Comuníquese e incúmplase

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Darloup
 
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Comuníquese e incúmplase

Message : # 3483Message Darloup »

Por Thierry Ways

Colombia, no se puede negar, es un país de leyes. Todos los días se aprueba o se propone una nueva. Tomando algunas al azar, como quien rescata papeles de un vendaval, encontramos que, en los últimos tiempos, hemos discutido una ley para impedir que los borrachos suban a los aviones, y otra para encarcelar a quienes conduzcan embriagados; una para salvar a los toros del estoque, y otra para castrar químicamente a los violadores; una para obligar al Estado a tratar a los adictos como enfermos, y otra para comprometerlo a ocupar con mujeres el 30% de sus cargos; una, que no sirvió, para prevenir el robo de celulares, y otra, que ojalá sirva, para restituir a sus dueños las tierras arrebatadas violentamente por grupos armados.

Somos un país de leyes: lo que no somos es un país de Ley. El Congreso, que es el órgano que las establece y las deroga, las corrige y las tuerce, las ajusta y las apaña, trabaja en desconexión absoluta con la realidad; pues todas esas normas, una vez sancionadas por medio de la firma del funcionario competente bajo la leyenda ligeramente cantinflesca de “comuníquese y cúmplase”, se comunican, sí, pero no se cumplen.

Una justicia ineficiente crea su propio círculo vicioso. Como las leyes que existen no se aplican, el Estado, para dar la impresión de hacer algo para combatir la ilegalidad, reacciona de la única manera en que es capaz, que es haciendo más leyes… que, a su vez, no se cumplirán.

Así, terminaremos con unos abultadísimos códigos jurídicos, útiles si acaso para ofuscar a los estudiantes de derecho, para enredar y dilatar los procesos, y para garantizar empleo constante a los abogados. Unos mamotretos que, de paso, le abren cientos de goteras a la nación para que eventualmente sea demandada por todo aquel que se sienta afectado por su incapacidad para cumplir y hacer cumplir sus propios códigos —llenos de promesas y compromisos imposibles—, como ya viene sucediendo en la salud, la seguridad y la contratación.
Mientras, los ciudadanos seguiremos abandonados a nuestra suerte, viviendo en un territorio en el que es imperativo evitar meterse en líos, pues una vez armado el lío casi no hay recursos civiles para desarmarlo.

Ni una ley más necesitaríamos, hasta que no se apliquen las existentes. En un mundo más eficiente se podría declarar una suspensión en la elaboración de nuevas normas (sí, habría que pasar una ley para ello) hasta que no arregláramos el aparato investigativo que esclarezca las violaciones a la ley, el aparato policial que capture a quienes la violen, y el aparato jurídico que imponga los castigos apropiados y devuelva el equilibrio a la sociedad. Solo entonces valdría la pena poner a funcionar de nuevo la máquina de hacer leyes, ya que mientras los otros elementos no funcionen correctamente, lo único que produce es letra menuda y letra muerta.

Dado que durante esa suspensión no habría necesidad de esa fábrica de normas que es el Congreso, ¿qué hacer con él? A ese órgano cirrótico le vendría bien una temporada de vacaciones, y bien es sabido de todos que a sus integrantes les encantan los descansos. Podríamos cerrarlo un rato, mientras ponemos la casa en orden. Sería un beneficio adicional.

Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... lase-70418
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