¿Es este el país que queremos?
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¿Es este el país que queremos?
Por Lola Salcedo C.
Cuando me senté a escribir esta nota, el jueves pasado, terminaba de leer EL HERALDO muy temprano, y una fea sensación se apoderó de mí: ¿dónde carajos estoy viviendo? ¿Cómo es posible que recibamos tantas y tan malas noticias continuamente? ¿Dónde hemos estado los ciudadanos de Colombia que hemos permitido la instalación de la corrupción como fórmula nacional? La respuesta es más dolorosa: hemos estado aquí, acompañando en las elecciones a los sinvergüenzas más repudiables, aceptando nombramientos espurios, comentando y hasta riendo de los desmanes de ellos, como si lo público nos fuera ajeno, como si no nos importara el destino indebido de nuestros impuestos y, para mayor escarnio, permanecimos inermes e inertes, sin siquiera aplicar la sanción moral de no saludar a quienes sabemos que son los responsables de la debacle.
No, más bien, aplaudimos y celebramos cómo ‘coronan’ grandes contratos, realizan inicuos negociados, compran votos de frente, protagonizan vergonzosos espectáculos en recintos que debían ser sagrados y que no son otra cosa que centros de reparto de prebendas y contratos de lo público en manguala con sectores pesados de la inversión privada, que pescan en río revuelto para obtener excepciones, impedir sanciones y aumentar ganancias. En eso se ha convertido el ejercicio de la cosa pública, y nosotros ahí, queja va y queja viene a sotto voce, cuidando cada quien su miniparcela, mirando discretamente hacia otro lado cuando conocemos de las incorrecciones de funcionarios y políticos.
Me dirán enseguida que soy ave de mal agüero, que no vea nada bueno, que me especializo en señalar lo incorrecto. Antes de transcribirles el panorama del jueves 5 de julio, me permito subrayar que el cumplimiento del deber no requiere ser aplaudido ni publicado, salvo en países podridos y en proceso de descomposición como el nuestro, y me niego a ello. Funcionario y político correctos, transparentes y competentes solo cumplen su obligación y, aunque sean los menos, unas estrellas solitarias en el universo de la corrupción, no voy a destacarlos.
Destaco sí lo que atenta contra la ciudadanía, para cumplir con la función del periodista y porque como persona me resulta abominable que sigan saliendo elegidos quienes han demostrado fehacientemente que su quehacer va en beneficio propio, el de sus electores amarrados y el de parientes y capitanes políticos. Aquí van los titulares del cinco de julio, para que escojan: Boda de Fritanga, un parrandón vallenato, Otero (secretario del Senado) no renuncia y dice que es perseguido, Santos y Uribe no tienen arreglo, Contraloría pide investigar a director de Invías, Por ‘lavado’ investigan a Dilian Francisca Toro (expresidenta del Congreso).
Ahora bien, ¿dónde estaba usted lector o lectora de esta nota, acaso vivía en Tombuctú, en el corazón de África? No, estabas aquí, no saliste a votar porque llovía y hacía calor o porque se te hizo tarde o porque el guayabo te lo impidió. O saliste y votaste por alguno de los elegidos de hoy en Barranquilla, donde no hay dónde escoger. Votaste por hacer un favor o para que alguien conservara el puesto, o para obtener una beca. ¿Te parece justa y honesta alguna de esas razones? Bien sabes que no y por eso estamos como estamos.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... emos-73943
Cuando me senté a escribir esta nota, el jueves pasado, terminaba de leer EL HERALDO muy temprano, y una fea sensación se apoderó de mí: ¿dónde carajos estoy viviendo? ¿Cómo es posible que recibamos tantas y tan malas noticias continuamente? ¿Dónde hemos estado los ciudadanos de Colombia que hemos permitido la instalación de la corrupción como fórmula nacional? La respuesta es más dolorosa: hemos estado aquí, acompañando en las elecciones a los sinvergüenzas más repudiables, aceptando nombramientos espurios, comentando y hasta riendo de los desmanes de ellos, como si lo público nos fuera ajeno, como si no nos importara el destino indebido de nuestros impuestos y, para mayor escarnio, permanecimos inermes e inertes, sin siquiera aplicar la sanción moral de no saludar a quienes sabemos que son los responsables de la debacle.
No, más bien, aplaudimos y celebramos cómo ‘coronan’ grandes contratos, realizan inicuos negociados, compran votos de frente, protagonizan vergonzosos espectáculos en recintos que debían ser sagrados y que no son otra cosa que centros de reparto de prebendas y contratos de lo público en manguala con sectores pesados de la inversión privada, que pescan en río revuelto para obtener excepciones, impedir sanciones y aumentar ganancias. En eso se ha convertido el ejercicio de la cosa pública, y nosotros ahí, queja va y queja viene a sotto voce, cuidando cada quien su miniparcela, mirando discretamente hacia otro lado cuando conocemos de las incorrecciones de funcionarios y políticos.
Me dirán enseguida que soy ave de mal agüero, que no vea nada bueno, que me especializo en señalar lo incorrecto. Antes de transcribirles el panorama del jueves 5 de julio, me permito subrayar que el cumplimiento del deber no requiere ser aplaudido ni publicado, salvo en países podridos y en proceso de descomposición como el nuestro, y me niego a ello. Funcionario y político correctos, transparentes y competentes solo cumplen su obligación y, aunque sean los menos, unas estrellas solitarias en el universo de la corrupción, no voy a destacarlos.
Destaco sí lo que atenta contra la ciudadanía, para cumplir con la función del periodista y porque como persona me resulta abominable que sigan saliendo elegidos quienes han demostrado fehacientemente que su quehacer va en beneficio propio, el de sus electores amarrados y el de parientes y capitanes políticos. Aquí van los titulares del cinco de julio, para que escojan: Boda de Fritanga, un parrandón vallenato, Otero (secretario del Senado) no renuncia y dice que es perseguido, Santos y Uribe no tienen arreglo, Contraloría pide investigar a director de Invías, Por ‘lavado’ investigan a Dilian Francisca Toro (expresidenta del Congreso).
Ahora bien, ¿dónde estaba usted lector o lectora de esta nota, acaso vivía en Tombuctú, en el corazón de África? No, estabas aquí, no saliste a votar porque llovía y hacía calor o porque se te hizo tarde o porque el guayabo te lo impidió. O saliste y votaste por alguno de los elegidos de hoy en Barranquilla, donde no hay dónde escoger. Votaste por hacer un favor o para que alguien conservara el puesto, o para obtener una beca. ¿Te parece justa y honesta alguna de esas razones? Bien sabes que no y por eso estamos como estamos.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... emos-73943
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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