Un capítulo más de nuestra desastrosa diplomacia
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Un capítulo más de nuestra desastrosa diplomacia
Por Tatiana Cabello Flórez
En tiempos cuando las naciones han defendido cada milímetro de su territorio, incluso con las armas, o posiciones beligerantes internacionales, Colombia vivió un capítulo más en su larga historia de despojos y pérdida de territorio, con el contradictorio fallo de la Corte de La Haya, sobre nuestro archipiélago de San Andrés, Providencia, Santa Catalina y los cayos.
Y la actitud del Gobierno Santos, no ha sido otra que la del avestruz: la de agitar las alas y el pesado cuerpo, pero esconder la cabeza en un hueco en la tierra, para decir –aprovechando la frase popular que inmortalizó Andrés López con su Pelota de Letras- “deje así”.
Una vez producido el fallo, y pese a la alocución presidencial desde el paraíso terrenal de San Andrés y las declaraciones posteriores de su equipo diplomático, en cabeza de la canciller María Ángela Holguín, y la indignación nacional, el tema desciende como la espuma cuando la efervescencia informativa ya nos tiene en otros escenarios.
Decir que el país se aleja del Pacto de Bogotá, y que se podría pensar en un desconocimiento del fallo, a futuro, no se conduele con los habitantes del archipiélago. Acordarse de San Andrés solo hasta el fallo, cuando el departamento insular vive desde hace décadas problemas serios de pobreza y necesidades básicas insatisfechas y un hacinamiento producto de desidia estatal que permitió durante muchos años colonizar sin desarrollo, sin planificación, sin aprovisionamiento social, ni salubre, ni educativo, y menos laboral, tampoco es una actitud justa del Estado para con este extracto de cielo, enclavado en el mar de los siete colores, como decía el poeta y exgobernador fallecido de la isla Simón González.
Ahora, con San Andrés, la presión cambió cien años después de protagonistas: las multinacionales petroleras son las que seguramente ejercieron su lobby para que la Corte emitiera tamaño exabrupto en los fallos internacionales que dirimen conflictos de esta naturaleza: Colombia es soberana en la tierra, pero no en el mar, que es donde está la riqueza en el subsuelo marino, rico en petróleo. ¿Y cuál fue la respuesta de Honduras? Denunciar el tema, pero emplazar también sus tropas y barcos para defender su territorio. ¿Y Colombia? Bien, gracias. Poner los acorazados en aguas internacionales que son de nadie y no defender a Colombia misma.
Hay que ir a San Andrés y hacer un ejercicio tan básico como preguntarles a sus habitantes hace cuánto escuchan desde la misma isla, las perforaciones e instalaciones de tubos, y próximamente de plataformas de extracción de petróleo en la zona de coral, reserva ambiental de la humanidad. Sería bueno que los medios de comunicación informaran al respecto, porque hasta el momento no lo han hecho.
Y todo con una pasmosa actitud de vociferar, pero no actuar, una actitud de decir que se va a defender, pero no movilizar a toda una nación en defensa de lo que es propio. En aras de una diplomacia tradicionalista cercana a la cobardía y que permitió robos descarados como el de Panamá, y de autoalabarnos como “los demócratas de mayor reciedumbre del Continente”, estamos dejando perder una zona colombiana estratégica, ecológica, ambiental, polo del turismo, y con futuras consecuencias en este sentido: Venezuela reclamará los islotes de Los Monjes y el Golfo de Coquibacoa (Maracaibo para ellos) o La Guajira misma; Panamá, al Chocó, y Perú, a Putumayo, en fin. Otras zonas grises de diferendos territoriales aún vigentes, y que el paso de los años y del polvo de la historia no han ocultado. Es más, se van a reactivar si el gobierno Santos sigue muy cómodo en el hueco del avestruz y permite –como lo hace en la práctica– que Ortega se salga con la suya.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... acia-91833
En tiempos cuando las naciones han defendido cada milímetro de su territorio, incluso con las armas, o posiciones beligerantes internacionales, Colombia vivió un capítulo más en su larga historia de despojos y pérdida de territorio, con el contradictorio fallo de la Corte de La Haya, sobre nuestro archipiélago de San Andrés, Providencia, Santa Catalina y los cayos.
Y la actitud del Gobierno Santos, no ha sido otra que la del avestruz: la de agitar las alas y el pesado cuerpo, pero esconder la cabeza en un hueco en la tierra, para decir –aprovechando la frase popular que inmortalizó Andrés López con su Pelota de Letras- “deje así”.
Una vez producido el fallo, y pese a la alocución presidencial desde el paraíso terrenal de San Andrés y las declaraciones posteriores de su equipo diplomático, en cabeza de la canciller María Ángela Holguín, y la indignación nacional, el tema desciende como la espuma cuando la efervescencia informativa ya nos tiene en otros escenarios.
Decir que el país se aleja del Pacto de Bogotá, y que se podría pensar en un desconocimiento del fallo, a futuro, no se conduele con los habitantes del archipiélago. Acordarse de San Andrés solo hasta el fallo, cuando el departamento insular vive desde hace décadas problemas serios de pobreza y necesidades básicas insatisfechas y un hacinamiento producto de desidia estatal que permitió durante muchos años colonizar sin desarrollo, sin planificación, sin aprovisionamiento social, ni salubre, ni educativo, y menos laboral, tampoco es una actitud justa del Estado para con este extracto de cielo, enclavado en el mar de los siete colores, como decía el poeta y exgobernador fallecido de la isla Simón González.
Ahora, con San Andrés, la presión cambió cien años después de protagonistas: las multinacionales petroleras son las que seguramente ejercieron su lobby para que la Corte emitiera tamaño exabrupto en los fallos internacionales que dirimen conflictos de esta naturaleza: Colombia es soberana en la tierra, pero no en el mar, que es donde está la riqueza en el subsuelo marino, rico en petróleo. ¿Y cuál fue la respuesta de Honduras? Denunciar el tema, pero emplazar también sus tropas y barcos para defender su territorio. ¿Y Colombia? Bien, gracias. Poner los acorazados en aguas internacionales que son de nadie y no defender a Colombia misma.
Hay que ir a San Andrés y hacer un ejercicio tan básico como preguntarles a sus habitantes hace cuánto escuchan desde la misma isla, las perforaciones e instalaciones de tubos, y próximamente de plataformas de extracción de petróleo en la zona de coral, reserva ambiental de la humanidad. Sería bueno que los medios de comunicación informaran al respecto, porque hasta el momento no lo han hecho.
Y todo con una pasmosa actitud de vociferar, pero no actuar, una actitud de decir que se va a defender, pero no movilizar a toda una nación en defensa de lo que es propio. En aras de una diplomacia tradicionalista cercana a la cobardía y que permitió robos descarados como el de Panamá, y de autoalabarnos como “los demócratas de mayor reciedumbre del Continente”, estamos dejando perder una zona colombiana estratégica, ecológica, ambiental, polo del turismo, y con futuras consecuencias en este sentido: Venezuela reclamará los islotes de Los Monjes y el Golfo de Coquibacoa (Maracaibo para ellos) o La Guajira misma; Panamá, al Chocó, y Perú, a Putumayo, en fin. Otras zonas grises de diferendos territoriales aún vigentes, y que el paso de los años y del polvo de la historia no han ocultado. Es más, se van a reactivar si el gobierno Santos sigue muy cómodo en el hueco del avestruz y permite –como lo hace en la práctica– que Ortega se salga con la suya.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... acia-91833
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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