Delincuentes piden perdón

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Darloup
 
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Delincuentes piden perdón

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Por Álvaro De la Espriella Arango

La Real Academia de la Lengua define la palabra “perdón” como la acción de perdonar, remisión de la ofensa recibida o de alguna deuda o obligación pendiente. Es además disculpar la falta u ofensa, quitar la pena por una falta o delito. En términos humanísticos es un acto espiritual de enorme trascendencia humana; dentro del cristianismo y casi todas las religiones es un proceso de humildad y es un concepto que compromete los sentimientos humanos, es la acción dolorosa de arrugar el corazón y voltear la página de una vida. Es quizás uno de los actos más sublimes que puede tener un hombre.

Pero en Colombia, dentro de esta frenética locura que desde hace más de cincuenta años vivimos por cuenta de los delincuentes y terroristas, la palabra perdón se ha profanado, se está jugando con ella, se está vulgarizando y, lo que es peor, está sirviendo de pretexto cínico para que marginados de la ley la propongan como un camino para reducir penas por delitos cometidos, para buscar alivio y atenuantes en casos penales de aberrantes crímenes.

Ahora todos los criminales apresados o los que se acercan a la reincorporación civil, buscando la mejor salida, resuelve pedir perdón a sus víctimas. Después de años y años de cometer los más impresionantes crímenes creen que con solo pronunciar la hermosa palabra la gente puede olvidar fácilmente. Habrá que preguntarle a una madre a quien le asesinaron sus hijos o a hijos que vieron volar las cabezas de sus padres en atentados masivos como los que ha vivido Colombia en las ultimas décadas, si se conformaran solamente con escuchar el hermoso término de boca de los asesinos para poder olvidar el horror que vivieron y desterrar de sus mentes el infierno que les tocó afrontar.

Russell, siempre leído por nosotros, nos dijo que después de recién terminada la segunda guerra, cuando las cenizas aún hacían gargantillas alrededor de la Torre del Reloj en Londres, que “el dolor de la destrucción y de las vidas ausentes es tan grande que ni el perdón adquiere la fuerza del olvido”.

No hay nada en el mundo, ni palabras, ni reparaciones en dinero, ni convocatorias de piedad, ni súplicas de condonación, que puedan borrar los estigmas del horror y la violencia.

Quizás en la Costa Caribe no lo entendemos mucho porque no nos ha tocado vivir las horrendas noches de pueblos arrasados, sitiados por la guerrilla por horas a punta de balas y bombas, los miles de discapacitados que tenemos hoy día, sin una pierna, sin un brazo, porque cayeron al pisar una mina quiebrapata.

Todo el dolor que por más de cincuenta años de sangre inocente derramada, de falsos positivos, de crímenes a sangre fría, de violación y decapitaciones de adolescentes, de incendios, de soldados y policías caídos en combates, todo ello está sellado en el interior de la mente humana y jamás quedará borrado del subconsciente.

De modo que no nos dejemos impresionar por esa utilización ventajosa y utilitarista de la palabra perdón. Por lo pronto y para siempre, quienes son penalizados como asesinos, como culpables de masacres, como comprobados delincuentes que arrasaron campos y pueblos sin piedad, quienes arrogantes, despóticos, olímpicos, con fusil en mano disparaban con el orgullo de la soberbia, todos ellos tienen y deben pagar sus penas, ser castigados, muy fuertemente para que sepan y conozcan que su maldad no admite perdón por el solo hecho de implorarlo cínicamente.

Sabiendo que cumplen su castigo, quizás las víctimas, con los años, con la oración y la ayuda del Todopoderoso puedan intentar una especie de olvido, de somnolencia amnésica, de conformidad. Pero, ¿perdón…?

Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... rdon-91841
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