¿Por qué se van?

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Darloup
 
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¿Por qué se van?

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Por José Amar Amar

Nací en Pucón, un pequeño pueblo del sur de Chile, que hoy es uno de los balnearios más exclusivos del país. Desde niño pude conocer a un gran número de migrantes alemanes que venían huyendo de la devastación de su país después de la Segunda Guerra Mundial, con la esperanza de construir junto a su familia una nueva vida.

Los habitantes del pueblo los recibíamos con cariño y cierta admiración. Muy pronto, con sus capacidades y voluntad de trabajo muchos de ellos se enriquecieron y contribuyeron al engrandecimiento de ese hermoso lugar, donde hasta hoy se puede degustar la más variada pastelería y chocolatería alemana.

Nunca imaginé que años más tarde sería yo el migrante. Al llegar a Colombia la gente de este gran país me recibió con tanta calidez, que hasta hoy la disfrutamos con mi esposa plenamente. Como la vida es incierta, mi país me honró nombrándome cónsul, y casi todos los días firmo documentos y visas a muchos colombianos que han tomado la decisión de irse a vivir a Chile.

Desde los orígenes de la humanidad, los hombres se desplazan de un lugar a otro en busca de medios de subsistencia o para eludir enemigos humanos o naturales. Hoy, con la globalización, nos hemos vuelto más nómadas, hasta el punto que hay más de 200 millones de inmigrantes internacionales. Sin embargo, son pocos los migrantes que son bien recibidos por las comunidades receptoras, especialmente en los países industrializados, donde se han vuelto hostiles con los inmigrantes. Cada día ponen sus murallas invisibles (llámese visa) mucho más difíciles de traspasar; no obstante, el flujo migratorio continúa y Chile se ha vuelto un destino atractivo, especialmente para profesionales que migran con contratos laborales, hasta el punto que hoy los colombianos son la quinta comunidad de inmigrantes más grande en el país.

¿Por qué se van? Hay muchas respuestas. Chile no es un paraíso, pero tiene ciertos atractivos; aparte de hablar la misma lengua, el país está llegando a tener una condición de casi pleno empleo: su tasa de desempleo es del 6.6%. El sueldo promedio en Chile es de dos millones de pesos colombianos, y un reciente estudio señala que un profesional con cuatro años de trabajo gana un promedio entre seis y ocho millones de pesos colombianos. También, aunque los chilenos están cada vez más alarmados con la inseguridad, en un país con 16 millones de habitantes ocurren menos de 500 homicidios, un poco menos que Barranquilla y casi la cuarta parte de los homicidios en Medellín.

Pero no solo es el empleo y la seguridad. Los primeros migrantes colombianos fueron empresarios que huían de la inseguridad. Hoy los migrantes son un ejército de profesionales y trabajadores muy valorados en el país austral, porque con su esfuerzo lograron construir el imaginario de que el profesional colombiano es muy responsable, trabajador y bien formado.

Por experiencia, sé que migrar no es fácil; no solo implica fracturar su propia historia de vida y abandonar personas y cosas que se quieren. Es llegar a una nueva cultura que implica un ajuste psicológico, vivir una especie de tensión constante por el esfuerzo casi inútil de adaptarse a la nueva sociedad, para concluir que, como dice la canción de Facundo Cabral: “No soy de aquí, ni soy de allá…”

Hoy hay más de cuatro millones de colombianos viviendo en los más diversos lugares del mundo, cada uno con su propia historia, y aunque algunos lo ven como positivo para el país por las remesas que envían, cuando se va un profesional el país pierde mucho. Hace algún tiempo leí un estudio, hecho en Francia, que pretendía medir cuánto costaba cuidar a un hijo desde el embarazo hasta su educación completa, y llegaron al estimativo de que valía aproximadamente 300 mil euros, o sea, 703 millones 719 mil 510 pesos colombianos. Imagínense cuánto pierde Colombia con los miles de profesionales que migran a generar riqueza a otras naciones.

Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... -van-62005
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