Diciembre
Règles du forum
Soyez courtois ! / Recuerde ser cortés
Vous pouvez poster vos messages en espagnol / Puede publicar sus mensajes en español
Soyez courtois ! / Recuerde ser cortés
Vous pouvez poster vos messages en espagnol / Puede publicar sus mensajes en español
- Darloup
- Administrateur/Administrador
-
Grand Maitre Gourou/Gran Maestro Gurú
- Messages : 7100
- Inscription : 20 sept. 2008, 01:39
- Prénom : Henry
- Sexe : Masculin
- Emplacement : Barranquilla (Colombie)
- Contact :
Diciembre
Por Bertha C. Ramos
Se me cruzan los cables, colapsan mis circuitos, se me revuelven las tripas, se desperezan mis monstruos interiores –me abruman, me persiguen, me atormentan, me sulfuran– cada vez que me pongo a pensar en que existen los sicarios.
Cuando salgo del paraíso de los sueños, y en la quietud de la madrugada se me da por cavilar sobre esos sujetos, me da vértigo. Sobre aquellos como el hombre que asesinó ayer a otro en una avenida de Santa Marta, o el que anteayer mató a la madre de un universitario en Córdoba.
Sobre uno de esos personajes como el que mató a una mujer en la avenida Pedro de Heredia en Cartagena, o el que asesinó a una pareja en la isla de San Andrés.
Se me aumentan por arte de magia el colesterol y los triglicéridos, cuando pienso en los individuos que balearon a tantas figuras públicas y a tantos seres anónimos, que actuaron por igual en un centro comercial de Bogotá, o en las comunas de Medellín. Sicarios. Asesinos asalariados por definición.
Hombres que luego de cometer sus fechorías, llegan tranquilos a su casa a que les sirvan la comida porque vienen del trabajo. Dirán que vienen cansados, o quizá dirán que ha sido un día normal.
Personas de sangre fría que cobran por acabar con la vida de otros. Se me cruzan todos los cables cuando pienso en la realidad en que vivimos los colombianos. Un país que ha permitido que se establezca el sicariato como una forma de vida, sin que se hayan aplicado estrategias eficientes que permitan erradicarlo.
Mientras exista impunidad habrá sicarios. De los que utilizan armas, y de los que saben usar otras formas más complejas de homicidio. Porque hay de diversas calañas. Algunos hacen su oficio con la lengua, otros con ideologías, los hay al mando de la salud y la economía, de los programas de prevención y del sistema bancario.
Los hay que adulteran licor o falsifican medicamentos. Los hay de doradas charreteras o de botas pantaneras, de cuello blanco o de traje negro. Los hay dentro de las casas, en los colegios y en las empresas. Los hay de toda calaña. Y entre tanto, la vida sigue su curso en un país que se ha plegado a su existencia, convirtiéndonos en seres pesimistas, amargados, desconfiados, rencorosos.
Pero empieza el ajetreo de la Navidad y uno se vuelve conciliador. Como si el tintineo de las campanitas y el parpadeo de las luces tuviera efectos tranquilizantes sobre la amígdala cerebral, ese centro de neuronas ubicado en lo profundo del cerebro de donde surgen los miedos y las furias. Y recobramos la alegría, aflora el otro que somos, el optimista, el soñador.
Es el tiempo del olvido. Desconectamos los cables que nos vinculan a la violencia, cortamos las ataduras que nos anudan al pánico, reventamos los grilletes de la anarquía. Quedamos anestesiados. Y entre tanto, las balas siguen matando y los infames procediendo, porque los sicarios no descansan.
La Navidad es época de olvido y de perdón, pero creo que en Colombia debería establecerse como tiempo de memoria. Es preciso recordar en estas fechas a quienes cayeron exterminados por las manos asesinas. Es imperioso, porque el olvido también opera como un sicario. Feliz Navidad para mis lectores.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opini-n/columni ... mbre-50039
Se me cruzan los cables, colapsan mis circuitos, se me revuelven las tripas, se desperezan mis monstruos interiores –me abruman, me persiguen, me atormentan, me sulfuran– cada vez que me pongo a pensar en que existen los sicarios.
Cuando salgo del paraíso de los sueños, y en la quietud de la madrugada se me da por cavilar sobre esos sujetos, me da vértigo. Sobre aquellos como el hombre que asesinó ayer a otro en una avenida de Santa Marta, o el que anteayer mató a la madre de un universitario en Córdoba.
Sobre uno de esos personajes como el que mató a una mujer en la avenida Pedro de Heredia en Cartagena, o el que asesinó a una pareja en la isla de San Andrés.
Se me aumentan por arte de magia el colesterol y los triglicéridos, cuando pienso en los individuos que balearon a tantas figuras públicas y a tantos seres anónimos, que actuaron por igual en un centro comercial de Bogotá, o en las comunas de Medellín. Sicarios. Asesinos asalariados por definición.
Hombres que luego de cometer sus fechorías, llegan tranquilos a su casa a que les sirvan la comida porque vienen del trabajo. Dirán que vienen cansados, o quizá dirán que ha sido un día normal.
Personas de sangre fría que cobran por acabar con la vida de otros. Se me cruzan todos los cables cuando pienso en la realidad en que vivimos los colombianos. Un país que ha permitido que se establezca el sicariato como una forma de vida, sin que se hayan aplicado estrategias eficientes que permitan erradicarlo.
Mientras exista impunidad habrá sicarios. De los que utilizan armas, y de los que saben usar otras formas más complejas de homicidio. Porque hay de diversas calañas. Algunos hacen su oficio con la lengua, otros con ideologías, los hay al mando de la salud y la economía, de los programas de prevención y del sistema bancario.
Los hay que adulteran licor o falsifican medicamentos. Los hay de doradas charreteras o de botas pantaneras, de cuello blanco o de traje negro. Los hay dentro de las casas, en los colegios y en las empresas. Los hay de toda calaña. Y entre tanto, la vida sigue su curso en un país que se ha plegado a su existencia, convirtiéndonos en seres pesimistas, amargados, desconfiados, rencorosos.
Pero empieza el ajetreo de la Navidad y uno se vuelve conciliador. Como si el tintineo de las campanitas y el parpadeo de las luces tuviera efectos tranquilizantes sobre la amígdala cerebral, ese centro de neuronas ubicado en lo profundo del cerebro de donde surgen los miedos y las furias. Y recobramos la alegría, aflora el otro que somos, el optimista, el soñador.
Es el tiempo del olvido. Desconectamos los cables que nos vinculan a la violencia, cortamos las ataduras que nos anudan al pánico, reventamos los grilletes de la anarquía. Quedamos anestesiados. Y entre tanto, las balas siguen matando y los infames procediendo, porque los sicarios no descansan.
La Navidad es época de olvido y de perdón, pero creo que en Colombia debería establecerse como tiempo de memoria. Es preciso recordar en estas fechas a quienes cayeron exterminados por las manos asesinas. Es imperioso, porque el olvido también opera como un sicario. Feliz Navidad para mis lectores.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opini-n/columni ... mbre-50039
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !