron son las mismas que inundan las calles, las fiestas y las redes sociales con sus voces vociferantes de inconformismo y estupefacción por la forma en la que los políticos, a quienes no ayudaron ni a elegir ni a no elegir, meten las patas una y otra vez.

Tenemos, pues, dos elementos que hacen de nuestros procesos electorales un pobre remedo de lo que deberían ser: por un lado, un parlamento viciado y vicioso que permanece casi intacto y, por el otro, un grupo de millones de personas que podrían reemplazarlo por otro mejor y a quienes simplemente no se les da la gana. ¿Reemplazarlo por qué? ¿Por quiénes? La lógica ofrece una simple respuesta: si no existen alternativas, es necesario ejercer por fin el poder del voto en blanco, el cual, si es abrumador, puede obligar a la sociedad a sacar de sus escondites a los ciudadanos preparados, honestos y sensatos que sí son dignos de representar los intereses populares, que los hay, estoy seguro, si no por miles, al menos en número suficiente para llenar un par de veces los asientos de las dos cámaras.

Mientras llega el día en que el universo conspire, los astros se alineen y la Virgen Santísima interceda para que se abran nuestros ojos de demócratas, deberemos conformarnos con observar desde la distancia los exabruptos que cometerán, por montones, los senadores y representantes que hemos elegido o que no ayudamos a no elegir. En nuestras manos estuvo, una vez más, el destino del país y una vez más se lo hemos entregado a 268 personas que seguramente harán con él, sin consultarnos, lo que les plazca.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ida-146106
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El vergonzoso rol del abstencionista

Message : # 5639Message Darloup »

Por Bertha C. Ramos

El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser”. De mi columna anterior retomo a Eduardo Galeano para esbozar a los indecisos, los apáticos, indiferentes, indolentes, los desganados, perezosos, los escépticos, los tibios, los pasivos, los abúlicos, pusilánimes, haraganes e irresolutos que comprobaron la persistencia del colonialismo invisible. Todos ellos –exceptuando a quienes por fuerza mayor no pudieron cumplir con su deber de ciudadanos– abatidos por la idea de “no se puede”, conforman el porcentaje de abstencionistas que favoreció la escogencia del nuevo Congreso de la República. Casi finalizado el conteo, resulta devastador que el Congreso, destinado a reemplazar a la entidad más criticada del país por su pésimo desempeño, refleje la negligencia del porcentaje del potencial electoral que no fue a las urnas, casi el 60%, a quienes, por si no lo saben, las maquinarias políticas utilizaron sagazmente a su favor, mientras ellos observaban los toros tras la barrera. La abstención no es una protesta positiva, es el síntoma de una sociedad deteriorada, el sometimiento de los serviles manipulados para jugar un papel tan decisivo como el de los mismos votantes. Igual que con la ola verde, también la intención de voto en blanco sucumbió en las marejadas de la duda y del miedo a “no se puede, no se debe”, y, aunque es cierto que amenazaba con ser una alternativa fallida, también lo es que la idea de su absoluta ineficacia fue manejada exitosamente tras bambalinas.

Pero, a lo hecho, pecho. El Congreso fue elegido, por no decir reelegido, por los 14.3 millones de votantes más la masa abstencionista; aseguraron sus poltronas para los próximos años los que son, los que se hacen, los que deshacen, los suricatos y los lirones, los que baten, los que hornean, los que reparten y comparten. Aún así, no todo es color de hormiga; los comicios dejan ciertas claridades. Por un lado, que los votantes, incluso los que acolitan la corrupción, reconocen sus derechos ciudadanos, lo que deja a los apáticos, millones de ellos pertenecientes a los estratos civilizados, en el lugar de pueblo bruto que a tantos civilizados les rechina. Por el otro, que el gran respaldo conferido a los idealistas –extraterrestres que persisten en proteger los derechos de los colombianos– indica que esa marea independiente avanza demasiado lenta, pero constante. Plausible el trabajo colectivo del Centro Democrático, reflejado, sin discusión, en sus logros. Admirables el desempeño de Claudia López y el posicionamiento del senador Robledo. Sin embargo, ese Congreso naciente es por poco el adefesio que en lugar de legislar en procura de un país más decente e incluyente, se ha ocupado de la suerte de unos cuantos, de cuidar las herencias parapolíticas y las transferencias familiares; es casi como asistir al regreso de un engendro amamantado por una legión de indiferentes, indolentes, perezosos, pusilánimes e irresolutos: los abstencionistas.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... sta-145950
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¿Debe Colombia adoptar el voto obligatorio?

Message : # 5644Message Darloup »

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El pasado domingo, solo el 43,5% de los colombianos habilitados para votar acudieron a las urnas.


Por Paula Sierra Palencia

Luego de las elecciones legislativas, la cifra de abstención en el país abre un nuevo capítulo sobre la participación electoral. Analistas y políticos sugieren ofrecer más incentivos a los ciudadanos.

Según el preconteo del 98,4% de las votaciones al Congreso celebradas el domingo pasado, 14.310.367 de los 32.835.856 colombianos convocados a las urnas participaron en el debate, y la abstención para Senado fue de 56,42% y para la Cámara de Representantes el 56,43%.

Las cifras de este año no son muy diferentes a las que históricamente se observan en el país. En 2006, la abstención en las elecciones presidenciales fue del 54,95% y para las legislativas alcanzó el 54,3%. En 2010, la abstención en los comicios presidenciales fue del 50,73% en primera vuelta y un 55,67% en la segunda, mientras que en las de Congreso fue del 55,8%.

La imposibilidad de disminuir los niveles de abstención electoral hace reanudar en la opinión pública la discusión sobre la necesidad de establecer la obligatoriedad del voto. De ser así los ciudadanos tendrían la responsabilidad de participar en las elecciones, bajo la posibilidad de una pena o sanción si no se hace.

Al respecto y pasada la jornada electoral, José Antonio Viera-Gallo, jefe de la Misión de Veeduría Electoral de la Organización de Estados Americanos, dijo que Colombia “debería estudiar si los incentivos para el voto han sido suficientemente eficaces”.

En este sentido, el chileno propone alternativas como cerrar el comercio y ofrecer medios de transporte gratuito durante la jornada electoral.

Por otro lado, la politóloga y profesora de la Universidad del Norte Alexandra García argumenta que la democracia “no debe ser una cuestión de obligación” y califica el voto como “un derecho que los ciudadanos deben ejercer por voluntad propia”.

La académica considera que para aumentar la participación electoral “se necesitan otras propuestas institucionales como implementar el voto electrónico o dar más incentivos a quienes participen en las urnas” y afirma que la obligatoriedad del sufragio “no frena la compra de votos, simplemente baja el valor que los corruptos pagan”.

“Se necesita ofrecerle a los ciudadanos una dinámica de votación diferente y más abierta, además de cambiar el sistema de zonificación por uno permanente que no limite ni incentive la actuación fraudulenta”, sostuvo en diálogo con EL HERALDO.

Antecedentes en Colombia. En el país no hay acuerdo sobre la pertinencia, viabilidad y utilidad de adoptar el voto obligatorio. En varias ocasiones se ha promovido su implementación, generalmente después de conocerse los resultados electorales.

Los antecedentes de este debate se encuentran en las deliberaciones de la Asamblea Nacional Constituyente, así como en las discusiones de varios proyectos de reforma política propuestos durante el Gobierno de Andrés Pastrana y el proyecto de Referendo presentado por el expresidente y senador electo Álvaro Uribe.

En 2006 Roy Barreras radicó ante la Cámara un proyecto de acto legislativo por medio del cual se proponía la implementación del voto obligatorio, para que este se convirtiera en un instrumento “contra la corrupción política”. Sin embargo, el Gobierno descartó su inclusión en el Código Electoral por la falta de consenso.

La discusión continúa. Mientras algunos consideran que dicha medida es útil para estimular la participación, otros señalan que su implementación implica el diseño de un régimen de sanciones que resulta “contrario al derecho democrático de asistir a las urnas”.

La candidata presidencial del Polo Clara López, asegura que el voto obligatorio “es inconveniente si no se aplica una reforma que garantice la pureza del sufragio”. A su juicio, esta medida es una “muleta” por la incapacidad de representación de los de los partidos tradicionales.

El conservador Efraín Cepeda defiende que “el voto tiene que ser voluntario”, pues si se obliga a la gente a votar “estamos frente a una democracia ficticia”. Argumenta que el sistema electoral debe trabajar por la confianza en las instituciones electorales, por lo que se declara partidario del sufragio electrónico.

Para el liberal Juan Manuel Galán “la democracia es libre” y eso implica “decidir si participar en las urnas o no”.

La discusión también se centra en la calidad de la democracia. En este sentido, las medidas para mejorar los índices de participación electoral deben ir acompañadas de políticas que garanticen la calidad de dicha participación. Es decir, no basta con disminuir la abstención si los votantes no están adecuadamente informados o no se mejoran los mecanismos de rendición de cuentas.

En América latina

En América Latina, la obligatoriedad del voto ha sido un componente en el proceso de consolidación de la democracia. Este mecanismo se ha institucionalizado en Brasil, Paraguay (por encima de 75 años, es facultativo), Perú (facultativo para mayores de 70 años), Argentina (facultativo para adolescentes de 16 y 17 años, y mayores de 70), Uruguay (la inscripción es obligatoria), Bolivia y Ecuador (facultativo para adolescentes de 16 y 17 años, mayores de 65 años, presos sin sentencia, policías y militares).

Fuente: http://www.elheraldo.co/politica/voto-o ... -no-146219
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Ganadores, perdedores y conclusiones

Message : # 5645Message Darloup »

Por Aberlardo de la Espriella

Las elecciones parlamentarias del pasado domingo 9 de marzo dejaron en claro varias cosas. Por una parte, es evidente que nuestro sistema electoral es obsoleto y, por lo tanto, también inseguro.

Desde la época de Nacho Vives no tenemos una reforma estructural de la ley que regula la materia. Mientras que en el resto del mundo civilizado opera el voto electrónico, el sufragio y el conteo de los mismos en Colombia sigue siendo casi artesanal. Lo dije en mi anterior artículo: la Registraduría la tiene muy difícil, pues no cuenta con las herramientas legales que le permitan implementar un modelo que garantice el respeto irrestricto de la voluntad popular.

Cosas extrañas pasaron y eso es innegable. No es casualidad que de diferentes y muy alejados sectores del espectro ideológico surjan acusaciones de fraude. Los votos “perdidos” de varios movimientos políticos, las votaciones atípicas en algunos departamentos, la cantidad inusitada de votos nulos, entre muchas otras anomalías, son sintomáticas. ¿Fraude o error de contabilización? Esa es la cuestión que hay que definir.

Es injusto, en todo caso, señalar al Registrador Nacional como responsable de dichos eventos, como quiera que la labor de ese funcionario está limitada por la ley y es rebasada con creces por las tulas de plata que reparten ciertos políticos para comprar conciencias, manipular jurados y amañar resultados.

Dicho lo anterior, entremos en materia.

Los Ganadores:
-El Centro Democrático: pasó de 0 Senadores a 19, con posibilidades serias de aumentar a 21 luego de que finalicen los escrutinios.
-Álvaro Uribe: su triunfo es una proeza: sin mermelada, con el mundo en contra, con los medios bloqueándolo, demostró una vez más que sigue siendo un líder indiscutible de la política colombiana.
-El Partido Conservador: todo el mundo los daba por muertos, pero lo cierto es que los godos están más vivos y vigentes que nunca.
-Peñalosa: los cerca de 2 millones de votos que obtuvo lo posicionan como un muy fuerte candidato contra Santos en la batalla presidencial.
-Robledo y Claudia López: la votación que sacaron es extraordinaria, como lo será la labor que desempeñen en el Congreso.

Los Perdedores:
-El Partido de La U: bajaron de 27 curules a 21, a pesar de ser el partido de gobierno y de contar con todo la “mermelada” estatal, disfrazada de “cupos indicativos”.
-Santos: la miopía del presidente es proverbial: para él no hay crisis, no hay paros y, además, ganó su partido de La U. Ni a punta de billete ha podido.
-El Partido Liberal: no superó las expectativas.
-El Polo, los Verdes y el Mira: los dos primeros perdieron curules, y el último no alcanzó el umbral.
-La prensa y la opinión capitalina: están desconectados de la realidad, no le daban más de 10 curules a Uribe.
- El voto de opinión: los únicos que sacaron fueron los candidatos Verdes, los del Polo, los del Centro Democrático y, para ser justo, uno que otro aspirante de La U, del conservatismo y del liberalismo. Lamentablemente, son más los votos del clientelismo y la corrupción que los votos a conciencia.

Varias conclusiones quedan al respecto:

Es imperativo implementar cuanto antes una reforma estructural del sistema electoral; hay que imponerles severas restricciones y castigos a los mandatarios locales que utilizan el puesto y el presupuesto público para lanzar familiares al Congreso, como es el caso de los gobernadores de Córdoba, Sucre, Cesar, Santander, y los alcaldes de Medellín y Cartagena; los “chocorazos” no solo se dan en la Costa, también los hay en el interior del país; en política no hay cadáveres, solo exilios; llegó gente de primera al Congreso, pero también muchos de quinta; la reelección de Santos no está tan clara como algunos creen; la circunscripción nacional fue un grave error y lamentablemente estamos lejos de ser una verdadera democracia, porque puede más la plata, que las ideas.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... nes-146292
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Álvaro Uribe al Senado: ¿Cuánto ganará, qué pasará con su fuero, qué va a hacer?

Message : # 5646Message Darloup »

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En esta foto tomada en julio de 2004, aparece Álvaro Uribe en la instalación del Congreso. Ahora volverá como senador.



Por Tomás Betín del Río

El próximo 20 de julio el expresidente Álvaro Uribe asumiría como senador de la República. EL HERALDO consultó a constitucionalistas, partidarios y detractores para resolver las dudas que genera este primer caso en el país.

El próximo 20 de julio se posesionarán los congresistas elegidos el pasado 9 de marzo. Causa curiosidad el hecho de tener por primera vez a un expresidente como senador. Sobre todo, a uno como Álvaro Uribe Vélez, polémico y opositor al Gobierno de Juan Manuel Santos.

El hecho desencadena varias preguntas: ¿qué pasará con su fuero presidencial?, ¿qué sueldo va a recibir: el de exmandatario o el de congresista? Y, finalmente, ¿qué es lo que va a hacer al Parlamento?

EL HERALDO consultó al expresidente de la Corte Constitucional, José Gregorio Hernández; al secretario general del Senado, Gregorio Eljach; al experto constitucionalista Juan Manuel Charry; al presidente de Fedegán, el samario y uribista José Félix Lafaurie, y al senador del Polo Democrático y férreo opositor del expresidente, Iván Cepeda.

