
A raiz de la construcción de los espolones en Bocagrande, ahora el fuerte oleaje se dirija hacia sus orillas.
Por Carlos Cordero
Entre las calles polvorientas rodeadas de la basura usada como relleno para detener la erosión y un desfile de niños que con el uniforme de la escuela cargan pimpinas y tanques de agua para llevarlos a casa sobrevive un pueblo entre la pobreza y el abandono, aun cuando al horizonte se levantan lo que posiblemente son los edificios más lujosos del país. El contraste es evidente, los tierrabomberos sueñan con que algún día su isla pueda parecerse a lo que sus ojos ven diariamente del otro lado: Cartagena. Mientras tanto, la erosión se sigue comiendo la isla, el agua sigue llegando con sabor a óxido y las casas continúan al borde del abismo.
“Como dice Tomás, el de las Sagradas Escrituras, tenemos que ver para creer, no queremos más anuncios, ni promesas falsas”, menciona John Jairo Rodríguez, líder del colectivo para el desarrollo de la comunidad de Tierrabomba, haciendo referencia a la posición de los gobiernos distrital y departamental, que a su juicio los han dejado en el olvido durante muchos años. “Ellos reciben de uno y nunca uno puede recibir ayuda de ellos”, agrega John con voz enérgica y el ceño fruncido. Los tierrabomberos luchan diariamente por un servicio de agua y alcantarillado, por mejoras en el sistema de salud, por más profesores, por vías y, lo más importante, por la construcción de un espolón que contenga la fuerza del mar que se está “comiendo al pueblo” desde hace 5 años atrás a raíz de la construcción de los espolones en Bocagrande, que hicieron que ahora el fuerte oleaje se dirija hacia sus orillas. Todas y cada una de estas dificultades han hecho parte del pliego de propuestas con las que políticos han conseguido el apoyo de la isla año tras año, pero el pueblo ha despertado, y como dice a viva voz Vitelma Rodríguez, “mientras no haya mejora, no hay votos”.

Los niños no conocieron la calle principal de su pueblo, muchos de ellos ni siquiera podrán volver a la casa donde nacieron, sin embargo la nueva generación de tierrabomberos lucha diariamente junto a sus padres para salir adelante.
La comunidad ha despertado
La isla de Tierrabomba en vez de ir avanzando va para atrás, así como el agua cuando se lleva a pique las casas por la erosión causada. Las nuevas generaciones lo saben, sus antepasados creyeron en promesas, confiaron en los políticos que elegían y hoy en día se ve en sus calles –a punto de colapsar por la erosión– el resultado de la confianza brindada. “La gente está dispuesta a lo que sea, ya estamos cansados, si no se ven acciones u obras no hay nada”, expresa Jairo Perdomo, frase que se ha convertido en el lema de todos los habitantes del pueblo después del precedente del 9 de marzo. “El actual alcalde vino cuando estaba en campaña, prometió cosas, pero apenas se posesionó, no ha vuelto por acá”, manifiesta Jairo. Dicen que están dispuestos a cerrar el canal de Bocachica –por donde entran todas las embarcaciones de gran calado a la Heroica– con el apoyo de los demás pueblos que conforman la isla, en abril, si no ven el inicio de las obras por parte de la Administración local.
La ironía del agua
Tierrabomba es una isla cercada por el agua y donde el líquido vital escasea. El agua potable llega en planchones oxidados, una pimpina cuesta $600 y una familia consume al día aproximadamente 6 de estas pimpinas, al mes gastarían alrededor de $108.000. “Es agua de estrato uno bajo y la pagamos como estrato 8”, manifiesta Elvis Godoy, quien hace parte del grupo de líderes para el desarrollo de la comunidad de Tierrabomba. En lo que es actualmente la calle principal del pueblo el vaivén de personas con tanques de agua parece no tener fin, el transporte del tan preciado líquido se manifiesta en todas sus formas posibles: al hombro, en carreta, en las manos, en la cabeza y lo llevan niños, adultos o personas mayores, todos marchan desde sus casas hasta los aljibes construidos artesanalmente, donde consiguen el agua gratis que les sirve para lavar y bañarse. “No es el agua más dulce, ni la más limpia, pero sirve”, remata Elvis.

La isla de Tierrabomba en vez de ir avanzando va para atrás, así como el agua cuando se lleva a pique las casas por la erosión causada.
Lo que el mar se llevó
Así como el mar les brinda parte de su sustento diario, también les ha quitado a los tierrabomberos más de 500 metros de tierra donde hace 5 años existían 4 calles y 70 casas, dejando un saldo aproximado de 270 personas afectadas, las cuales intentan mudarse hacia la parte más alta de la isla con lo poco que les queda, mientras sus casas, abandonadas, siguen siendo ‘devoradas’ por el fuerte oleaje. “Yo quiero mudarme, es un peligro vivir así, esto estaba bien retirado, nunca pensé que fuera a perder mi casa así”, expresa, desesperada por la situación, María Medrano, de 47 años, quien ve cómo cuarto por cuarto y metro por metro su casa desaparece. Casa que construyó junto a su esposo con los ahorros de toda su vida mientras trabajaba como aseadora en una casa de familia en Cartagena. Mientras tanto, sigue sin poder dormir, rogando por no amanecer un día sin paredes.
La esperanza de los niños tierrabomberos
Los niños no conocieron la calle principal de su pueblo, muchos de ellos ni siquiera podrán volver a la casa donde nacieron, sin embargo la nueva generación de tierrabomberos lucha diariamente junto a sus padres para salir adelante, guardando la esperanza de que en el futuro sus hijos tengan una terraza que no se lleve el mar y en la cual puedan jugar sin miedo.
“Esto no es ni semejanza de lo que era antes, de aquí pa’llá salían cuatro calles más”, expresa Elizabeth Liñán, de 75 años, que ha vivido toda su vida en Tierrabomba y ha sido testigo del deterioro de la isla a lo largo de los años. “Si no fuera por mi sobrino de 14 años, que no para buscando las piedras, las estacas o echando la basura, ya esta casa se la hubiera tragado el mar también”, comenta Elizabeth mientras atiende a un cliente que le compra una caja de chicles en su pequeño local de madera ubicado en la terraza de su casa, desde donde ve a su sobrino jugando a ser pescador, añorando que algún día su sueño se pueda hacer realidad.

