La sociedad de los idiotas

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Darloup
 
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La sociedad de los idiotas

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Por Jorge Muñoz Cepeda

Los idiotas somos los especímenes más influyentes en el planeta Tierra. La crueldad, la ignorancia, la pereza, la avaricia, la mediocridad, la hipocresía, son algunas de nuestras características esenciales. Y a pesar de que en nosotros confluyen casi todos los matices de la irracionalidad, tenemos una particularidad que garantiza nuestra supervivencia: somos demasiados. Somos tantos –desde siempre hemos sido tantos– que resulta virtualmente imposible identificarnos, ya que carecemos de un modelo contrario con el cual sea fácil cualquier comparación que nos conduzca a colocar en las frentes de los culpables la señal inequívoca de la ignominia.

Así las cosas, las cacerías de idiotas, implementadas de tiempo en tiempo por los ‘preceptores del buen juicio’, se convierten en un inútil ejercicio homicida, ya que en la gran mayoría de ocasiones los perseguidores y los perseguidos no tienen forma alguna de diferenciarse; de modo que las ingenuas tentativas de encontrar, para castigarlos, a los causantes de la ineptitud y la barbarie se convierten, con lógica ironía, en una descomunal idiotez.

En el caso de Colombia, la idiotez y sus ejecutores nos exhibimos orondamente por las calles, los campos, las casas, los cuarteles, las oficinas públicas y privadas, los medios de comunicación y los escenarios deportivos y culturales. Eso no es novedad; al fin y al cabo los colombianos también somos humanos, aunque hay quienes lo pongan en duda (por aquello de la violencia, como si la violencia no fuera un rasgo exclusivo de nuestra especie).

Pero lo importante no es que seamos idiotas. Lo importante es que tratamos todos los días de disfrazar esa característica tan humana, tan colombiana, calificando erróneamente nuestras actuaciones y nuestro talante. Decirnos a nosotros mismos y a los demás que nuestra sociedad no es el producto de un cúmulo de incapacidades entorpece nuestra posibilidad de autocrítica y con ella nuestra noción de la identidad y del honor.

Todos hemos sido idiotas hasta el cansancio. Y nuestra ancestral necedad ha parido al vulgar cuchillero de esquina y al desalmado ladrón de club social; al político corrupto y al elector alienado; al guerrillero secuestrador, al paramilitar de la sierra eléctrica y al soldado que elige sonreír ante el cuerpo caído del enemigo; al conductor borracho y al juez que utiliza la detención preventiva como si estuviera más ebrio que el acusado. Y etcétera infinita. Todos los días exhibimos, en la más absoluta impunidad, nuestra majadería y poco juicio mientras le echamos la culpa de todo a una malvada minoría que contamina nuestra virtuosidad.

Es preciso que la sociedad colombiana se detenga un momento en su loca búsqueda de culpables y que todos pensemos en lo idiotas que hemos sido, en lo idiotas que somos como individuos todos los días y en las monstruosas estupideces que hemos protagonizado como colectividad.

Porque saber quiénes somos en realidad, enfrentarnos a la verdad con determinación, asumir la responsabilidad de nuestra tragedia, debe ser el primer paso que nos conduzca a un mejor destino. Eso bastaría para empezar de nuevo.

Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... tas-137868
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