$25 o $24 millones. Sobre el salario que cobrará desde el 20 de julio el exjefe de Estado, el secretario general del Senado explica que “en Colombia existe un principio constitucional que no permite que un servidor público, como un senador, devengue simultáneamente dos ingresos de origen del Estado, de tal manera que él tendrá que escoger si sigue recibiendo su pensión presidencial o recibe el salario del Congreso”.

Al respecto, el expresidente de la Constitucional considera que “probablemente lo que más le convenga al expresidente Uribe es seguir recibiendo su pensión como expresidente”.

Como se sabe, la pensión de Uribe es de más de 25 millones de pesos y es la más alta de los exmandatarios colombianos; mientras que el sueldo de un senador es de más de 24 millones de pesos sin los descuentos de rigor.

Mutis por el fuero

Ante los señalamientos que hay en contra de Uribe, por supuesta conformación de grupos paramilitares cuando fue gobernador de Antioquia, o por su presunta responsabilidad como jefe de Estado y abanderado de la Seguridad Democrática cuando se incrementaron los ‘falsos positivos’ o por ser la posible cabeza de las ‘chuzadas’ del DAS –sin que hasta ahora ninguno haya prosperado-, salta el interrogante de si su juez natural, como expresidente, seguirá siendo la muy desprestigiada Comisión de Acusaciones de la Cámara.

“Yo soy de la opinión de que Uribe, al momento en que se posesione como senador, va a tener dos fueros: el parlamentario a partir del momento de la posesión hacia el futuro por los actos que sean investigables en razón de su investidura o durante el tiempo en que ejerza desde el Congreso; y el otro, hacia el pasado, en el que los hechos serán juzgados bajo el fuero presidencial”, indica el constitucionalista Charry.

José Gregorio Hernández, a su vez, tiene “la concepción de que a la luz de la Carta Política, el expresidente Uribe, no por el hecho de posesionarse como senador, vaya a perder la inmunidad que le corresponde como presidente. A mi juicio, el doctor Uribe no pierde su fuero respecto de los hechos que hayan tenido lugar cuando ejerció la Presidencia, y por esos hechos siempre podrá la Cámara iniciarle un proceso y el Senado será quien dicte el fallo, y cuando se posesione como senador, en cuanto a los hechos que ocurran mientras sea senador, tendrá el fuero propio de los congresistas, es decir, que lo podrá juzgar la Corte Suprema”.

Agrega el expresidente del alto tribunal que en cuanto a los hechos anteriores, por ejemplo los que según las denuncias habría cometido cuando fue gobernador de Antioquia, “desde luego que respecto de ello no goza de fuero como expresidente sino como gobernador, y entonces tendría el fuero propio de los gobernadores, que es ante la Corte Suprema, previa acusación del fiscal general”.
Charry resalta, al margen, que “una cosa que hay que tener presente es que los fueros no se predican de la persona sino de la institución, es decir, el fuero lo que pretende es proteger la institución presidencial o del Congreso, y debe interpretarse desde esa óptica”.

Un expresidente peculiar

No está contemplado ni en la Constitución ni en los libros el hecho de que en Colombia un exmandatario se haga elegir como legislador, por lo que no hay nada establecido al respecto de cómo deben o no deben aplicarse algunos asuntos jurídicos y técnicos en este tema.

De hecho, Charry señala que “es una novedad y es muy peculiar, porque los expresidentes no suelen ser senadores”.

Entre tanto, Hernández dice que este hecho no tiene antecedentes en el país “por lo menos en cuanto al siglo XX. Todos los presidentes, después del plebiscito de 1957, se han retirado para ejercer como expresidentes y dejan sus memorias o dan sus opiniones, pero no han aspirado a un cargo de elección popular. Alfonso López Michelsen y Carlos Lleras Restrepo aspiraron a la reelección, pero ambos fueron derrotados”.

“Espero poder cuestionarlo”

El senador Cepeda, ante las suspicacias que han surgido en torno a la posesión o no de Uribe el 20 de julio, espera que el exjefe de Estado sí lo haga “para que podamos tener debates sobre los temas más importantes del país y también para que pueda yo cuestionarlo sobre muchos aspectos de su vida política frente a los cuales él tiene una gran deuda en materia de explicaciones al país”.

Acerca de la labor que cumplirá el exmandatario en el Capitolio, recuerda que “en su campaña dijo que se va a oponer al proceso de paz con las Farc y seguramente también al que se abrirá con el ELN, y por supuesto allí va a encontrar una firme oposición nuestra”.

“Uribe es un hombre de bien”

El presidente de Fedegán afirma no tener duda de su posesión, “como tampoco tengo duda de que será un punto de referencia en el Congreso, porque no va simplemente para contestar lista, como hacen buena parte de los parlamentarios, sino a hacer lo que se debe en el foro natural de debate. Y el nivel de control político que ejercerá, pero al mismo tiempo el nivel de control sobre la gestión que va a hacer, le restablecerá al Congreso, tan venido a menos, la dignidad y el equilibrio con los otros poderes públicos”.

Frente a la pérdida de su inmunidad presidencial, Lafaurie asevera que “Uribe es un hombre de bien y va al Congreso a seguir haciendo lo que ha hecho a lo largo de su trayectoria política. Él no es ningún delincuente y, por consiguiente, la inmunidad no es un tema que lo trasnoche. Y, por otro lado, no creo ese cuento de que los detractores se van a aprovechar de él para cuestionarlo: que se atengan, porque ese es un titán y van a tener un combatiente en el manejo de los temas públicos”.

Fuente: http://www.elheraldo.co/nacional/alvaro ... cer-146278
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Elecciones: el rescate de los bienes públicos

Message : # 5650Message Darloup »

Por Jose Amar

El sueño de la prosperidad, para la mayoría de los colombianos, es sacar a sus hijos de la escuela pública y mandarlos a un colegio privado; dejar de ir al hospital cuando se está enfermo, para ir a una clínica privada, y bajarse algún día del bus para subirse a su propio automóvil. La realidad nos dice que actualmente más del 70% de los colombianos asisten al sistema de educación pública; al enfermarse, el 67% deben hacer largas colas en los hospitales para que los atiendan, y al 77% les toca la vicisitud de transportarse en un bus público.

Reflexionando sobre la altísima abstención en las elecciones a Senado y Cámara, he recordado el estudio auspiciado por Colciencias “¿Hacia dónde va Colombia?”, que señala como una de las características del colombiano su altísima racionalidad individual, que ahoga la racionalidad colectiva, dificultando generar bienes públicos. Desafortunadamente, por diversas circunstancias, buscamos el éxito individual. Hace muchos años al profesor japonés Takeushi, que enseñaba matemática en la Universidad Nacional, le preguntaron cómo era posible que Japón, 50 años atrás, era tan pobre como Colombia y ahora nos llevaba tanta diferencia. El profesor respondió: “Un colombiano es mucho más inteligente que un japonés, pero dos japoneses son más eficaces que dos colombianos”.

Es posible que este individualismo esté asociado a muchos otros problemas, como la crisis de legitimidad del Estado, la violencia, la pobreza, el narcotráfico o la debilidad de la integración nacional, que ha hecho que los ciudadanos no valoren la importancia que juega el Estado en su calidad de vida.
El nuevo Congreso tendrá que decidir aspectos claves de la vida de todos los colombianos; no solo las negociaciones de paz con las Farc, sino también las tan esperadas reformas en salud, pensión, educación y justicia, entre otras. Sin embargo, el 56% de los colombianos se abstuvieron de elegir a quienes los represente en esas decisiones tan trascendentales para sus vidas.

Si hiciéramos un ejercicio hipotético, suponiendo que el 56% de los abstencionistas hubieran votado por candidatos y partidos distintos a los que se presentaron, solo 35 curules hubieran sido ocupadas por los partidos y candidatos actuales, y las restantes 67 curules tendrían otros ocupantes.

Sabemos que los países donde el voto es voluntario, la abstención es alta, pero en el caso de estas pasadas elecciones —sabiendo la importancia histórica que tendrá el actual Congreso—, cuesta entender que tantas personas que viven quejándose de los políticos, teniendo las opciones, prefieran abstenerse.

Si queremos bienes públicos de calidad, la sociedad colombiana, junto con mejorar su capacidad organizativa, debe tener una mayor participación en la vida de su sociedad para hacer realidad la promesa de la Democracia.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... cos-146359
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Se anima la carrera presidencial

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Las recientes encuestas que refuerzan como presidenciable a Enrique Peñalosa han animado el debate electoral. Peñalosa se enfrenta a tres retos: unificar el centro-izquierda, plantear propuestas atractivas y superar su falta de maquinaria política.

La campaña presidencial, que estaba aburrida hasta el bostezo, de repente se ha animado con las últimas encuestas que vaticinan que habrá segunda vuelta y que en esta se impondría Enrique Peñalosa, el exalcalde bogotano, quien escogió como su fórmula vicepresidencial a Isabel Segovia, hija del exministro y exsenador cartagenero Rodolfo Segovia.

Peñalosa, quien viene de una seguidilla de derrotas electorales, no lo tendrá fácil. El exalcalde bogotano ganó la consulta de la Alianza Verde el 9 de marzo con más de dos millones de votos, superando de lejos los que en 2010 obtuvo el entonces ganador de la consulta verde, Antanas Mockus. Antes tuvo que imponer ese mecanismo democrático en un partido donde es minoría y en medio de la desaprobación de tal mecanismo por parte del grupo de los Progresistas del ya exalcalde Gustavo Petro, por la sencilla razón de que Peñalosa era partidario de revocarle el mandato al entonces alcalde bogotano, aunque últimamente había morigerado notoriamente esa postura para restarle un factor de hostilidad a su aspiración presidencial.

Resolver sus conflictos con los Progresistas será, por tanto, uno de los primeros desafíos de Peñalosa, si aspira a lograr la compactación de las fuerzas de la Alianza Verde. Los petristas, hasta hoy, a juzgar por lo expresado hace una semana por uno de sus voceros más autorizados, Guillermo Alfonso Jaramillo, se inclinan por el impulso al voto en blanco. Y las relaciones entre Peñalosa y Petro han sido muy tirantes.

No obstante, el buen augurio que le pronostican las encuestas a Peñalosa podría llevar a la obligatoria unificación de la Alianza Verde, a pesar de las desavenencias de este con Petro. Sin embargo, aún está por verse cuál será la estrategia de Petro tras consumarse, el miércoles, su destitución.

En todo caso, no es sencillo el escenario para Peñalosa: unificar al centro-izquierda supone limar muchas asperezas y superar prevenciones. Incluso por parte de quienes no son petristas, como la senadora más votada de ese grupo, Claudia López, que le ha dado a Peñalosa un apoyo con la advertencia clara de que, si intenta aliarse con el expresidente Uribe, ella pediría su expulsión del partido.

Una gran dificultad para la candidatura de Peñalosa es su carencia de maquinaria, por lo que solo un torrencial respaldo ciudadano en las urnas –que desbordara la poderosa maquinaria de la Unidad Nacional del presidente Santos– podría hacer factible el triunfo del candidato verde. Otro de los retos de Peñalosa será demostrar que tiene estatura de presidente y no sólo de buen alcalde.

Tras la espuma de los buenos augurios para Peñalosa, habrá que esperar sus propuestas y evaluar su desempeño en los debates con los demás contrincantes. De todos modos, ha resultado terapéutico para la contienda presidencial que saliera un competidor que sacase del sopor el debate electoral. Por supuesto, la expectativa también con Peñalosa es si será capaz de ofrecer a la Costa una propuesta superior a la de sus adversarios. Nuestra región anhela salir de la pobreza. Y anhela más autonomía para definir su propio desarrollo.

Fuente: http://www.elheraldo.co/editorial/se-an ... ial-146778
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La Ley del ‘Montes’: Peñalosa, ¿será que ahora sí le suena la flauta?

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El candidato a la Presidencia por la Alianza Verde, Enrique Peñalosa, junto a Isabel Sogovia, su fórmula vicepresidencial.


Por Óscar Montes

Hoy por hoy lo mejor que le puede pasar al candidato Enrique Peñalosa es que ni Petro ni Uribe lo quieran.

A Enrique Peñalosa los progresistas de Gustavo Petro lo señalan de ser uribista y los uribistas de Álvaro Uribe dicen que es progresista, mientras que unos y otros –petristas y uribistas– sostienen a la vez que es santista. En otras circunstancias políticas podría pensarse que el exalcalde de Bogotá se encuentra en el peor de los mundos, pues ni el petrismo lo quiere ni el uribismo lo acepta. Petro es hoy un fenómeno político debido a la polémica decisión del procurador general Alejandro Ordóñez de destituirlo e inhabilitarlo por 15 años para ejercer cargos públicos, la cual terminó generando una gran solidaridad con el exsenador, mientras que Uribe se convirtió el pasado 9 de marzo en un hecho político al lograr –sin mermelada– la segunda mayor votación del país.

Ocurre, sin embargo, que hoy por hoy lo mejor que le puede pasar al candidato Enrique Peñalosa es que ni Petro ni Uribe lo quieran. Pero sobre todo no dejarse querer de ellos, pues cualquiera de los dos es más lo que le resta que lo que le suma. En la medida en que se desmarque de uno y otro y –por supuesto- tampoco se arrime a Santos, la candidatura de Peñalosa será viable electoralmente.

En el caso de Uribe, por ejemplo, el fracaso de Peñalosa al tratar de volver a la Alcaldía Mayor de Bogotá demostró que “cargarle el megáfono al expresidente” no fue una buena decisión y que la misma afectó de forma severa su aspiración.

No obstante, hay que decir a favor de Peñalosa y también de Uribe que los verdaderos ‘culpables’ del triunfo de Gustavo Petro fueron los candidatos Carlos Fernando Galán, David Luna y Gina Parodi, aspirantes al Palacio Liévano, quienes prefirieron mantener sus nombres hasta el final en lugar de sumarse al de Peñalosa, que era el único candidato que podía derrotar a Petro. Hoy Peñalosa carga con la cruz del fracaso, mientras que los otros tres disfrutan, uno de las mieles del éxito electoral del pasado 9 de marzo y los otros dos de la burocracia oficial.

De cualquier manera, lo cierto es que el matrimonio Uribe-Peñalosa no funcionó, hasta el punto de que actualmente el exalcalde de Bogotá es mucho menos uribista de lo que algunos petristas creen, entre ellos la nueva senadora de la Alianza Verde, Claudia López, amiga de Peñalosa y enemiga política de Uribe.

En lo que tiene que ver con Gustavo Petro el asunto es tan complejo como lo que sucede con Uribe. Para empezar, ni Peñalosa es petrista ni Petro es peñalosista. Pero, Peñalosa es el candidato del petrismo a la Presidencia de la República, por cuenta de que derrotó en la consulta interna de ese partido a los aspirantes John Sudarsky y Camilo Romero. Ese triunfo es irrefutable, así no les guste a algunos petristas radicales, como Ángela Robledo, que prefiere atravesarse como mula muerta a una candidatura que logró dos millones de votos el 9 de marzo, independientemente de si hubo o no consultas de otros partidos.

Curiosamente –contrario a lo que piensa la gran mayoría de las personas– Peñalosa, como gobernante, es más de centro-izquierda, que de centro-derecha. Si Santos se define como un “traidor de su clase”, sin que haya un solo hecho que lo demuestre, Peñalosa podría perfectamente enarbolar esa bandera. No en vano sus mayores opositores en Bogotá están en los estratos cinco y seis, que lo padecieron durante su administración.

De manera que el secreto de la candidatura de Peñalosa está en que logre desmarcarse efectivamente de Uribe, Petro y Santos, no de uno o dos de ellos, sino de todos. Solo así podría persuadir a un sector de la población que no comulga ni con las posturas, ni mucho menos con la polarización que ellos generan.

Esa sí sería una verdadera tercería, atractiva opción que cada cuatro años ronda en tiempos de elección presidencial –ya sea en cabeza de Noemí Sanín, en tiempos de Pastrana contra Serpa, o de Antanas Mockus, como candidato de la ‘ola verde’– pero que nunca logra cuajar. ¿Le sonará la flauta a Peñalosa? ¿Quiénes gana y quiénes pierden con su candidatura? ¿Qué tan viable es la tercería? ¿Cómo jugará Santos?

Santos vs Peñalosa, la misteriosa segunda vuelta

La más reciente encuesta sobre intención de voto en primera vuelta presidencial realizada por Ipsos Napoleón Franco para RCN Radio, RCN Televisión, La FM y revista ‘Semana’ muestra a Santos ganador con un 24 por ciento, mientras que Óscar Iván Zuluaga, Clara López y Enrique Peñalosa tienen un empate técnico con el 9, 9 y 8 por ciento, respectivamente. Marta Lucía Ramírez tiene el 4 por ciento; la franja de no sabe, el 27 por ciento; el voto en blanco, el 19 por ciento; y un 3 por ciento no votaría. En una eventual segunda vuelta, Santos le ganaría a todos, entre ellos al propio Peñalosa, con un 33 por ciento a favor del primero contra un 19 por ciento por el segundo. El problema para Peñalosa –en términos meramente electorales, se entiende- es que carece de maquinaria y mermelada, que son las grandes fortalezas de Santos. La pregunta es ¿qué pasaría con Peñalosa y las otras candidaturas en una segunda vuelta Santos vs Peñalosa? Se armaría el tan anunciado ‘toconsan’ (todos contra Santos, incluyendo a los godos, que siguen sin decidirse). ¿Y qué hará Uribe, que se muestra cada día menos peñalosista, entre otras cosas por el respaldo del exalcalde a los diálogos de La Habana?

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Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras, su fórmula vicepresidencial.


¿A qué juega Santos?

El campanazo del pasado 9 de marzo por cuenta del golpe de opinión de Uribe en Bogotá, donde se convirtió en uno de sus mayores electores, disparó las alarmas de Santos, quien tomó medidas de inmediato y puso en el Palacio Liévano a uno de sus hombres de confianza para suceder a Gustavo Petro, destituido e inhabilitado por la Procuraduría General: el ministro Rafael Pardo Rueda. De manera que el pulso fuerte por Bogotá será entre Peñalosa, que todos lo añoran pero a la hora de votar por él más de uno lo piensa dos veces; Uribe-Óscar Iván Zuluaga, que entraron pisando fuerte el 9 de marzo; y Santos-Vargas Lleras-liberalismo, que quieren recuperar a la capital como su fortín electoral. La gran apuesta electoral de Peñalosa en Bogotá está cifrada en el voto de opinión, que en la ciudad es determinante, pues se trata de un sufragio más racional y muchos menos amarrado a compromisos clientelistas, como ocurre en buena parte del resto del país. La Unidad Nacional estará, sin duda, con Santos, sin que importe mucho el comportamiento conservador que, históricamente, no ha sido protagónico en la capital.

Un candidato bogotano y citadino

Las grandes ciudades del mundo pagan una buena cantidad de dólares para escuchar a Enrique Peñalosa hablar de su “revolución urbana” y analizar sus conceptos acerca de una “ciudad igualitaria a través del uso del transporte público”. Peñalosa es una autoridad en esa materia y su nombre tiene un gran poder de convocatoria internacional. Pero Colombia más que un país de ciudades, es un país de regiones y el primero que debe entenderlo es Peñalosa, cuyo nombre aparece estrechamente ligado a la capital. Deberá, pues, comenzar a ‘desbogotanizarse’ y empezar a ‘regionalizarse’. La elección de la exviceministra Isabel Segovia como su fórmula vicepresidencial apunta a esa dirección. Segovia es lo que se podría llamar coloquialmente como una ‘bogoteña’, cuya condición de haber nacido en Bogotá no la alejó de sus raíces costeñas, pues su familia es oriunda de la Región Caribe. El reto para Peñalosa es convertir su discurso con un fuerte componente en la suerte de las ciudades, en uno más regional –o si se quiere rural- donde la desigualdad es, incluso, más grandes que en las capitales.

Tercería, ¿ahora sí?

La primera vez que una tercería tuvo opciones reales de triunfo en Colombia fue en la campaña presidencial de 1998, que enfrentó en segunda vuelta a Andrés Pastrana contra Horacio Serpa. En esa oportunidad la tercería de Noemí Sanín estuvo a punto de dar la gran sorpresa, con una campaña publicitaria en la que se destacaba la polarización del país por cuenta del candidato heredero del 8.000 contra el delfín conservador. “A nosotros nos faltó una semana más de campaña”, me reconoció en alguna oportunidad Miguel Silva, entonces estratega de la excanciller. En esta oportunidad, Peñalosa podría jugar ese papel, pues la suya es claramente la candidatura llamada a despolarizar los extremos que hoy representan Santos y Uribe, en cabeza del candidato Óscar Iván Zuluaga. La candidatura de Marta Lucía Ramírez necesita con urgencia alinear a todo su partido, pues corre el riesgo de ser una Noemí II, es decir una candidata presidencial de un partido sin el respaldo de dicho partido. Noemí puede contarle mejor que nadie esa amarga experiencia. A diferencia de lo que ocurrió hace cuatro años con la ‘Ola verde’ de la que hizo parte Peñalosa, en esta oportunidad tres de sus caciques juegan en distintos equipos: Fajardo no quiere saber nada de los verdes, Lucho Garzón es santista y Mockus un día quiere ser congresista y al día siguiente presidente.

Fuente: http://www.elheraldo.co/politica/la-ley ... uta-147018
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Lo que no se sabe de los precandidatos a la Presidencia

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Óscar Montes, ex jefe de redacción y columnista de EL HERALDO, tuvo a su cargo el perfil de Juan Manuel Santos en el libro ‘Los suspirantes 2014’. Ofrecemos un adelanto de su análisis.


Por Óscar Montes

Capítulo 1
Juan Manuel Santos:
Todo por el poder


Esa mañana del 3 de mayo de 2010 el candidato presidencial Juan Manuel Santos Calderón lucía particularmente nervioso, algo que llamó la atención de sus colaboradores, pero sobre todo de sus familiares y amigos más cercanos, quienes han aprendido a lidiar con la frialdad que lo caracteriza, aun en los momentos más adversos. Santos es un hombre que sabe controlar muy bien sus estados de ánimo y es mucho más racional que emocional, como buen Leo.

No obstante, no era ese el hombre que sus amigos y familiares tenían frente a sus ojos. Su esposa, María Clemencia Rodríguez, Tutina para sus amigos, y sus hijos, Martín, María Antonia y Esteban, advirtieron en su mirada un poco de angustia por el difícil momento que atravesaba la campaña presidencial a la que varios expertos le anunciaban un pronto naufragio.

Juan Manuel Santos como candidato tiene dos graves problemas: no tiene carisma y tampoco es buen comunicador.

Esa frase la escuché muchas veces en plena campaña por la Presidencia, de labios de encuestadores y expertos en marketing electoral, quienes le auguraban poco éxito a la campaña oficialista de Santos.

Por cuenta de su falta de carisma y de una mala estrategia para comunicar su mensaje, Juan Manuel Santos estaba arriesgando la Presidencia de la República, el sueño más importante de su vida y la tarea para la que se había preparado con esmero y disciplina desde muy joven.

Su peculiar tartamudez, que lo acompaña desde su infancia y que prácticamente había sido desterrada gracias a una rutina diaria de ejercicios de vocalización que se impuso tiempo atrás, reapareció ese día con mayor intensidad, hasta el punto que quienes estaban a su alrededor debían hacer grandes esfuerzos para entender con claridad sus palabras.

Cuando llegó a la sala de prensa, que había sido acondicionada por su equipo de campaña para la ocasión, tomó el micrófono con firmeza, y sin mayores preámbulos anunció: “He tomado la decisión de hacer cambios fundamentales en mi equipo de asesores y a partir de este momento queda al frente de la dirección de comunicaciones el señor J. J. Rendón”.

Pocos minutos después abandonó la sala de prensa y se dirigió a su despacho, ante la perplejidad de varios de sus asesores, entre ellos algunos del equipo de comunicaciones, que solo en ese momento se enteraron de los drásticos cambios realizados por el candidato presidencial.

Aunque era un secreto a voces que las cosas en la campaña oficialista no marchaban bien y que el candidato no estaba conforme con los resultados obtenidos hasta ese momento, lo que más llamó la atención fue el hecho de que semejante golpe de timón se produjera a escasos 27 días de la primera vuelta presidencial. Hubo quienes, inclusive, calificaron la audaz decisión como un suicidio político o –en el mejor de los casos– un acto desesperado.

Ni lo uno ni lo otro. Los hechos demostrarían poco tiempo después que la decisión fue correcta. El controvertido asesor venezolano J. J. Rendón tuvo la capacidad de darle el vuelco que la campaña necesitaba para derrotar a los otros candidatos, especialmente a Antanas Mockus, considerado el rival a vencer, quien mostraba cada día un extraordinario crecimiento en las encuestas.

J. J. Rendón le dio a la campaña de Santos lo que Santos quería: agresividad extrema y arremeter con todo. Con la llegada de Rendón empezaron a llover golpes constantes al hígado de los demás candidatos, comenzando por el exalcalde Mockus, quien habría de sufrir en carne propia la intensidad de los ataques diseñados por Rendón y ejecutados por Santos.

Hasta el mismísimo presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, se sumó a esa causa y sin ningún rubor se puso la camiseta del candidato de sus preferencias, algo de lo que meses después se arrepentiría.

El llamado “rey de la rumorología” hizo honor a su remoquete y desde las filas del candidato Santos empezó a bombardear de forma inclemente al aspirante favorito en las encuestas, quien, ante la agresión inclemente y desbordada, comenzó a lucir dubitativo, nervioso y hasta temeroso.

El presidente Uribe, que debía ser prenda de garantía de todos los aspirantes a sucederlo y cuya popularidad alcanzaba cifras superiores al 90 % de aprobación por parte de los colombianos, no ahorró esfuerzos en sus ataques a quien consideraba su peor enemigo político.

“Me parece grave –declaró Uribe en plena campaña– que cuando algunos en el país dejaron crecer la guerrilla y el paramilitarismo, hoy se presenten como los honestos en contra de la corrupción y la politiquería”.

La declaración del Jefe del Estado apuntaba directamente a la yugular de Mockus, a quien le pasaba la cuenta de cobro por el ataque con morteros que sufrió la Casa de Nariño el 7 de agosto de 2002 durante su posesión por primera vez como presidente, siendo alcalde de Bogotá quien ahora figuraba como la principal amenaza electoral de su pupilo político.
En su afán por descalificar a Mockus, Uribe llegó a llamarlo “caballo discapacitado”, en clara alusión a la enfermedad de Párkinson que le había sido diagnosticada recientemente y que fue puesta en evidencia por empleados de la campaña de Santos, quienes se encargaron de hacer circular la versión por los distintos medios de comunicación de Bogotá. Ante el aluvión de rumores, el propio Mockus debió salir a reconocer que padecía el mal.

De la mano de Rendón –y con la anuencia del candidato Santos y el presidente Uribe–, la campaña presidencial entró de lleno en el terreno de la ‘rumorología’ y de los ataques aleves, campo en el que el estratega venezolano se mueve con propiedad.

La agresiva estrategia diseñada por J. J. Rendón, aunque criticada por los contrincantes del candidato oficialista, puso fin a la paridad que mostraban las encuestas y le rompió el espinazo a la tendencia electoral que daba como ganador a Mockus, por encima de Santos, Germán Vargas Lleras, Noemí Sanín y Gustavo Petro, los otros candidatos.

Pero J. J. Rendón no solo se dedicó a ensuciar la campaña electoral con conjeturas y chismes sobre los demás aspirantes. Dentro de su nueva estrategia borró el color naranja de toda la papelería que identificaba la campaña de Santos, puso a Uribe en el centro de la foto y mandó al candidato a un segundo plano, todo lo contrario a lo que hasta ese momento habían hecho sus estrategas, muchos de los cuales provenían de la Casa de Nariño.

Por recomendación expresa de J. J. Rendón, Santos comenzó a mostrarse más uribista que el propio Uribe y empezó a mostrar la faceta del alumno aplicado en lugar de la del alumno aventajado, que era con la que mejor se sentía. Rendón convenció a Santos de lo que parecía imposible: que en la campaña presidencial el importante era Uribe y no él, algo que, al comienzo, le produjo malestar, teniendo en cuenta sus muy bajos niveles de humildad y modestia. Pese a esa resistencia, J. J. Rendón no cedió un milímetro en su pretensión:
“Si queremos ganar, tenemos que entender que aquí el importante es Uribe”, fue la premisa que se impuso a partir de ese momento.

A la postre la estrategia de Rendón funcionó y Santos ganó en las dos vueltas presidenciales. La primera el 30 de mayo, con algo más del 65 %, y la segunda el 20 de junio, con el 69 %. En ambas derrotó a Antanas Mockus, el candidato favorito en las encuestas hasta la llegada de J. J. Rendón.

En la segunda vuelta, Santos sacó nueve millones de votos, mientras Mockus obtuvo 3,5 millones. La votación de Santos ha sido la más alta obtenida por un aspirante a la Presidencia de la República en el país.

El secreto del triunfo estuvo en la decisión que tomó Santos de poner al frente de su estrategia electoral al “rey de la rumorología” en América Latina. Al traerlo a sus huestes, Santos jugó la carta ganadora y silenció a quienes habían apostado por su fracaso.

Uno de los más contentos con el triunfo de Santos fue Germán Chica, amigo personal de Rendón y hombre de absoluta confianza de Santos desde los tiempos en que este creó la Fundación Buen Gobierno, entidad que funciona como centro de pensamiento santista, pero, sobre todo, como plataforma política y electoral del ahora candidato presidencial a la reelección. Chica fue determinante para que Santos diera el timonazo cuando su campaña fracasaba, y se decidiera a darle vía libre a Rendón para que ejecutara su estrategia electoral.