Solo a 10 minutos de Tierrabomba está Bocagrande, son dos kilómetros que los separan, pero pareciera que en vez de distancia los separaran años de desarrollo.
Un sueño a dos km de distancia
Con cada amanecer los tierrabomberos son testigos de cómo en el horizonte se levanta un nuevo rascacielos, mientras ellos levantan las pimpinas de agua que utilizarán para bañarse cada mañana. “Ojalá Tierrabomba estuviera así como Bocagrande, o mejor, una isla así como Miami, limpia”, señala Jairo Perdomo, de 56 años, quien habita en la cima de la isla, donde el paisaje no puede ser más contradictorio. Solo a 10 minutos de Tierrabomba está Bocagrande, son dos kilómetros que los separan, pero pareciera que en vez de distancia los separaran años de desarrollo. “Si hacen unas buenas playas nosotros podríamos montar nuestros restauranticos, y eso que aquí es mucho más bonito que allá”, comenta. “Esta isla aquí, haciendo edificios se vería más bonita que Miami”, añade Jairo mientras suelta una carcajada contagiosa, pero que en el fondo no es más que el reflejo de sus más preciados anhelos.
Buena mar
La Alcaldía de Cartagena publicó este 19 de marzo en el portal único de contratación, los prepliegos de la licitación para la construcción de un espolón con el objetivo de proteger la isla de Tierrabomba de la erosión marina de la que ha sido víctima.
Las demás obras que hacen parte del Plan de Emergencia de la isla de Tierrabomba –donde se incluye la construcción de nueve espolones, cinco rompeolas y un muro marginal entre los siete kilómetros de la línea costera del corregimiento insular– hacen parte del proyecto de recuperación y ordenamiento costero de la isla, que será presentado a la Ocad regional por parte de la Gobernación de Bolívar y la Alcaldía de Cartagena, con una inversión aproximada a los 27 mil millones de pesos. El primer mandatario de los cartageneros aseguró que con este proceso se evidencia el cumplimiento del compromiso, y así evitar que se presenten nuevas protestas contra las administraciones distrital y departamental.
El futuro es aún incierto para este pueblo de pescadores que esperan recibir por fin la ayuda del Estado, que históricamente les ha sido tan esquiva. Sueñan con que esta vez sí les cumplan con lo que les han prometido. Los tierrabomberos están deseosos de poder sentarse en las terrazas de sus casas, de dormir tranquilos y de despertarse secos. Y como se menciona en la canción de Calle 13: Por lo que fue y por lo que pudo ser, por lo que hay, por lo que puede faltar, por lo que venga y por este instante ,¡a brindar por el aguante! A brindar por el aguante de un pueblo que sufrió, luchó y hoy espera el resultado de su lucha y la oportunidad de salir adelante.

Un sueño a dos km de distancia: Con cada amanecer los tierrabomberos son testigos de cómo en el horizonte se levanta un nuevo rascacielos, mientras ellos levantan las pimpinas de agua que utilizarán para bañarse cada mañana.

Así como el mar les brinda parte de su sustento diario, también les ha quitado a los tierrabomberos más de 500 metros de tierra.

María Medrano, de 47 años, quien ve cómo cuarto por cuarto y metro por metro su casa desaparece.

Los tierrabomberos luchan diariamente por un servicio de agua y alcantarillado, por mejoras en el sistema de salud, por más profesores, por vías y, lo más importante, por la construcción de un espolón que contenga la fuerza del mar que se está “comiendo al pueblo”.

En la calle principal del pueblo el vaivén de personas con tanques de agua parece no tener fin, el transporte del tan preciado líquido se manifiesta en todas sus formas posibles: al hombro, en carreta, en las manos, en la cabeza y lo llevan niños, adultos o personas mayores.

Todos marchan desde sus casas hasta los aljibes construidos artesanalmente, donde consiguen el agua gratis que les sirve para lavar y bañarse.

“Esto no es ni semejanza de lo que era antes, de aquí pa’llá salían cuatro calles más”, expresa Elizabeth Liñán, de 75 años, que ha vivido toda su vida en Tierrabomba y ha sido testigo del deterioro de la isla a lo largo de los años.

El contraste es evidente, los tierrabomberos sueñan con que algún día su isla pueda parecerse a lo que sus ojos ven diariamente del otro lado: Cartagena.

La Alcaldía de Cartagena publicó este 19 de marzo los prepliegos de la licitación para la construcción de un espolón con el objetivo de proteger la isla de la erosión marina de la que ha sido víctima.

Los niños tierrabomberos guardan la esperanza de que en el futuro sus hijos tengan una terraza que no se lleve el mar y en la cual puedan jugar sin miedo.

“Es agua de estrato uno bajo y la pagamos como estrato 8”, manifiesta Elvis Godoy.

El futuro es aún incierto para este pueblo de pescadores que esperan recibir por fin la ayuda del Estado, que históricamente les ha sido tan esquiva. Sueñan con que esta vez sí les cumplan con lo que les han prometido.
Fuente: http://revistas.elheraldo.co/latitud/ti ... smo-130468