La miradita

Por Antonio Celia C.

Cuando el reloj de mesa que estaba sobre la cómoda de la sala daba las campanadas de las ocho de la noche, una mirada de mi padre era suficiente para que, sin mediar palabra, yo entendiera que era hora de ir a la cama, y de inmediato me dirigía a mi dormitorio, en un altillo de la casa donde nací, en 20 de Julio con la Calle Obando. Era una época en la que nuestros padres, con la mirada, nos trasmitían mensajes que acatábamos con el mayor respeto y sin chistar.

Con el transcurso de los años, todo ha cambiado y ya no hay niño que entienda, y menos que obedezca por este medio. Sin embargo, la mirada no ha perdido su fuerza mandataria; lo que sucede es que ha cambiado de dueño y son ahora las esposas quienes la utilizan para dar órdenes mudas, pero perentorias, a sus maridos. Es así como: con una abierta de ojos despepitados nos están diciendo: “Cállate bruto, que estás metiendo la pata”. Unos ojos entrecerrados, con un ligero movimiento lateral de cabeza, nos dice: “No sigas inventando vainas, tú sabes que estás hablando paja”. Si esto va acompañado de una ligera apretada de labios, quiere decir: “Ya la embarraste, carajo, no sigas hablando”. Una alzada de párpados, es “Tengo sueño y me duele la cabeza. Nos vamos yá”. Pero si la mirada es de perro bravo, la boca bien apretada y los movimientos de cabeza son verticales y más rápidos es: “Muy bonito, ¿no? Al final todo se descubre. Espera que lleguemos a casa para que vayas sabiendo quien soy yo”. Dios permita que a mis amables lectores sus esposas les dirijan cualquier clase de miradas, menos la anterior, porque podría ser ‘la última mirada’.

Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... dita-57953