La elección de Juan Manuel Santos como el presidente número 70 en la historia republicana de Colombia fue interpretada por sus amigos y por quienes lo conocen desde sus tiempos de estudiante de Economía y Administración de Empresas de la Universidad de Kansas, Estados Unidos, de Economía y Desarrollo Económico del London School of Economics y de Administración Pública de la Universidad de Harvard, como un hecho natural, producto de su habilidad política –que lo lleva a estar siempre en el momento indicado y a la hora precisa de la toma de las grandes decisiones– y de su disciplina académica.

“A la hora de la foto, Juan Manuel siempre aparece”, me dijo un colega de gabinete de Santos en tiempos de Andrés Pastrana.

Sus mejores amigos, que son bien escasos, entre ellos Felipe López Caballero, dueño de la revista Semana, y José Gabriel Ortiz, actual embajador en México, daban por hecho que tarde o temprano, Juan Manuel Santos sería presidente de Colombia.

“¿Alguien duda de que Juan Manuel va a ser presidente de Colombia?” era una de las preguntas que López Caballero pronunciaba con mayor énfasis cada vez que Semana debía ocuparse de un tema relacionado con las actividades políticas de su gran amigo, con quien compartió largas jornadas en Londres, cuando ambos eran funcionarios de la Federación Colombiana de Cafeteros a mediados de los 70.

Otras personas bastante allegadas a Santos, entre ellas varios políticos que se encargaron de abrirle trocha en el Partido Liberal cuando la Presidencia de la República era un sueño lejano, como Rodolfo González, Rodrigo Garavito y Eduardo Mestre Sarmiento, miembros destacados de lo que en su momento se llamó el ‘Grupo de la Contraloría’, también hicieron la misma apuesta. Los nombres de todos ellos no se volvieron a pronunciar por parte de los amigos más cercanos a Santos, debido a que todos fueron vinculados, procesados y encarcelados por cuenta del proceso 8.000, durante el gobierno de Ernesto Samper.

A la postre todos acertaron en su pronóstico respecto al futuro político de Juan Manuel Santos, como también acertó su otro amigo, también caído en desgracia, Fernando Botero Zea, a quien en más de una tertulia con vinos y tapas españolas le escuchó decir que en un país en guerra como Colombia el mejor camino para llegar a la Casa de Nariño es el Ministerio de Defensa.

Paradójicamente el consejo le funcionó a Santos en tiempos de Álvaro Uribe, que lo nombró ministro de Defensa, pero no a Botero en tiempos de Ernesto Samper, pues el hijo del maestro Fernando Botero y de Gloria Zea debió abandonar el cargo, purgar cárcel durante un tiempo y luego vivir en el ostracismo en México por cuenta del proceso 8.000.

En la búsqueda de la Presidencia de la República, Juan Manuel Santos encontró en El Tiempo, periódico que fuera de su familia, el mejor trampolín para alcanzar esa meta. En efecto, mientras sus hermanos y primos veían en el diario bogotano el escenario natural para desarrollarse profesionalmente, Juan Manuel Santos sabía que se trataba del mejor medio para alcanzar la meta que se había propuesto de ser presidente.

A diferencia de su hermano Enrique y de sus primos Rafael y Francisco, quienes llegaron a El Tiempo en calidad de ‘cargaladrillos’ de la redacción, hasta acceder tiempo después a puestos directivos, como la jefatura de Redacción y la codirección, Juan Manuel ingresó a El Tiempo por la puerta ancha de la subdirección en 1981, cargo al que llegó después de desempeñarse como delegado de la Federación Nacional de Cafeteros ante la Organización Internacional del Café en Londres durante nueve años, desde 1972, poco después de culminar sus estudios universitarios en Estados Unidos.

Desde la subdirección de El Tiempo Juan Manuel echó línea política, hizo amigos y marcó derroteros mediante sus editoriales. En otras palabras, el diario le permitió mover los hilos del poder, que fue siempre su verdadera motivación periodística. Mientras Enrique, su hermano mayor, y sus primos Rafael y Pacho buscaban chivas y ganaban premios como periodistas, Juan Manuel cultivaba amigos que le permitieran subir a la Presidencia de la República desde la escalera de El Tiempo.

Guillermo Pérez, veterano periodista y editor político de El Tiempo durante muchos años, justificaba el hecho de destacar las actividades de algunos políticos locales y nacionales por encima de las de otros con una frase que terminó por hacer carrera en sala de redacción del diario:

“Don Enrique, es que él es de los amigos de Juan Manuel”, respondía Pérez, cada vez que el entonces editor general del periódico –ya fallecido– y padre del hoy presidente, le increpaba por haberle dado demasiado despliegue –con foto incluida– a un político con poco renombre, a los que él llamaba con sorna “lagartos”.

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A diferencia de su abuelo Enrique Santos Montejo, Calibán, considerado en su momento el mejor columnista del país, y de su padre, Enrique Santos Castillo, editor general de El Tiempo durante 59 años hasta el día de su muerte, Juan Manuel Santos Calderón tiene más alma de político que de periodista; aunque narra con orgullo su paso por el diario bogotano, es evidente que sus grandes emociones no provienen de una exclusiva periodística o de la posibilidad de obtener una entrevista reveladora, sino de un triunfo electoral o de la derrota aplastante de uno de sus enemigos políticos.

Ahí radica el gran parecido con su tío abuelo el expresidente liberal Eduardo Santos Montejo, presidente de Colombia entre 1938 y 1942 y dueño de El Tiempo durante varias décadas.

Juan Manuel Santos hace parte de la vieja escuela de políticos con periódicos, que durante décadas marcó el derrotero del país, como los expresidentes conservadores Laureano Gómez, fundador y dueño de El Siglo, y Mariano Ospina Pérez, propietario de La República, quienes hicieron de las páginas de sus diarios sus trincheras para defenderse o atacar a sus contradictores.

De manera que dada su vocación más de político que de reportero, era evidente que cuando las escalinatas de El Tiempo no fueran suficientes para alcanzar sus verdaderos propósitos, Juan Manuel Santos daría el paso que lo alejaría para siempre de la sala de redacción y lo llevaría al mundo despiadado pero fascinante de la política, el que le apasiona en realidad.

Ingresar a la política le costó el distanciamiento de su familia, empezando por su hermano Enrique y sus primos Rafael y Pacho. El primero llegó, inclusive, a afirmar en una entrevista, siendo Juan Manuel Santos ministro de César Gaviria: “Dios nos libre si él es presidente”, frase de la que se arrepintió luego de escuchar la primera alocución de su hermano como presidente, el 7 de agosto de 2010, la que calificó como “impactante, coherente e impecablemente articulada”.

Juan Manuel Santos llegó a la política de la mano del presidente César Gaviria, quien lo nombró ministro de Comercio Exterior en 1991. Las malas lenguas afirman que el cabildeo por parte de Santos desde las páginas de El Tiempo y de sus amigos desde otros frentes para que se diera su nombramiento fue intenso, mientras que Santos y el propio Gaviria sostienen que nadie tenía mejores méritos para el cargo que el entonces subdirector del diario bogotano.

Sea cual sea la versión correcta, lo cierto es que nadie mejor que Juan Manuel Santos sabe lo que vale y pesa en el país un titular de El Tiempo, mucho más si quien es objeto del mismo es el propio presidente de la República.

Como miembro del gabinete de Gaviria, Santos debió padecer dos hechos que pusieron a prueba su recién estrenada piel de político: la fuga de Pablo Escobar de la cárcel de La Catedral y el tristemente célebre apagón por culpa del intenso verano que azotó el país. El primero por poco le cuesta la cabeza a su colega de gabinete Rafael Pardo, entonces ministro de Defensa, y el segundo le permitió implementar el cambio de la hora legal del país al horario del verano durante nueve meses en un intento por aminorar los efectos del racionamiento eléctrico. Al final, el agua sucia del apagón le cayó a Gaviria y el chaparrón por la fuga de Escobar lo soportó Pardo.

Como ocurre con los niños que prueban la mermelada y les gusta, a Santos el mundo de la política terminó por convencerlo de que había tomado la decisión acertada cuando optó por abandonar El Tiempo, cuya Dirección, sin duda, habría ocupado de haber seguido en el diario.

Al abandonar el Ministerio de Comercio Exterior en 1993, Santos le apuntó a un cargo que le permitiría tener un trato más directo con la clase política nacional: ser elegido por el Senado el último designado a la Presidencia, pues la figura desapareció para darle paso a la Vicepresidencia de la República, figura creada por la Constitución de 1991.

Para acceder a dicho cargo, Santos debió partir cobijas con uno de sus amigos políticos, el dirigente antioqueño William Jaramillo, quien dada su trayectoria daba por descontada su elección. En esa oportunidad Santos se valió de la influencia de los “innombrables” –González, Garavito y Mestre–, quienes se encargaron de mover los hilos en el Senado para que él, que no tenía entonces mayor ascendencia sobre los congresistas, derrotara a Jaramillo. A esa causa se sumó otro santista incondicional, el desaparecido senador antioqueño Luis Guillermo Vélez.

De manera que en su incipiente carrera política, Santos cumplió una premisa fundamental para quienes desean figurar en ese mundo: ser primero o último, pues nadie se acuerda de los demás. Él fue el primer ministro de Comercio Exterior y el último designado a la Presidencia.

Entre 1995 y 1997 Santos se desempeñó como codirector del liberalismo, cargo al que renunció con la intención de presentar su precandidatura presidencial, aspiración que a la postre abandonó al no encontrar ambiente propicio para darle viabilidad a su propósito.

Luego de retirarse del cargo directivo en el liberalismo, protagonizó uno de los capítulos más controvertidos en su vida como hombre público: la propuesta de realizar una Asamblea Constituyente que permitiera una salida política a la crisis que afrontaba el presidente Ernesto Samper por cuenta del proceso 8.000.

Protagonistas estelares de ese episodio, como el exministro conservador Álvaro Leyva Durán, muy cercano a las Farc, sostienen que la propuesta fue ventilada por Santos ante las Farc y ante otros cuestionados personajes del país, como el desaparecido ‘zar de las esmeraldas’, Víctor Carranza, señalado de tener vínculos con grupos paramilitares en los Llanos Orientales.

De la participación de Santos en la crisis de Samper quedó como constancia una carta que dirigió al presidente en 1997 en la que propuso por primera vez la creación de una zona de distensión para los grupos guerrilleros, idea que posteriormente retomó Andrés Pastrana, cuando ganó la Presidencia en 1998. En la misiva a Samper, Santos planteó:

“Una vez integrado el gobierno, el señor presidente, en su condición de director de la fuerza pública y comandante supremo de las Fuerzas Armadas de la República, procedería a ordenar el despeje de un área previamente acordada del territorio nacional en conflicto, o, lo que es igual, a efectuar el retiro de la fuerza pública del espacio geográfico predeterminado. Esta área se convertiría en zona de distensión y diálogo a fin de facilitar, con plenas garantías y total seguridad, el encuentro de representantes del Gobierno, del Congreso, de la sociedad civil y de la Comisión de Conciliación Nacional con los insurgentes”.

Se podría decir que este es el primer pronunciamiento oficial de Santos en lo que tiene que ver con el tema de la paz, el mismo que –una vez en la Presidencia de la República en agosto de 2010– terminó convirtiéndose en su principal bandera política y electoral, al liderar la negociación con las Farc en La Habana, Cuba, proceso que se lleva a cabo en la actualidad.

La carta no obtuvo respuesta por parte del presidente Samper, quien terminó dándole crédito a la tesis de la supuesta conspiración de Santos para derrocarlo, algo que el propio Santos se encargó de desvirtuarle mucho tiempo después, ya como jefe del Estado.

La versión de Santos sobre el espinoso asunto es mucho más sencilla: la Asamblea Constituyente no comprometía la estabilidad de Samper, puesto que sería su sucesor quien se encargaría de convocarla y la misma sería el resultado de las discusiones entre el Gobierno y la guerrilla. La tarea del presidente en ejercicio –Samper, en este caso– no sería otra que la de ordenar el despeje de una región del país previamente acordada.

Sea como fuere, la distancia entre Samper y Santos se hizo más grande por cuenta de este episodio y solo se estrechó cuando Santos llegó a la Casa de Nariño en 2010 y limó asperezas con quien durante su gobierno llegó a matricularlo en el llamado “club de los conspis”, es decir el de aquellas personas que pretendían sacarlo a gorrazos de la Presidencia por cuenta del escándalo del proceso 8.000.

En julio de 2000 Andrés Pastrana, con quien Santos también había tenido agrios enfrentamientos, precisamente por el tema de los diálogos del Caguán, lo nombró ministro de Hacienda, luego de soportar duras críticas de este por cuenta de su propuesta de promover la revocatoria del Congreso de la República y del manejo que les había a algunos asuntos económicos.

Juan Manuel Santos encontró en la iniciativa del Gobierno de revocar el Congreso la mejor oportunidad para ambientar la revocatoria del mandato presidencial, aprovechando que Pastrana atravesaba su peor momento en las encuestas, que lo mostraban con apenas el 25 % de aprobación por cuenta de los diálogos con la Farc. Para ello se valió del senador Luis Guillermo Vélez, una de sus principales fichas en el Congreso, quien propuso una sorpresiva y singular iniciativa: revocar el mandato presidencial si Pastrana insistía en revocar el Congreso.

Pastrana se asustó con el anuncio y luego de perder a su ministro de Gobierno, Néstor Humberto Martínez, quien sería sometido a una moción de censura, no solo no promovió la revocatoria del Congreso, sino que terminó premiando a Juan Manuel Santos, al nombrarlo ministro de Hacienda. Una vez más, Santos –reconocido jugador de póquer– había jugado la carta ganadora.

En muy corto tiempo dos presidentes de la República en ejercicio –Ernesto Samper Pizano y Andrés Pastrana Arango, enemigos irreconciliables, por cuenta del proceso 8.000– fueron blanco de ataques, unos soterrados y otros particularmente virulentos, por parte de un hombre que se trazó desde muy joven la meta de llegar al puesto donde ellos se encontraban. A ambos les demostró que en el cumplimiento de ese propósito vital no tendría piedad ni se mediría en consideraciones políticas o personales.

Pastrana no solo nombró ministro a Santos, sino que terminó agradeciéndole el hecho de haber aceptado la cartera de Hacienda y de haber mostrado muy buenos resultados en corto tiempo, sobre todo en materia de inflación y desempleo, indicadores que mejoraron con su gestión.

Las razones de Santos para aceptar el nombramiento de un presidente al que pocas semanas atrás no solo había descalificado en duros términos, sino que había pretendido desestabilizar al promover la revocatoria de su mandato, fue categórica y soberbia, condición esta última que le reconocen propios y extraños:

—Acepté el cargo para salvar al Gobierno.

Pero la vida política de Juan Manuel Santos –que luego de ser subdirector de El Tiempo, designado a la Presidencia de la República y ministro de tres gobiernos– amenazaba con estancarse y por consiguiente no llevarlo a la Casa de Nariño, el puerto que siempre añoró y por el que siempre luchó con convicción, dio un giro radical con su designación como ministro de Defensa de Álvaro Uribe Vélez, el 19 de julio de 2006, cargo que desempeñó con eficacia hasta mayo de 2009.

Su nombramiento como ministro de Defensa de Uribe causó sorpresa no solo porque Santos se había convertido en duro crítico de la reelección del mandatario desde su columna de El Tiempo, sino porque era de público conocimiento la animadversión de Uribe con la élite bogotana, uno de cuyos representantes más connotados es Juan Manuel Santos.

Sus desencuentros personales y políticos habían sido públicos y ambos se encargaron de resaltarlos. Fue Uribe como senador quien denunció a Juan Manuel Santos, entonces ministro de Hacienda de Pastrana, de pretender revivir los tristemente célebres auxilios parlamentarios, mediante la figura de las partidas regionales. Y fue Santos quien respaldó desde su columna de El Tiempo la campaña de Horacio Serpa en detrimento de la de Uribe. Las suyas eran unas relaciones distantes y –si se quiere– inamistosas.

¿Qué pasó para que se produjera el milagro? El olfato político de Juan Manuel Santos, cualidad que también le reconocen amigos y contradictores, lo llevó en 2005 a proponer la creación de una disidencia uribista del liberalismo, luego de la expulsión –liderada por Piedad Córdoba, la gran enemiga política de Uribe desde la época en que ambos incursionaron en la política antioqueña– de un grupo de parlamentarios que respaldaban la reelección del mandatario, entre ellos el desaparecido Luis Guillermo Vélez, el más santista de los santistas, y Zulema Jattin, vinculada posteriormente al escándalo de la parapolítica.

Santos consideró que el Partido Liberal debía apoyar la reelección de Uribe, quien gozaba en esos momentos de un respaldo popular que superaba el 90 % en las encuestas, y por ello sostenía que oponerse a ese fenómeno político era poco menos que un suicidio.

Ese gesto amistoso de Santos fue muy bien recibido por Uribe, quien avanzaba en darle forma a su proyecto de crear un nuevo partido y fue así como le ofreció un lugar muy destacado en el mismo a Juan Manuel Santos, quien se sumó entonces a los caldenses Óscar Iván Zuluaga y Adriana Gutiérrez, amigos personales de Uribe. El nombre que le pusieron a la criatura fue Partido de Unidad Nacional, más conocido como partido de La U.

La prueba de fuego del nuevo partido y de Juan Manuel Santos fueron las elecciones de 2006, donde con Uribe como candidato a la reelección y unas variadas listas de Senado y Cámara, La U se convirtió en el partido político con mayor votación. Todos –empezando por Uribe– reconocieron el papel fundamental que jugó Santos para el triunfo electoral.

A la hora del reconocimiento por parte de Uribe a sus soldados en la batalla electoral de marzo de 2006, Juan Manuel Santos fue premiado con el Ministerio de Defensa, cargo que, sabía muy bien, se podría convertir en el último escalón para llegar a la Casa de Nariño.

Ser el ministro de Defensa de un país en guerra y bajo las órdenes de quien es considerado el padre de la Seguridad Democrática era tanto como tener en sus manos el boleto ganador del premio gordo de la lotería. El Ministerio de Defensa era quizá la última oportunidad de Santos de ocupar el cargo que había desempeñado su tío abuelo Eduardo Santos Montejo.

Al frente del Ministerio de Defensa, Santos produjo los resultados que Uribe esperaba en su lucha contra los grupos guerrilleros, especialmente las Farc. El grupo insurgente vio caer, como si se tratara de fichas de ajedrez, a sus comandantes Raúl Reyes en territorio ecuatoriano en la llamada Operación Fénix, al Negro Acacio y a Martín Caballero en los Montes de María, entre otros. La guerrilla vio cómo Karina, una de sus comandantes más feroces, se entregaba al Ejército luego de una intensa persecución.

El país presenció anuncios constantes de masivas entregas de guerrilleros, que llevaron al entonces comandante de las Fuerzas Militares, general Freddy Padilla De León, a decir que el país asistía al “fin del fin de las Farc”.

Pero, además, con Santos como ministro de Defensa, las Farc recibieron la peor burla que jamás llegaron a imaginarse: la llamada operación Jaque, que permitió la liberación de la candidata presidencial Íngrid Betancourt, amiga de Santos desde sus tiempos como ministro de Comercio Exterior; 11 militares y policías, y tres estadounidenses que estaban en su poder.

Todo ello sin disparar un solo tiro, pero utilizando emblemas de uso exclusivo de la Cruz Roja, lo que desató una gran controversia internacional. La cinematográfica operación catapultó a Santos ante la opinión pública y le dio el reconocimiento popular que necesitaba con miras a una futura candidatura presidencial.

La capacidad de reacción y su habilidad para manejar la información, producto de sus años como periodista, lo llevaron a sortear con éxito las dos grandes crisis que debió afrontar como ministro de Defensa: la Operación Fénix, donde fue abatido en territorio ecuatoriano Raúl Reyes, conocido como el “canciller” de las Farc, y los llamados “falsos positivos”.
La Operación Fénix –donde también murieron ciudadanos ecuatorianos y mexicanos– produjo la mayor crisis diplomática del gobierno de Álvaro Uribe, quien debió soportar los duros señalamientos del presidente de Ecuador, Rafael Correa, y de su colega venezolano, Hugo Chávez. La justicia ecuatoriana libró orden de captura contra el ministro Santos y otros miembros de la cúpula militar colombiana. A la postre la orden no se hizo efectiva, pues la Interpol –organismo internacional encargado de ejecutarla– la rechazó.

Los falsos positivos se convirtieron en el gran lunar de la Política de Seguridad Democrática. Santos debió hacerle frente a la crisis desatada por la participación de oficiales, suboficiales y soldados del Ejército Nacional en la desaparición de decenas de personas –campesinos en su mayoría– a quienes señalaban de pertenecer a grupos guerrilleros.

La práctica criminal tuvo su origen en la ejecución de una directiva que había sido firmada por Camilo Ospina, antecesor de Santos en el cargo, que apuntaba a darles incentivos económicos, o recompensas, a aquellos miembros del Ejército Nacional que produjeran buenos resultados en la lucha contra las organizaciones insurgentes. En la actualidad la Fiscalía General de la Nación investiga más de 100 desapariciones forzadas.

El ministro Santos debió hacerles frente a quienes lo señalaban de tener “responsabilidad política” en los hechos, entre ellos varios partidos opositores al Gobierno, como el Polo Democrático y Cambio Radical, encabezado por Germán Vargas Lleras, quien, curiosamente, con Santos en la Presidencia de la República terminaría convirtiéndose en su “ministro estrella”.

Aunque la moción de censura que estaba siendo promovida en el Congreso por la oposición fracasó, Santos debió admitir que bajo su mando se realizaron “ejecuciones extrajudiciales por parte de las Fuerzas Armadas”. Los falsos positivos les costaron el cargo a 27 altos oficiales del Ejército, entre ellos su comandante, general Mario Montoya.

Pese a los escándalos, Santos mostró resultados contundentes al frente de la cartera de Defensa. A diferencia de su amigo Fernando Botero Zea, quien fracasó al frente de la misma en tiempos de Samper, Santos sí encontró en ese ministerio la catapulta que necesitaba para cumplir su sueño.

El 18 de mayo de 2009 Santos renunció al Ministerio de Defensa y anunció que solo aspiraría a la Presidencia de la República si el presidente Uribe no lo hacía, o si la Corte Constitucional declaraba inexequible el referendo que permitiría un tercer mandato de Uribe.

Mientras Uribe alargaba su “encrucijada en el alma”, que lo llevaría a dilucidar el dilema de si se lanzaba o no a un tercer período, Santos les medía el pulso a los magistrados de la Corte Constitucional y recibía información en el sentido de que el fallo del alto tribunal no sería favorable al deseo de Uribe de permanecer en la Casa de Nariño por 12 años.

Por ello cuando el 26 de febrero de 2010 la Corte Constitucional declaró inexequible el referendo reeleccionista, Santos hizo público su deseo de aspirar a la Presidencia con el firme propósito de continuar la “política de seguridad del presidente Uribe”.

El entonces presidente –que había visto derrumbarse la candidatura de su alumno predilecto, el ministro Andrés Felipe Arias, “Uribito”, por cuenta del escándalo de Agro Ingreso Seguro revelado por la revista Cambio– y que hasta último momento abrigó la esperanza de que la Corte Constitucional le diera vía libre a un tercer mandato, entendió que todos los astros se habían alineado alrededor de la figura de Santos, a quien le reconocía su excelente gestión al frente del Ministerio de Defensa, pero sobre cuya lealtad tenía serias reservas.

El 12 de marzo, el partido de La U proclamó a Juan Manuel Santos como su candidato presidencial y de inmediato el exministro de Defensa se puso en la tarea de mostrarse como el mejor heredero de la Política de Seguridad Democrática, aunque sin tener el carisma y la popularidad de su mentor político.

Una vez elegido Presidente de la República, Santos tomó decisiones que desconcertaron a quienes, desde el uribismo, respaldaron su candidatura, empezando por el propio expresidente, quien reafirmó sus reservas con respecto a la supuesta lealtad e incondicionalidad de Santos, como era su pretensión.

La primera de ellas ocurrió en julio de 2010 durante la crisis diplomática que se desató entre Colombia y Venezuela por los señalamientos del gobierno de Uribe al de Hugo Chávez de estar protegiendo jefes de las Farc. Al ser consultado al respecto, Santos se abstuvo de hacer un pronunciamiento público, aduciendo que Uribe seguía siendo el presidente en ejercicio.

Luego se reunió con el secretario de Unasur, Néstor Kirchner, y su esposa, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, con quienes Uribe había mantenido muy malas relaciones.

El otro episodio –calificado como “muy grave” por amigos de Uribe– ocurrió el 10 de agosto, apenas tres días después de haberse posesionado Santos, cuando el nuevo presidente se entrevistó con Chávez en Santa Marta con el fin de acabar con ocho años de pésimas relaciones entre los dos países.

La cordialidad del encuentro, así como las declaraciones de ambos mandatarios luego del mismo, entre ellas la de Santos, quien llamó a Chávez “mi nuevo mejor amigo”, llevaron al expresidente Uribe a calificar a su sucesor como “traidor” y a romper cualquier tipo de diálogo con funcionarios de su gobierno.

Durante su mandato, Santos no ha recibido un solo reconocimiento por parte de Uribe, ni siquiera en los golpes propinados a las Farc en desarrollo de la Política de Seguridad Democrática, como la muerte el 23 de septiembre de 2010 de Jorge Briceño Suárez, Mono Jojoy, considerado el jefe militar de esa organización guerrillera.

En la actualidad la distancia entre Uribe y quien fuera su ministro de Defensa, como dice el célebre corrido mexicano, es cada día más grande. En esas circunstancias, las elecciones de 2014 serán, sin duda, la primera gran medición de fuerzas entre dos hombres combativos y apegados al poder, aunque con talantes y orígenes distintos.

Mientras Uribe disfruta del roce con las multitudes y es feliz montando a caballo y recorriendo el país con poncho y sombrero, Santos se siente más cómodo en los grandes salones de tapete rojo y muebles mullidos, rodeado de personas con quienes puede tener una fluida interlocución.

De lo que no hay duda es de que la medición de fuerzas electorales entre Santos y Uribe terminará definiendo el futuro político del país. Santos le apuesta a la negociación con las Farc como la única salida al conflicto armado que padece Colombia desde hace 50 años, mientras Uribe cree que lo que se negocia en La Habana no es la paz, sino la impunidad de los jefes guerrilleros.

Las elecciones presidenciales de 2014 le permitirán al país conocer la verdadera dimensión política de Juan Manuel Santos, quien no solo no tendrá la sombra protectora de Uribe, como ocurrió en 2010, sino que deberá enfrentarse a ella y derrotarla.

Es bastante probable que esa sea la verdadera motivación de la aventura que emprendió de nuevo Juan Manuel Santos en su deseo de continuar en la Casa de Nariño hasta 2018, a pesar del cansancio natural que produce el ejercicio del poder en un país tan convulsionado como Colombia y de la advertencia de amigos y familiares que temen por su salud, luego de haber superado episodios de cáncer, el más reciente como presidente de la República.

En 2014 Juan Manuel Santos quiere probarse y probarles a los demás que –como le escuchó alguna vez a su padre, Enrique Santos Castillo– “uno en la vida no debe arrepentirse de lo que hizo, sino de lo que dejó de hacer”.

Al cierre de este perfil es apresurado hacer un balance consolidado del gobierno Santos, quien no desaprovecha oportunidad para hablar de las bondades de su mandato en lo social, lo económico y lo político. La hora de la verdad se conocerá cuando la campaña entre en la recta final y los candidatos empiecen a sacarse los trapos al sol. Por ahora tiene a su favor el inmenso poder que da hacer campaña desde la Casa de Nariño y un enorme presupuesto por repartir.

Santos quiere ser presidente de Colombia por ocho años, al igual que la persona que le dio la oportunidad de ser presidente por primera vez, pero que terminó convertido en su más grande enemigo político. En esta oportunidad, como en la primera, también tiene a su lado al temido J. J. Rendón, quien salvó su campaña cuando todo hacía presagiar un naufragio.

Fuente: http://revistas.elheraldo.co/latitud/lo ... cia-130467
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Enrique Peñalosa: un hombre desafortunado

Message : # 5678Message Darloup »

Por Jorge Muñoz Cepeda

Pienso en Enrique Peñalosa como un hombre desafortunado. Fue de lejos el mejor alcalde que ha tenido Bogotá y, sin embargo, en sus siguientes intentos electorales lo hemos castigado una y otra vez con la derrota, como si sintiéramos una oscura antipatía por su persona, por su gestión y por su talante. Se ha dicho que este hombre alto y de barba cana es un extraordinario administrador, planificador y ejecutor, pero un pésimo político. Y es cierto. Con excepción de su única victoria en las urnas, cuando decidió no hacer alianzas con los caciques capitalinos, perdió, y cuando decidió aceptar el apoyo de las maquinarias, también perdió. Por unas razones o por otras, la mala fortuna, encarnada en nuestra perversa e ignorante masa de votantes, lo ha privado de traducir sus buenas ideas en hechos de gobierno, no solo para su desgracia, sino para la de quienes nos hemos empecinado en ignorar sus demostradas virtudes.

Ahora el empecinado es él; insiste de nuevo a pesar de las sucesivas derrotas, no le importa que su partido sea una invención de última hora, lo tiene sin cuidado la incomprensión de los maleducados cuyos votos debe conseguir y desafía al candidato-presidente y a sus soldados con un discurso tolerante y conciliador, que deliberadamente se aparta de los temas recurrentes en los que están inmersos los demás aspirantes a la Presidencia. Creo que esas maneras no son una pose, sino que obedecen al verdadero carácter del candidato. Él quiere con desesperación llegar al poder para actuar de inmediato, para ejecutar, para solucionar, para delegar, para organizar, para gobernar, que es lo que debe hacer un presidente. Peñalosa quisiera saltarse las etapas de las adhesiones, de las concesiones, de las hipocresías politiqueras. Esa inocultable animadversión suya por las costumbres de los políticos lo ha apartado de las victorias que tanto se merece, porque en este país es imposible conseguir éxitos electorales sin contar con los mismos personajillos de siempre, sin sonreírles, sin prometerles, sin cumplirles.

Las encuestas le dan a Peñalosa una posibilidad de victoria en las próximas elecciones que ni él mismo se esperaba. Y me parece que una vez más no logrará el objetivo. Creo que de nuevo se negará a departir con los caciques, los lagartos y los manzanillos y estos le negarán los votos de sus clientelas. Creo que no cometerá por segunda vez el error de aceptar el apoyo del oscurísimo senador electo, que de todas maneras no trasladará sus votos propios a ningún candidato presidencial, ni siquiera al suyo, el invisible Óscar Iván. Y creo que, cuando llegue el momento, los votantes sin partido, los que votan en blanco o no votan, esa franja que llaman “de opinión”, le negaremos una vez más al exalcalde la victoria, porque en el fondo no queremos a un tecnócrata limpio en el poder, porque estamos enamorados de los políticos profesionales y de sus legiones de lagartos y de manzanillos, porque nos asusta un tipo que solo quiere trabajar. Ese es el tamaño de la irresponsabilidad de nuestra democracia.

Enrique Peñalosa es un hombre desafortunado y perderá de nuevo una contienda electoral por cuenta de ser la mejor de las opciones. Ojalá me equivoque.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ado-147468
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Ante bajas encuestas, Santos se aferra a la paz como estrategia electoral

Message : # 5687Message Darloup »

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Juan Manuel Santos, presidente y candidato a la reelección.


Por Paula Sierra Palencia

El presidente-candidato dice que ningún otro aspirante a la Presidencia tiene experiencia en un proceso de paz. Analistas aseguran que debe hacer propuestas sobre otros temas importantes.

Los resultados de las encuestas no muestran una amplia y sólida ventaja del presidente-candidato Juan Manuel Santos.

Los últimos sondeos de opinión indican que no ganará en primera vuelta, e incluso uno que fue elaborado por el Centro Nacional de Consultoría para el noticiero CM& concluyó que en la segunda perdería con el candidato de la Alianza Verde Enrique Peñalosa; además, según la encuesta de Cifras & Conceptos para Caracol Radio y Red más Noticias, la intención de voto del presidente bajó del 31 al 23%.

Ante este panorama el Jefe de Estado parece aferrarse, cada vez más, a la paz como su estrategia para la reelección. Este martes, en entrevista con Caracol Radio, Santos jugó una carta fuerte sobre la mesas y se mostró como el único que puede lograr la paz.

Dijo que ningún otro candidato presidencial tiene “la más mínima experiencia en un proceso de paz” y que espera que los colombianos entiendan “qué es lo que está en juego, lo que puede ponerse en peligro si se cambia de capitán y lo que significa mantener el rumbo para el país”, en referencia a las negociaciones que el Gobierno adelanta en La Habana con la guerrilla de las Farc.

Estas declaraciones son, para la politóloga y profesora de la Universidad Javeriana Patricia Muñoz Yi, una muestra de que la campaña de Santos seguirá agitando las banderas de la paz y no girará en torno a los logros de su Gobierno ni apelará a la aprobación de su gestión.

Muñoz reconoce que en su rol como candidato, Santos “confía en el reconocimiento que el país le hace a su capacidad para llevar a feliz término los diálogos de paz y al tiempo apela al temor que genera poner en peligro la marcha de la negociación si otro con menos experiencia asume el poder”. En esencia, asegura que se recurre a una fórmula “que puede significarle ventaja en la campaña: capacidad más temor”.

El director del Centro de Pensamiento de la Universidad Nacional, Alejo Vargas, dice que si bien la campaña no solo debe girar en torno a la paz, los demás candidatos tienen que pensar “qué diferente van a proponer” pues, “a pesar de ser un mal comunicador, los indicadores del Gobierno van bien”.

Vargas asegura que “si no se reelige a Santos se acaban los diálogos de La Habana” porque “los únicos candidatos, además de Santos que tienen posibilidades reales son Peñalosa y Zuluaga y ninguno de los dos tiene experiencia en el tema de la paz”.

Además, dijo que “es posible que pronto se logre la terminación de un acuerdo en el tema de drogas ilícitas y eso enviará un mensaje importante a los colombianos que dará a entender que cada vez el proceso llega a un punto de menos retorno”.

Sin embargo, para la politóloga y docente de la Universidad Externado Margarita Batlle, Santos aún “necesita trabajar para consolidarse como el candidato de la paz”, pues si bien es algo que viene intentando desde antes de iniciar su campaña, “es un tema que se le ha complicado y que, al parecer, no es determinante para conquistar votos y ganar las elecciones”.

Batlle asegura que uno de los resultados de los comicios legislativos es haber demostrado que “la paz no es el único tema importante sino que hay asuntos más coyunturales y ante los cuales los colombianos quieren respuesta”, por lo tanto reconoce que este tema “no alcanza para ganar la reelección”.

A su juicio, la paz como estrategia electoral es un “buen punto de partida”, pero el presidente necesita presentar “propuestas más concretas y aterrizadas” para demostrar que es un candidato con “una agenda mucho más compleja y que va más allá de La Habana”.

DESTITUCIÓN

“Petro me declaró la guerra”
El presidente Juan Manuel Santos contó que cuando le avisó a Gustavo Petro que dejaría en firme su destitución, el exmandatario “consideró que la decisión era una movida política”. “Le expliqué que no tenía alternativa y que esperaba un manejo responsable de la situación (...) Petro fue agresivo y anunció que las relaciones se rompían y que me declaraba la guerra”, sostuvo en Caracol Radio. Frente a esto, Petro dijo que no le declaró la guerra a Santos. “Yo no declaro guerra. Declaro la paz. La única guerra válida en Colombia es contra la corrupción”, dijo.


OPOSICIÓN

Mensaje a los insultos de Uribe
El jefe de Estado también se refirió a la oposición del expresidente y senador electo Álvaro Uribe a su gobierno. Dijo que al país “no le conviene la política de los insultos y los ataques permanentes” porque eso “no conduce a ninguna parte”. Santos aseguró que su forma de hacer política es muy diferente a la de su antecesor. “Yo tengo otra forma de ser, tengo que tragarme esos ‘sapos’ porque al país lo que le conviene es un estilo de la ‘fuerza tranquila’ y mi propósito es producir resultados sin tener que destrozar a nadie, ni atacar”, manifestó.

Fuente: http://www.elheraldo.co/politica/ante-b ... ral-147958
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Campaña para la Presidencia

Message : # 5688Message Darloup »

Por Álvaro de la Espriella

Se ha iniciado la campaña por la Presidencia para el periodo 2014-2018 con algunas características inéditas que la convierten en un acontecimiento interesante, opinión que expresamos en contra de quienes sostienen que es aburrida, sin sabores ni colores. Por el contrario, nos parece, la hace atractiva la guerra de los superegos, ya sucedida, analizada y estudiada años atrás, pero nunca como ahora sostenida sobre ese “Yo” gigantesco que lo arrasa todo y que entre los candidatos parece ser la turbina que los impulsa a combatir al contrario. Por lógica el presidente Santos debe ser reelegido no solamente porque ha realizado un magnífico primer periodo, le guste o no les guste a miles de colombianos, y ahí están las obras y los indicadores, que se cierran en forma magnífica con la alentadora cifra de crecimiento económico del 4.3% en el 2013. Pero además porque constitucionalmente amparado tiene al Estado entre sus manos y, parodiando al maestro Echandía: ¿El poder para qué?

El anecdótico tema de la ‘mermelada’ se ha vuelto urticante para los otros candidatos, pero con la franqueza en la palma de la mano, la ‘mermelada’, con diferentes matices, nombres, colores y procedimientos siempre ha existido en todos los gobiernos del país y del mundo, para qué nos decimos pendejadas y para qué asumimos posturas de fariseos si es una realidad incontrovertible. Sin ir muy lejos, precisamente por la ‘mermelada’ mal aplicada es que últimamente un porcentaje de funcionarios altos del Gobierno anterior se encuentran hoy en las cárceles del país. Entonces no nos digamos mentiras y procedan a defenderse los opositores del Gobierno con argumentos y propuestas interesantes y menos lloradera.

El candidato Zuluaga, sin duda un profesional sano y bien preparado, no ha calado profundamente en la mentalidad ciudadana y valdrá la pena establecer si la sola presencia del expresidente Uribe, de reconocido respaldo nacional, le bastará para emerger como un contrincante de Juan Manuel Santos. Aquí podríamos preguntar a los lectores: “En el supuesto caso de triunfar Zuluaga, ¿quién sería el presidente, él mismo o Uribe Vélez?”

Gustavo Petro, que es la fotografía más auténtica de la soberbia y la arrogancia, palabritas que lo llevaron al fracaso, es el espejo contra el cual podrían mirarse reflejados, a manera de reflexión, otros candidatos como la señora Avella o la señora López, por cierto culta y con claridad conceptual muy diáfana para una eventual gobernabilidad, para no caer en ese terreno fangoso de los superegos que a los colombianos nos tiene tan aburridos.

La señora Ramírez, conservadora, es una dama bien preparada, con experiencia y ecuanimidad política, pero desafortunadamente no ha conseguido coherencia en las filas conservadoras, que por cierto obtuvieron un formidable resultado electoral no obstante los rumores que circulan como especies ciertas, de determinados candidatos, de prácticas censurables en la logística de los comicios. Pero ese es un asunto de las autoridades respectivas y no de un pretendido análisis elemental de lo que viene en dos meses.

Una incógnita es Peñalosa, tiene con qué pero nunca ha podido. Tiene experiencia, nombre limpio y una imagen sólida, pero nunca ha llegado. Lo vemos muy fuerte por un lado y muy vulnerable por otro. Sí, en este momento y en estas circunstancias, es una incógnita.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... cia-148018
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Crítica a opositores, nueva estrategia de Santos

Message : # 5690Message Darloup »

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Juan Manuel Santos, durante un encuentro con empresarios.


Por Paula Sierra Palencia

Expertos afirman que el presidente busca dar golpes mediáticos, despertar reacciones y mostrar “carácter”, aspectos que la opinión pública “le ha reclamado en el pasado”.

Una nueva estrategia de campaña está siendo implementada, según expertos, por el presidente y candidato Juan Manuel Santos. Además de aferrarse al proceso de paz con las Farc como bandera electoral, la crítica a sus opositores se convirtió en el nuevo instrumento para darle un giro a su propósito reeleccionista.

Sus más recientes criticas fueron, de manera directa, al exalcalde de Bogotá Gustavo Petro y, sin mencionarlo, a su principal opositor: el expresidente Álvaro Uribe.

Este “despertar” se produce luego de los resultados de varias encuestas donde la intención de voto por Santos disminuye.

En diálogo con EL HERALDO, Alicia Peñaranda, consultora política y de comunicación, aseguró que esta “estrategia” obedece a los tiempos del debate. “Primero Santos era solo presidente, ahora también es candidato. Esto hace que modifique su discurso y exprese su opinión sobre temas coyunturales”, dijo.

Recordó, también, que es la primera vez en que la oposición la lidera un expresidente-senador y que casos como el Petro obligan a Santos a asumir una actitud “diferente”.

En su opinión, el Jefe de Estado busca “mostrar más fuerza y coraje a la hora de enfrentar ciertos temas”. Además de dar “golpes mediáticos” cada vez “más frecuentes”. “Santos ya mostró su faceta de presidente, ahora debe mostrar la de candidato”, puntualizó.

El consultor en estrategia y comunicación política Fernando Dopazo dijo que si bien la actuación del presidente -candidato es una estrategia de campaña, “la confrontación no es con sus adversarios sino contra un exalcalde (Petro) y un expresidente (Uribe)” y por lo tanto la lógica es distinta.

“Atacando a Petro, Santos se acerca a los votantes de centro-derecha de Bogotá y esa es una porción del electorado con la que sí compite con Uribe, a quien le fue muy bien en las elecciones legislativas en la capital”, dijo.

Para José Penso, consultor del Centro Interamericano de Gerencia Política en Miami, estas “peleas” son una “demostración de carácter”, aspecto que “la opinión le ha reclamado en el pasado”. Considera que, a pesar de los malos resultados en los sondeos, Santos aún se mantiene de primero “por un tema estructural: los ciudadanos prefieren la opción ‘segura’ a la hora de votar, que hasta ahora él encarna”.

En este sentido, aseguró Penso que la mejore estrategia será “mantener esa percepción favorable y apoyarse en los resultados de gestión de su Gobierno”. Sin embargo –aclaró– es posible que los otros candidatos logren desgastar la imagen del presidente y mostrar propuestas atractivas que conecten con lo que buscan los ciudadanos”.

DECLARACIONES

Indirectas a Uribe
En las últimas horas, Juan Manuel Santos dijo que nadie en su gabinete “ha sido cuestionado” y que le tiene “prohibido” a su familia “hacer negocios con el Estado”. Lo dicho se entendió como una referencia directa contra el expresidente Uribe y sus hijos, Tomás y Jerónimo, quienes han sido señalados de hacer contrataciones estatales. Santos señaló que la transparencia es una de las claves del “buen gobierno”. “Un buen gobierno produce resultados. Nosotros tenemos una tablita con las 110 promesas que hicimos en la campaña. De esas se han cumplido 105”, aseguró. Señaló que en su lucha contra la corrupción puso en marcha el Estatuto Anticorrupción “más severo en la historia de este país”.

Críticas a Petro
En las críticas a sus opositores, Santos, en entrevista con RCN, también se refirió a Gustavo Petro y lo calificó como un “mal alcalde”, lo describió como una persona que “no fue capaz de conducir los destinos de una ciudad” y que “menos podría conducir el destino del país”.

El presidente y candidato, luego de afirmar que el exalcalde fue un gobernante “deficiente”, convertido ahora en “mártir”, puso en duda que vaya a convertirse en “el gran líder de la izquierda colombiana”.

Que fue mal alcalde, sin duda alguna; que lo convirtieron en un mártir, sin lugar a dudas; pero que se convierta en el gran líder de la izquierda, tengo mis reservas”, expresó Juan Manuel Santos.

