País de pedófilos
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País de pedófilos
Por Lola Salcedo
¿Ofendidos? ¿Espantados? ¿Adoloridos? Lo siento, pero esa es la realidad de Colombia que, gracias al alboroto de los agentes de seguridad de Obama, hoy resuena en el mundo mucho más que los resultados de la Cumbre, porque se dice que había menores entre sus invitadas al zafarrancho.
Por tanto, no nos engañemos ni frunzamos la nariz frente al abuso sexual de niñas y niños en este país, porque por donde lo veamos saltan pruebas fehacientes: embarazadas de 11 años (por el padre o familiar cercano); prostitutas de 13, prostitutos de 10, violaciones de bebés, secuestro y esclavitud sexual en las filas de la subversión (derecha e izquierda), estupro y muerte a manos de uniformados, venta de virginidad por padres hambrientos. Y podría seguir enumerando.
Por eso me sorprende que Julio César Navarro Moncada, tenedor de franquicias como Niña Atlántico World y Miss Teen Atlántico, se mese los cabellos en larguísima carta dirigida a mi editor, con la pretensión de iluminarme sobre las maravillas que logra a través de su negocio: “certámenes diferentes que sí buscan el desarrollo de la personalidad y el mejoramiento del conocimiento de las participantes de turno” o “proyectamos hidalguía y prestancia sin queja ni demanda alguna”.
Me va a excusar el señor Navarro, pero me caí al suelo del ataque de risa que me produjo leer esas palabras grandilocuentes para definir un negocio donde niñas, desde los siete años, desfilan ligeritas de ropa, adoptan actitudes de adultas y coquetean con el público, visten trajes de gala de viejas y llevan maquillaje y peinados de mujeres. Y no lo son, se trata de niñas y adolescentes que siguen la enjundia materna por los concursos de belleza, muchas veces en contra de su voluntad o timidez natural, que no tienen ni idea de que su desnudez provoca reacciones adversas en muchísimos varones que las consideran objeto sexual en sus mentes enfermas.
Don Julio puede decir misa, pero no se la vamos a escuchar quienes luchamos desde muchas trincheras por rescatar para los niños y niñas el derecho a la infancia y respeto por sus cuerpos, en una Colombia donde son mayoría pero reciben tratamiento de minoría exótica: ¡aún no logramos la cadena perpetua para los abusadores! Cierto es que un negocio rentable y aparentemente enmarcado en las leyes es para defenderlo con uñas y dientes.
Pero no tiene nada de hidalguía y prestancia lucrarse con la infancia interrumpida y disociada: si tan interesado está en el libre desarrollo de la personalidad de las niñas debería cambiar su logística: cero bikinis, cero shorts, cero barriga al aire, cero maquillaje y, en cambio, incluir pruebas de conocimiento y aptitudes tanto como reforzamiento de valores y derechos. En sus videos, calidad cero, no encontré sino lo que rechazo y condeno: mucha piel, contorsiones sensuales, actitudes de mujer mayor y la parafernalia de cualquier concurso de belleza para adultas. Y a don Julio, pletórico de emoción.
Creo que la sociedad del Atlántico, al menos, debería ponerse en pie en contra de esos certámenes que solo benefician a personas como Navarro Moncada, y, por el contrario, destruyen la belleza de la infancia y crean falsos paradigmas sobre ser mujer, en un país de pedófilos desde hace siglos.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... ilos-64729
¿Ofendidos? ¿Espantados? ¿Adoloridos? Lo siento, pero esa es la realidad de Colombia que, gracias al alboroto de los agentes de seguridad de Obama, hoy resuena en el mundo mucho más que los resultados de la Cumbre, porque se dice que había menores entre sus invitadas al zafarrancho.
Por tanto, no nos engañemos ni frunzamos la nariz frente al abuso sexual de niñas y niños en este país, porque por donde lo veamos saltan pruebas fehacientes: embarazadas de 11 años (por el padre o familiar cercano); prostitutas de 13, prostitutos de 10, violaciones de bebés, secuestro y esclavitud sexual en las filas de la subversión (derecha e izquierda), estupro y muerte a manos de uniformados, venta de virginidad por padres hambrientos. Y podría seguir enumerando.
Por eso me sorprende que Julio César Navarro Moncada, tenedor de franquicias como Niña Atlántico World y Miss Teen Atlántico, se mese los cabellos en larguísima carta dirigida a mi editor, con la pretensión de iluminarme sobre las maravillas que logra a través de su negocio: “certámenes diferentes que sí buscan el desarrollo de la personalidad y el mejoramiento del conocimiento de las participantes de turno” o “proyectamos hidalguía y prestancia sin queja ni demanda alguna”.
Me va a excusar el señor Navarro, pero me caí al suelo del ataque de risa que me produjo leer esas palabras grandilocuentes para definir un negocio donde niñas, desde los siete años, desfilan ligeritas de ropa, adoptan actitudes de adultas y coquetean con el público, visten trajes de gala de viejas y llevan maquillaje y peinados de mujeres. Y no lo son, se trata de niñas y adolescentes que siguen la enjundia materna por los concursos de belleza, muchas veces en contra de su voluntad o timidez natural, que no tienen ni idea de que su desnudez provoca reacciones adversas en muchísimos varones que las consideran objeto sexual en sus mentes enfermas.
Don Julio puede decir misa, pero no se la vamos a escuchar quienes luchamos desde muchas trincheras por rescatar para los niños y niñas el derecho a la infancia y respeto por sus cuerpos, en una Colombia donde son mayoría pero reciben tratamiento de minoría exótica: ¡aún no logramos la cadena perpetua para los abusadores! Cierto es que un negocio rentable y aparentemente enmarcado en las leyes es para defenderlo con uñas y dientes.
Pero no tiene nada de hidalguía y prestancia lucrarse con la infancia interrumpida y disociada: si tan interesado está en el libre desarrollo de la personalidad de las niñas debería cambiar su logística: cero bikinis, cero shorts, cero barriga al aire, cero maquillaje y, en cambio, incluir pruebas de conocimiento y aptitudes tanto como reforzamiento de valores y derechos. En sus videos, calidad cero, no encontré sino lo que rechazo y condeno: mucha piel, contorsiones sensuales, actitudes de mujer mayor y la parafernalia de cualquier concurso de belleza para adultas. Y a don Julio, pletórico de emoción.
Creo que la sociedad del Atlántico, al menos, debería ponerse en pie en contra de esos certámenes que solo benefician a personas como Navarro Moncada, y, por el contrario, destruyen la belleza de la infancia y crean falsos paradigmas sobre ser mujer, en un país de pedófilos desde hace siglos.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... ilos-64729
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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