¿Quién nos entiende?

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Darloup
 
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¿Quién nos entiende?

Message : # 4658Message Darloup »

Por Álvaro De la Espriella Arango

Colombia es un país conspicuo, desconcertante, impredecible. Sus habitantes tienen la singular pretensión de creer que siempre saben más que los demás, que son infalibles y que tienen la fórmula de perfección para todo. Lo que nos sobra es autosuficiencia, arrogancia, altanería.

Tenemos más de cincuenta años de estar sufriendo la más desgarradora guerra interna por cuenta de fuerzas guerrilleras, paramilitares y oscuras bandas criminales. Hemos vivido los más escalofriantes hechos de sangre, de terrorismo, de series interminables de crímenes y secuestros, matanzas masivas y asesinatos en serie. Los horrores de esta situación caótica quizás la más antigua del mundo en su género, han convertido a nuestro país en una sociedad tolerante con el crimen porque la continuidad hace costumbre y sobre todo hemos aceptado nos guste o no que así como hemos sobrevivido todo este tiempo debemos subsistir para siempre.

No hay gobierno que no haya emprendido acciones vigorosas contra estas fuerzas delictivas. La sociedad, ese dedo acusador implacable que elige dirigentes pero exige metas y compromisos ha pretendido la paz como un horizonte de esperanzas y como un objetivo que saque al país de semejante infierno.

Un infierno que paradójicamente no amilana a la inversión extranjera, no disminuye el crecimiento económico, no desmejora la producción y que, a pesar de él, presenciamos un país atrayente para multinacionales. Así es la codicia del mundo buscando el dinero a pesar de esos infiernos.

Algunos gobiernos han triunfado en algunos aspectos más que otros en la búsqueda de la paz. “Es como esos pájaros que queremos agarrar, que cada vez que los tenemos casi en la mano salen volando nuevamente”, decía de la paz Nelson Mandela cuando lo entrevistaron en la cárcel sobre los horrores de su país.

Últimamente Uribe Vélez le dio un zarpazo mortal a los paramilitares y envió a la extradición a todos los cabecillas. Le dijeron traidor, lo insultaron porque no había cumplido la palabra, lo señalaron porque no respetó los derechos humanos y hubo columnistas cínicos en el Altiplano que le impostaron al entonces Presidente que a los extraditados no se les había respetado el debido proceso. ¡Qué ironía!

Ahora el presidente Santos, con una valentía digna de exposición, se atrevió –primero calladamente y después en forma pública– a buscar un acercamiento con la guerrilla, que esta clamaba a gritos, para buscar un acuerdo de paz.

Es decir, lo que el país gritó, suplicó, rogó, anheló, imploró durante años, de un momento a otro quedó plasmado en el retrato de La Habana. Con o sin reelección por delante, Santos se la jugó por el país con un fondo de autenticidad y sinceridad impresionante. Él sabe y lo sabemos todos los colombianos que si el tema no resultó se perdió la oportunidad del siglo, pero se buscó, se pretendió alcanzarla, se hizo el histórico esfuerzo.

Pues no es más que el Presidente haya emprendido esta batalla valerosa para que le hayan llovido desde todos los rincones toda clase de críticas, indirectas, directas, obstáculos, censurándolo por lo que está buscando.

¿Quién nos entiende entonces? Pero la respuesta está allí, sencilla, simple: la arrogancia, la intolerancia, la envidia, el ego crecido, la petulancia, ese mesianismo altanero que cree que ellos son los únicos que pueden, los únicos capaces, los únicos que tiene la llave de la verdad absoluta.

Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... nde-112753
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