Fuente: http://www.elheraldo.co/politica/critic ... tos-148209
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Menos mal

Message : # 5707Message Darloup »

Por Roberto Zabarain

Faltan solo 45 días para la elección presidencial pero, a juzgar por los debates presentados, la confrontación de ideas, y el interés suscitado parece que fuera el año entrante. Si le restamos Semana Santa, que para los que arrancan mañana dura nueve días y para los menos dura solo los cuatro días oficiales, y le restamos la última semana cuando está prohibido hacer campaña pública, lo que falta son tres semanas, que en términos preelectorales es nada, pero no se ve entusiasmo alguno, no se sabe si porque los candidatos no tienen nada nuevo que decir, o porque la gente ya sabe por quién votará en la primera vuelta, y después verá qué hace en la segunda, donde votaremos en medio del Mundial de Fútbol.

En los corrillos se habla más de las horribles agresiones con ácido, o de la incomprensible política de manejo del valor del dólar, o de la sequía que del debate. Por aquí, por ejemplo, el tema son los bolardos esféricos de la carrera 54, o las figuritas de Panini, y nadie menciona candidatos ni candidaturas. Se dice que mientras más aparezca dando declaraciones, y mientras más aparezcan los guerrillos presentando sus propuestas, peor le irá a Santos. También se dice que mientras menos aparezca en televisión y menos proponga, mejor le irá a Peñalosa, no sea que le vaya a pasar como a Mockus.

El Partido Conservador está en el peor de los mundos: una buena parte milita en el grupo de la ‘mermelada’ y votará por la reelección, y la otra se mantiene en la disciplina de partido, y votará por Martha Lucía. Pero el Consejo Nacional Electoral, por lo menos hasta que esto se escribe, aún no resuelve lo de la legalidad de la convención. En las esferas bogotanas se pronostica que, para variar, el fallo será el ya famoso “sí pero no” cachaco, o sea que la convención se valida, pero que los godos que voten por Santos tendrán libertad de hacerlo sin incurrir en doble militancia, quedando así bien con Dios y con el diablo. Clara López es la única que viene subiendo algo en las encuestas, seguro por lo coherente de sus posiciones aunque, izquierda lo que se dice izquierda, por aquí pocón pocón. Por los lados del uribismo la cosa tampoco coge mucho vuelo y, aunque andan camellando por todo el país, nada que sube en la intención de voto.

Resignémonos entonces, y terminemos de llenar el álbum Panini, que la cosa seguirá fría, hay que votar, Santos no ganará en primera vuelta, la diferencia entre los demás será muy poca, e iremos a segunda vuelta en un ‘toconsan’. Ojalá la gente vote en ella masivamente porque no juega Colombia, sino Ecuador vs. Suiza, y Honduras vs. Francia, dos de América, pero sin expectativas ni festival. Menos mal.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... mal-148888
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Una campaña impredecible y aburrida

Message : # 5694Message Darloup »

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Puestos de votación vacíos en Corferias, Bogotá, en las elecciones de Congreso, en las que la abstención fue del 56%.


Por Óscar Montes

Colombia vive un proceso electoral presidencial incierto, sin propuestas políticas de fondo.

En las campañas políticas lo importante no es lo que se ve, sino lo que se ve venir. Y lo que se ve venir en la campaña reeleccionista de Juan Manuel Santos –de acuerdo con los más recientes resultados de la encuesta realizada por Cifras y Conceptos para Caracol Radio y Red Más Noticias– es un futuro incierto, en caso de que algunos protagonistas, como el voto en blanco y los indecisos, lleguen a fortalecerse o tomen partido.

En efecto, de acuerdo con el estudio de Cifras y Conceptos –realizado entre el 21 y el 25 de marzo pasado, muestra de 2.500 personas y margen de error de 2.9 por ciento–, el 70 por ciento de los colombianos consultados no votaría por un segundo mandato del presidente-candidato, cifra que no estaba en los cálculos de quienes responden por el diseño y ejecución de la estrategia electoral de la campaña reeleccionista. “Esos resultados ponen toda la campaña en un escenario que se podría definir con una sola palabra: impredecible”, me dijo un analista político con quien conversé sobre los resultados de la encuesta de Caracol Radio.

Al 70 por ciento que se opone a la reelección de Juan Manuel Santos, se suma el 26 por ciento de personas consultadas que afirmó que en las elecciones presidenciales de mayo votarían en blanco; es decir que, si las elecciones fueran mañana, el voto en blanco derrotaría al candidato-presidente. Mientras que un porcentaje considerable de personas consultadas –el 13 por ciento– se mantiene en la franja de indecisos, que son quienes esperan que la campaña avance para tomar partido por alguno de los candidatos o por el voto en blanco, que en esta oportunidad tendrá un papel protagónico, a juzgar por los resultados de las encuestas.

De acuerdo con los resultados de las encuestas conocidas hasta ahora –incluyendo la más reciente de Cifras y Conceptos– el único escenario real es el de la segunda vuelta presidencial, pues ninguno de los candidatos obtendría –hasta el momento– más del 50 por ciento de la votación en la primera vuelta y todos aparecen muy alejados de esa meta. Ni siquiera Santos, cuya apuesta es la de evitarse una segunda ronda en la que debería enfrentarse a posibles alianzas de sus oponentes o se vería obligado a hacer concesiones que afectarían su gobernabilidad.

De acuerdo con la encuesta de Cifras y Conceptos, Caracol Radio y Red Más Noticias, los resultados de la primera vuelta presidencial serían: Voto en blanco (26%), Juan Manuel Santos-Germán Vargas Lleras (23%), Enrique Peñalosa-Isabel Segovia (13%), Óscar Iván Zuluaga-Carlos Holmes Trujillo (11%), Clara López-Aida Avella (9%), Marta Lucía Ramírez-Camilo Gómez (5%), No sabe/no responde (13%).

En el caso de Santos, el asunto se torna mucho más preocupante puesto que su desfavorabilidad alcanzó el 63 por ciento.

¿Qué futuro le espera al presidente-candidato? ¿En la segunda vuelta presidencial se conformará el temido “Toconsan”? ¿Qué hacer ante la campaña presidencial más aburrida de la historia? ¿Qué harán los candidatos uribistas?

Santos, en el peor de los mundos
De acuerdo con la encuesta de Cifras y Conceptos, en la segunda vuelta Santos le ganaría a cualquiera de los demás contendores así: 27% - 18% a Óscar Iván Zuluaga, 26% - 19% a Enrique Peñalosa, 28% - 14% a Marta Lucía Ramírez y el mismo resultado se presentaría en el enfrentamiento de Santos con Clara López. En todos ellos el voto en blanco oscilaría entre el 40 y el 41 por ciento, es decir no superaría el 50 por ciento del total de la votación, mientras que la cifra de indecisos oscilaría entre el 16 y el 17 por ciento. De manera que el reto para Santos no solo está en ganar, sino en alcanzar un resultado contundente que no comprometa la legitimidad de su mandato y –por supuesto- su gobernabilidad. Y es evidente que con un triunfo apenas superior al 27 por ciento –como indican los resultados de Cifras y Conceptos- no lograría ni lo uno, ni lo otro. De ganar en esas circunstancias quedaría obligado a negociar gobernabilidad con miembros del Congreso de la República, elegidos el pasado 9 de marzo, quienes, obviamente, no desaprovecharán el “papayazo” para oxigenarse y recuperar buena parte de los millones invertido en sus campañas. Es decir, tendrá que ofrecer más mermelada, más puestos, más contratos. Pero, desde la otra orilla, un resultado tan precario lo debilita ante sus opositores, en este caso la bancada del Centro Democrático, encabezada por el ex presidente Álvaro Uribe, que llegará al Congreso el 20 de Julio con las garras bien afiladas para cobrarle a Santos su traición. Se trata –sin duda– del peor escenario para un Presidente que –en caso de ser reelegido- deberá sacar adelante grandes iniciativas, entre ellas las que tienen que ver las reformas estructurales a la administración de justicia, la salud y la educación. En otras palabras, quedaría en el peor de los mundos: rodeado de “amigos enmermelados”, a quienes les debería su gobernabilidad, y con sus peores enemigos respirándole en la nuca.

De promotor del “Toconmo” a víctima del “Toconsan”
En todas las elecciones se vota en la primera vuelta por quien uno quiere que gane y en la segunda contra quien uno no quiere que gane. Ello lleva a que en la segunda vuelta presidencial se formalicen alianzas que resultaban impensables en la primera, donde ninguno de los candidatos ahorra epítetos y reproches contra los demás. Por ejemplo, en la pasada campaña presidencial tanto Germán Vargas Lleras, candidato de Cambio Radical, como Rafael Pardo, aspirante liberal, fueron particularmente críticos con Juan Manuel Santos, pero en la segunda vuelta se convirtieron en sus aliados y fueron determinantes para que derrotara a Antanas Mockus, quien debió soportar el temido y temible “Toconmo”, “todos contra Mockus”. Ahora el escenario que se estaría conformando es el “Toconsan”, “todos contra Santos”, de manera que el candidato-presidente pasaría de beneficiario del “Toconmo” en 2010 a víctima del “Toconsan” en 2014. En esta oportunidad es evidente que por lo menos dos de sus contradictores –Zuluaga y Ramírez– del corazón uribista, serían aliados para derrotarlo. Habría que esperar que cartas jugarían Clara López y su fórmula vicepresidencial. Y aunque se siga pregonando el supuesto “uribismo de Peñalosa”, los hechos recientes demostrarían que la distancia entre el ex alcalde y el ex presidente es cada día más grande.

Peñalosa, muy lejos de Uribe
Lo mínimo que ha dicho los enemigos de Enrique Peñalosa –varios de ellos dentro de su propia partido Alianza Verde- es que se trata del “caballo de Troya” de Álvaro Uribe para llegar a la Presidencia de la República. Le siguen cobrando el hecho de haberle “cargado el megáfono” en la pasada campaña por la Alcaldía de Bogotá, que perdió con Gustavo Petro. La derrota y la posición de Peñalosa a favor de los diálogos de paz de La Habana, terminaron distanciando a quienes habían sido no solo aliados políticos, sino buenos amigos. La mejor demostración de que Enrique Peñalosa modelo 2014 es todo menos uribista la acaba de dar al designar a la recién elegida senadora Claudia López como directora programática de su campaña. Con su presencia en las huestes peñalosistas no existe la menor posibilidad de un acercamiento Peñalosa-Uribe ni ahora ni después. Las posiciones de Uribe y López son irreconciliables y eso muy bien lo sabe Peñalosa, quien –por saberlo– fue que nombró a Claudia López como directora programática de su campaña. Y aunque en política lo único cierto es lo que ya pasó, las posibilidades hoy de que Peñalosa siente en la misma mesa a su amiga y consejera con el ex presidente son nulas. López no solo fue la abanderada de las denuncias contra los parapolíticos del país, todos afines y afectos al entonces presidente Uribe, sino que está jugada a fondo con los diálogos de La Habana, cuyo mayor opositor es precisamente el ex presidente. De hecho, uno de los primeros trinos de Uribe, una vez conoció del nombramiento de López en la campaña de Peñalosa, fue una dura crítica a la decisión tomada por el ex alcalde de Bogotá. Por su parte a ella también le llovieron críticas de un amplio sector de los verdes por aceptar el ofrecimiento del –según ellos- “uribista Peñalosa”, quien debe saber que el éxito de su campaña radica, precisamente, en mantenerse alejado de quienes polarizan a los electores: Santos y Uribe.

Campaña aburrida con candidatos sin carisma
Hoy por hoy despierta más pasión el Boletín del Consumidor que la campaña presidencial. Hasta hace unas semanas se decía que la misma “todavía no ha empezado”, puesto que el interés estaba en las para el Congreso. Pero dichas elecciones ya pasaron y la campaña presidencial nada que arranca. La verdad es que ninguno de los candidatos ha logrado sintonizarse con lo que esperan los electores, ni siquiera Santos, quien creyó que la paz sería el issue (problema a resolver) de la campaña, al punto de que la adoptó como bandera electoral. Pero no caló entre los votantes, que se siguen mostrando apáticos. Un reciente estudio del Centro Nacional de Consultoría para la revista Credencial muestra que tan solo el 1,9 de los colombianos cree que la disposición para finalizar el conflicto es muy importante para el país. Buena parte de la responsabilidad de que ello sea así radica en la propia mesa de negociación de La Habana, que apenas muestra algunos resultados parciales –que los colombianos ignoran– y sigue sin producir resultados concretos y contundentes en asuntos que son muy sensibles para los colombianos, como las penas a los guerrilleros por secuestro, extorsión, reclutamiento de menores, narcotráfico, siembra y activación de minas antipersonas y desplazamiento forzado de la población civil, entre otros. Mientras tanto lo que se ve son ataques y asesinatos de soldados y policías por parte de las Farc. De manera que con “sin temas taquilleros” y con candidatos “desangelados” y con poco carisma, la campaña presidencial navega por las somnolientas aguas de la apatía y el aburrimiento, lo que hace que los colombianos se apasionen más por el Boletín del Consumidor que por los aspirantes a la Casa de Nariño.

Fuente: http://www.elheraldo.co/politica/ley-de ... ida-148425
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Encuestas mal, el país peor

Message : # 5712Message Darloup »

Por Fernando Londoño

Se pregunta la Revista Semana, la del gran amigo personal del presidente Santos, ¿por qué anda tan mal en las encuestas, cuando el país va tan bien?.

Nuestro acuerdo con lo primero es pleno. En las encuestas don Juan Manuel entró en barrena, como se dice de los aviones cuya velocidad de caída es inatajable. Las presentadas por el Centro Nacional de Consultoría y Datexco, como quien dice las de sus entrañas, son desoladoras. Es el suyo un caso perdido.

Lo más grave de estas encuestas es que se corresponden perfectamente con otras más viejas, de las mismas casas, que venían anticipando lo que iba a pasar. Porque cuando la imagen de Santos no estaba tan mala como ahora, la gente decía que la situación de Colombia era pésima, que no quería proceso de paz con impunidad ni curules gratuitas para los bandidos de La Habana y que le apartaran de sus labios el cáliz de la reelección. Lo que nadie podía explicarse era cómo, a pesar de tales sentencias, el presidente siguiera arriba en las encuestas.

Y lo que tenía que llegar, llegó. Ya con las elecciones encima, los colombianos se dejaron de zalamerías y no les quedó más remedio que ser sinceros. Así que siguieron diciendo lo de siempre, pero ya se dejaron de cortesías con el hombre que les vendían a toda hora, con la tenacidad en uso para promover cosméticos.

Tenemos, pues, el hecho tozudo de que Santos está irremisiblemente perdido y de que no lo salvará ni el espectáculo de circo que tienen preparado JJ y Prieto sobre los acuerdos de La Habana. No hay caso, como dicen las señoras de los novios resbaladizos de las hijas.

En lo que si no estamos de acuerdo con la revista de don Felipe López, es en aquello de que las encuestas vengan en contravía con la situación del país. Al contrario, las dos cosas están irreparablemente ligadas.

Los colombianos se sienten desesperadamente inseguros. En las ciudades, salir a la calle es toda una aventura, que normalmente termina con un gran susto, un atraco, una boleta de extorsión o algo peor. En los campos, volvieron las épocas más negras, en las que debían dejarse en el abandono o intentar una administración a distancia. Las tierras no valen nada y producen casi nada.

