La escena del crimen
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La escena del crimen
Por José Amar Amar
El hombre corría a la mayor velocidad posible por la calle 17. Detrás, otro lo seguía amenazante pistola en mano, y cuando estuvo lo suficientemente cerca hizo un primer disparo. La víctima cayó de rodillas, y el asesino, sin contemplación, le disparó varias veces más.
El homicida, como en el Viejo Oeste, mirando con una cara amenazante a quienes por desgracia estaban cerca del lugar, se guardó el arma debajo de la camiseta, y se fue caminando con una aparente tranquilidad hasta que su figura desapareció en una de las lúgubres calles del sector.
Aunque esta escena ocurrió hace algún tiempo, en lo que va de este año se ha repetido 219 veces, que es el número de homicidios que según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses se han cometido en la ciudad hasta el 15 de agosto; de estos, 205 víctimas han sido hombres, y 14, mujeres, y, lo que es más doloroso, el 70% de los asesinados son jóvenes entre 15 y 30 años.
Las imágenes y descripciones de actos violentos invaden los medios de comunicación. La violencia está en nuestras conversaciones cotidianas, en las calles, en los buses, en nuestros hogares, en las escuelas, en los centros comerciales. Es una calamidad que desgarra el devenir comunitario y amenaza la vida, la salud y la felicidad de todos los habitantes de la ciudad.
Muchas veces nuestras instituciones se ven desbordadas por los hechos delictivos. La clase media, por supuesto, es la que más sufre la acción de la delincuencia común, pero quienes verdaderamente padecen la violencia más intensa o letal son los sectores más pobres, que involucran la mayor cantidad de víctimas y victimarios en este proceso: es una violencia de pobres contra pobres.
Es indudable que las fuerzas de seguridad, especialmente la Policía, la Justicia y los servicios penitenciarios son un agente vital para lograr controlar las diversas formas de violencia. Pero hoy se sabe que un aspecto clave para atacar este problema es buscar soluciones no violentas a las acciones violentas; aquí las ciencias sociales pueden hacer un aporte importante, desde la investigación, a la comprensión de la violencia urbana y a la identificación de las estrategias más eficaces para hacer frente a estos desafíos.
Se precisa responder preguntas tales como: ¿cuáles son los impulsores más importantes de la violencia urbana de Barranquilla?, ¿qué relación hay entre exclusión social y niveles de violencia?, ¿qué condiciones facilitan prácticas eficaces que promuevan la seguridad y protección de la vida de los habitantes de la ciudad?, ¿cuáles son las intervenciones y estrategias más efectivas para hacer frente a los problemas de violencia?
Barranquilla nada sabe de esto. Aunque es bueno conocer experiencias exitosas de otros contextos para prevenir y reducir las tasas de delitos —como el trabajo desarrollado en Guayaquil denominado “Barrios de Paz” que la Alcaldía está empezando a implementar—, cada ciudad tiene su propia historia, prácticas y costumbres, y su propia psicología, que hace que lo que es exitoso en una ciudad, no necesariamente sea replicable en otra.
El homicidio, el asalto y el robo son los aspectos más visibles de la violencia urbana. Pero esta tiene muchos otros impactos: erosiona el tejido social de familias y barrios, y limita el acceso al trabajo y a la educación, derivando en mayor desigualdad y segregación social.
Hay que romper en la ciudad el círculo vicioso de la violencia, la pobreza y la desigualdad, y crear un círculo virtuoso donde la investigación, la participación ciudadana y la institucionalidad construyan las bases para una ciudad participativa, más igualitaria, incluyente y, por ende, una ciudad segura.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... imen-79868
El hombre corría a la mayor velocidad posible por la calle 17. Detrás, otro lo seguía amenazante pistola en mano, y cuando estuvo lo suficientemente cerca hizo un primer disparo. La víctima cayó de rodillas, y el asesino, sin contemplación, le disparó varias veces más.
El homicida, como en el Viejo Oeste, mirando con una cara amenazante a quienes por desgracia estaban cerca del lugar, se guardó el arma debajo de la camiseta, y se fue caminando con una aparente tranquilidad hasta que su figura desapareció en una de las lúgubres calles del sector.
Aunque esta escena ocurrió hace algún tiempo, en lo que va de este año se ha repetido 219 veces, que es el número de homicidios que según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses se han cometido en la ciudad hasta el 15 de agosto; de estos, 205 víctimas han sido hombres, y 14, mujeres, y, lo que es más doloroso, el 70% de los asesinados son jóvenes entre 15 y 30 años.
Las imágenes y descripciones de actos violentos invaden los medios de comunicación. La violencia está en nuestras conversaciones cotidianas, en las calles, en los buses, en nuestros hogares, en las escuelas, en los centros comerciales. Es una calamidad que desgarra el devenir comunitario y amenaza la vida, la salud y la felicidad de todos los habitantes de la ciudad.
Muchas veces nuestras instituciones se ven desbordadas por los hechos delictivos. La clase media, por supuesto, es la que más sufre la acción de la delincuencia común, pero quienes verdaderamente padecen la violencia más intensa o letal son los sectores más pobres, que involucran la mayor cantidad de víctimas y victimarios en este proceso: es una violencia de pobres contra pobres.
Es indudable que las fuerzas de seguridad, especialmente la Policía, la Justicia y los servicios penitenciarios son un agente vital para lograr controlar las diversas formas de violencia. Pero hoy se sabe que un aspecto clave para atacar este problema es buscar soluciones no violentas a las acciones violentas; aquí las ciencias sociales pueden hacer un aporte importante, desde la investigación, a la comprensión de la violencia urbana y a la identificación de las estrategias más eficaces para hacer frente a estos desafíos.
Se precisa responder preguntas tales como: ¿cuáles son los impulsores más importantes de la violencia urbana de Barranquilla?, ¿qué relación hay entre exclusión social y niveles de violencia?, ¿qué condiciones facilitan prácticas eficaces que promuevan la seguridad y protección de la vida de los habitantes de la ciudad?, ¿cuáles son las intervenciones y estrategias más efectivas para hacer frente a los problemas de violencia?
Barranquilla nada sabe de esto. Aunque es bueno conocer experiencias exitosas de otros contextos para prevenir y reducir las tasas de delitos —como el trabajo desarrollado en Guayaquil denominado “Barrios de Paz” que la Alcaldía está empezando a implementar—, cada ciudad tiene su propia historia, prácticas y costumbres, y su propia psicología, que hace que lo que es exitoso en una ciudad, no necesariamente sea replicable en otra.
El homicidio, el asalto y el robo son los aspectos más visibles de la violencia urbana. Pero esta tiene muchos otros impactos: erosiona el tejido social de familias y barrios, y limita el acceso al trabajo y a la educación, derivando en mayor desigualdad y segregación social.
Hay que romper en la ciudad el círculo vicioso de la violencia, la pobreza y la desigualdad, y crear un círculo virtuoso donde la investigación, la participación ciudadana y la institucionalidad construyan las bases para una ciudad participativa, más igualitaria, incluyente y, por ende, una ciudad segura.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... imen-79868
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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