Si piensan en la salud, se preguntan los encuestados, entre curiosos e indignados, dónde hay un hospital nuevo, una clínica recuperada un centro médico oficial bien dotado. La respuesta no es más obvia ni desoladora. En ninguna parte.

El panorama de la educación no es menos sombrío. Nada nuevo. Nada esperanzador. Nada estimulante. En los que nos va mejor es en las pruebas PISA: últimos en el mundo.

Las cien mil casitas regaladas eran muy poca cosa para un déficit de más de tres millones de viviendas. Y ni de eso ha sido capaz el Gobierno. De entregarle a sus amigos y a los amigos de sus amigos, cien mil casitas decentes.

El que va por las carreteras, las sufre más que las usa. Nada que no hubiera dejado en plena marcha el presidente Uribe. Nada, en absoluto. Ni siquiera cosas tan elementales y simples como terminar las dobles calzadas a Girardot y Tunja o como resolver el problema de la salida por Guaduas al río Magdalena. O como poner en marcha las carreteras de Antioquia, o como conectar a Buenaventura con el resto del país.

La industria viene como Santos, en barrena. El campo, como su seguridad. El petróleo no tiene más que amenazas y hasta el oro dejó de ser un buen negocio. Justicia manga por hombro, cárceles vergonzosas, corrupción a todo vapor. ¿Cuál será el país que disfruta tanto don Felipe López?

El único consuelo para Santos, es que las encuestas de hoy son mejores que las próximas. Y mucho mejores que como le irá en las elecciones. No es broma. A Santos solo le espera un honroso tercer lugar en las de mayo.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... eor-149112
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El viacrucis de Santos

Message : # 5716Message Darloup »

Por Abelardo de la Espriella

A propósito del advenimiento de la Semana Mayor, vale la pena hacer una comparación de los padecimientos sufridos por Cristo en esa etapa, en relación con los martirios que le esperan en los próximos días de campaña al presidente Juan Manuel Santos, con la salvedad, para no herir susceptibilidades, de que la vida del primer mandatario se asemeja más a la de Judas que a la del hijo de Dios.

Santos y su círculo cercano de amigos, asesores, sapos y copartidarios por interés, están convencidos de que incluso el presidente puede ganar en primera vuelta, lo que demuestra que se encuentran más desconectados de la realidad de lo que se pensaba. La verdad es que la burbuja en la que vive Santos no le permite ver más allá de sus narices. La realidad monda y lironda es que Santos cada día pierde adeptos, genera dudas a tutiplén y desmoraliza a sus propios seguidores, y él ni se da por enterado.

Los días venideros serán una verdadera pesadilla para Santos, que, dicho sea de paso, al no estar acostumbrado a los “golpes de la vida”, reacciona de manera errática ante los mismos. Tras un revés, Santos responde con una seguidilla de equivocaciones. Eso sin contar con que lo que le tiene que salir bien le sale mal, y lo que ha de salir mal le resulta peor. La buena fortuna no es uno de los atributos del señor presidente.

En política, para triunfar y calar en el alma del electorado, se requiere una serie de condiciones (a las que yo llamo “las tres C”) de las que Juan Manuel Santos carece por completo: Corazón: Santos es distante y frío (cuando pretende acercarse a la gente se ve postizo y falso). Consecuencia: No hay lógica entre la conducta que muestra y los principios que dice profesar. Coherencia: no hay relación entre sus actuaciones del pasado y las decisiones que ha tomado desde que ostenta el poder.

La gente no es tonta y ya se ha percatado de que Santos no es “ni chicha ni limoná”. La percepción general es que el presidente pretende quedar bien con todos, para luego terminar haciendo, de manera subrepticia, lo que le venga en gana. Además, ha quedado en evidencia que sus posturas se ciñen a un premeditado libreto y se reajustan dependiendo del vaivén de las encuestas. En resumen, en el imaginario colectivo existe la certeza de que un gobernante tan “aguao” o falto de consistencia es incapaz de conducir los destinos de una Nación que se aproxima al abismo. Por ello, cada día que pasa se consolidan las opciones de la Alianza Verde y del Centro Democrático.

Primera Estación: Jesús es condenado a muerte.

Segunda Estación: Jesús carga con la cruz.

Tercera Estación: Jesús cae por primera vez.

Cuarta Estación: Jesús se encuentra con su madre.

Quinta Estación: Jesús es ayudado por el cireneo.

Sexta Estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús.

Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez.

Octava Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.

Novena Estación: Jesús cae por tercera vez.

Decima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.

Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz.

Duodécima Estación: Jesús muere en la cruz.

Santos se auto condenó a muerte cuando hizo de la deslealtad y la traición un modo de vida; ha cargado los últimos años con la cruz de sus errores y, a pesar de la ayuda descarada de la prensa capitalina, no ha podido parar cabeza; ha caído varias veces, pero, luego de advertir, cuando se publiquen los últimos sondeos, cómo han repuntado en las encuestas Peñalosa y Zuluaga no volverá a levantarse; cuando esté perdido, quienes dicen ser sus amigos le darán la espalda y entonces tendrá que asistir a su propia crucifixión, que no será otra que la derrota en las urnas, pero, a diferencia de Jesús, sin posibilidad alguna de resucitar.

Por el bien de Colombia, que así sea…………….. ¡Amén!

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... tos-149195
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Reflexión electoral

Message : # 5730Message Darloup »

Con las elecciones presidenciales a punto de entrar en su recta final, el porcentaje de abstencionistas permanece tercamente alto. Los candidatos deben esmerarse por transmitir con mayor nitidez y pedagogía sus propuestas a los votantes.

A pocos días de que la campaña de las elecciones presidenciales entre en su recta final, el porcentaje de indecisos permanece tercamente elevado. Por lo visto, los distintos candidatos no terminan de encontrar la fórmula para atraer la voluntad de una bolsa enorme de electores que se rigen por el voto de opinión.

La explicación más facilista para este fenómeno es afirmar que ello sucede porque los candidatos “son la misma cosa” y que carecen de elementos diferenciadores con la suficiente capacidad de persuasión como para movilizar a los indecisos. Sin embargo, resulta evidente que los candidatos son bastante diferentes entre sí y representan puntos de vista muy distintos, cuando no encontrados, acerca de la realidad nacional. Definitivamente, no son lo mismo Santos, Peñalosa, Zuluaga, López y Ramírez. Cada cual tiene su propia concepción de mundo, su identidad política y su manera de abordar los asuntos de interés general.

En estos 40 días que quedan para las elecciones, cada uno de los candidatos deberá esforzarse por hacer llegar sus mensajes a los ciudadanos de una manera más clara de lo que, a juzgar por las encuestas, les están transmitiendo. De momento, el debate preelectoral se ha centrado en la famosa ‘mermelada’. El presidente y candidato Juan Manuel Santos, consciente de que es el principal blanco de las críticas, decidió días atrás pasar al contraataque y justificó este tipo de prácticas con el argumento de que ellas existen en todas las democracias del mundo. Sus rivales, a su vez, se dedican a competir entre ellos (unos con más fundamento que otros) por ver quién está más libre de pecado en lo que respecta a la “orientación de inversiones”, como se denomina eufemísticamente a las asignaciones presupuestarias por sugerencia de congresistas.

Este tema es, sin duda, importante y merece ser discutido. Pero son muchos los colombianos que esperan una mayor pedagogía acerca de los propósitos de los aspirantes a la Casa de Nariño. Seguramente los distintos candidatos tendrán posiciones acerca de asuntos cruciales para la marcha del país, como el esquema tributario, el papel del Estado, la política de inversiones, la proyección internacional, etc., pero el hecho es que, o no los han sabido transmitir a los ciudadanos, o estos no han realizado aún el esfuerzo suficiente para informarse de las distintas propuestas.

Sería sumamente positivo que, en los días que restan hasta los comicios, todos pongan de su parte para elevar el nivel de participación, y de información, que eleven la calidad del ejercicio del voto. Por una parte, los candidatos deben esmerarse en clarificar sus posturas de un modo que sea comprensible para los electores. Por la otra, estos tienen que reflexionar serena e independientemente sobre cuál es la opción que más se adecúa a su idea de país. Para ello deben tener conciencia de algo que, no por repetido, deja de ser esencial: que el voto es un instrumento que puede transformar el mundo.

Fuente: http://www.elheraldo.co/editorial/refle ... ral-149504
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Reelección, cada vez con menos apoyos

Message : # 5746Message Darloup »

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El presidente Juan Manuel Santos busca ser reelegido.


Por José Granados Fernández y Paula Sierra Palencia

En medio de los nuevos señalamientos de falta de equilibrio y utilización del poder para ganar apoyos, un debate clave en la reforma política que está pendiente es la norma que permite que un presidente se reelija.

A 10 años de haber sido aprobada, a través del Acto Legislativo 02 de 2004, la figura de la reelección en Colombia no sale bien librada y es considerada más como una norma para “atornillarse en el poder” con el argumento de que 4 años no alcanzan para terminar todas las tareas de un presidente.

Eso fue lo que alegó Álvaro Uribe al hacer modificar la Constitución y es lo que hoy argumenta Juan Manuel Santos en busca de un periodo más como jefe de Estado.

“Perversa”, “inconveniente” y “perjudicial” son algunos de los calificativos que, analistas y dirigentes políticos, expresan en torno a esta figura que dejó, desde un comienzo, un reguero de críticas y escándalos durante su trámite y aprobación.

Por ejemplo, los representantes a la Cámara Yidis Medina y Teodolindo Avendaño fueron condenados por vender sus votos, como lo señaló la Corte Suprema, para aprobar la modificación de la Constitución del 91, mientras que los exministros Diego Palacio y Sabas Pretelt y el exsecretario de la Presidencia Alberto Velásquez, funcionarios del Gobierno Uribe, fueron llamados a juicio por cohecho, por un fiscal delegado ante el máximo tribunal de justicia del país.

Así como a Uribe se le cuestionó por impulsar la llamada Yidispolítica para hacerse reelegir, hoy los señalamientos a Santos por las dádivas entregadas tienen el nombre de “mermelada”, bajo la figura de los cupos indicativos de inversiones que son gestionados por congresistas para las regiones.

La Misión de Observación Electoral, MOE, considera que la reelección ha afectado el orden constitucional colombiano y solo ha servido para que funcione un sistema de compra de apoyo desde la Presidencia o de respaldos por dádivas de parte de congresistas.

Al respecto, el candidato presidencial por la Alianza Verde Enrique Peñalosa afirma que “no me gusta la reelección” y cree que es mejor que haya “un periodo de cinco años sin oportunidad de reelegirse”.

EL PODER Y LOS ABUSOS. El presidente del Partido de La U, Sergio Díaz-Granados, opina que esta figura “debe eliminarse” y que se implante un “periodo a lo mexicano”, es decir que los presidentes gobiernen durante 6 años, sin que puedan volver a candidatizarse.

El senador electo Horacio Serpa, Partido Liberal, dijo en una de sus recientes visitas a Barranquilla que es partidario de eliminar dicha figura, pero, como lo propuso durante la discusión de la Constitución de 1991, que el “periodo presidencial sea de 5 años”.

La politóloga Alexandra García, en cambio, considera que si bien la reelección fue aprobada sin tener en cuenta otras modificaciones, que “mantuvieran el equilibrio de poderes” y garantizaran que no habría abuso de parte de quien tuviera la posición dominante en el poder, dice que no debe eliminarse.

Opina que demasiadas reformas constitucionales “no son buenas para la estabilidad del sistema político” y señala que si esta norma ya existe “lo que hay que hacer es establecer los controles necesarios para que no se abuse del poder”.

Opinión de los especialistas

“Un daño enorme para la economía”, Joseph Dacarett, empresario y analista.

“La reelección depende de la madurez política de cada país. En EEUU vemos que la reelección ha dado resultados, pero en Colombia –sin que esto sea algo personal contra algún candidato– lo que estamos viendo es que se vuelve perversa en el sentido de que los presidentes prácticamente compran con contratos, dádivas o ‘mermelada’, como lo quieran llamar, la reelección.

De acuerdo con la estructura política de país, donde conocemos que no hay una verdadera democracia y que muchísimas elecciones que se dan están comprometidas con favores, me parece muy malo que el presidente se reelija. Creo que el presidente deja casi que de gobernar en el último año para concentrarse en la reelección y eso le hace un daño enorme a la economía del país”.

“Cuatro años son suficientes”, Clara López, presidenta del Polo Democrático.

“La reelección ha resultado ser un tóxico para la democracia. Ha alterado el equilibrio de los poderes. Toda la arquitectura constitucional de pesos y contrapesos se vino a pique. Y se convirtió en un incentivo para que el presidente en vez de gobernar se haga reelegir.

Hoy tenemos gravísimas consecuencias para la gobernabilidad del país y para la limpieza de las elecciones, como se ha visto con la utilización de dineros públicos con el cuento de la ‘mermelada’, que es otra palabra para la corrupción.

Los dineros del Estado se están usando para la reelección y no para mejorar los servicios y las políticas públicas. La reelección debe acabarse. No es una figura que le haya hecho bien al país. 4 años bien gobernados son suficientes para gobernar y si no se piensa en la reelección”.

“Se ha afectado el Estado” Alejandra Barrios, directora de la MOE.

“Preferiría, y pienso que sería mejor, 6 años sin reelección; ahí tendrían que incluirse alcaldes y gobernadores. Ampliar a 6 años permitiría un Gobierno más tranquilo, sin que esté permanentemente extorsionado, por que aquí no es solo el presidente el que tiene la capacidad de hacerlo sino que también hay una extorsión desde la clase política que se beneficia de la Presidencia.

Es decir esto es de lado y lado: el uno tiene la capacidad de ofrecer cosas, pero en la medida en que las entregue lo que termina es desestructurando el Estado y como las instituciones quedan en manos de grupos políticos, el Ejecutivo va perdiendo la capacidad de maniobra; por el otro lado, los grupos políticos empiezan también a extorsionar a cambio de dar apoyo por prebendas o a cambio de contratos”.

“No gobiernan por reelegirse”, Omar Yepes, presidente del conservatismo.

“A mí me parece que el Congreso debe ocuparse de la reelección inmediata y eliminarla. Se debe pensar en prorrogar el periodo a 5 años –6 me parece demasiado– para que el primero le sirva al gobernante para informe de la marcha del Estado y elabore su plan de Gobierno, y los restantes sean para ejecutar.

Más adelante, si el país considera utilizar la experiencia de un expresidente, valdría la pena reutilizarla si goza de crédito ante la opinión pública.

Creo que la persona que toma el poder y comienza a pensar en su reelección pierde autonomía porque tiene que estar saturando de beneficios a determinadas organizaciones o personas para garantizarse su respaldo y desperdicia buena parte de su tiempo pensando en la reelección y no se ocupa de los problemas nacionales”.

Fuente: http://www.elheraldo.co/politica/reelec ... yos-149760
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