La mala política, fuente de nuestros males
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La mala política, fuente de nuestros males
Por Cecilia López Montaño
Llevamos décadas atribuyéndoles todas nuestras desgracias al conflicto armado y al narcotráfico, que han terminado en una convivencia destructiva para el país. Pero mientras todas las miradas de los analistas, investigadores y estudiosos se concentraban en entender esta terrible combinación de violencia y narcotráfico, estaba sucediendo otro fenómeno que se dejó al margen hasta que nos explotó en la cara. Y ese nuevo elemento se convirtió en dinamizador de todos los otros males del país, incluida la violencia y la droga.
Se trata nada menos que de la política, de la manera de ejercerla, de los personajes que llegaron, de sus esquemas de financiación, de sus mecanismos para alcanzar el poder, de sus instrumentos, en fin, de todo lo que hoy caracteriza el ejercicio de esta profesión en nuestro país. Como propuesta analítica se sugiere enfocar el nuevo análisis sobre este elemento como causa no solo de la imposibilidad de terminar esta guerra sino de dramas como la creciente corrupción; la desinstitucionalización del Estado; la ineficiencia y falta de eficacia del Ejecutivo; la debilidad de nuestra democracia y la imposibilidad de avanzar hacia una verdadera modernidad.
¿Cuándo se dañó la política colombiana? O es que siempre ha sido así: corrupta, de bajo nivel académico, concentrada en intereses personales y no del país. La respuesta deben darla los historiadores, pero el punto central de la discusión de hoy es que con la forma como se ejerce esta, que debería ser la más noble de las profesiones, se ha convertido, por lo menos en un freno para avanzar, cuando no en la causa de nuestras desgracias.
Una democracia sin partidos fuertes, que no permitan que los ciudadanos se ubiquen en las distintas tendencias y que de manera civilizada resuelvan sus diferencias, es absolutamente imposible. Una democracia sin verdadera oposición, que tenga ambición de poder y que actúe en consecuencia, tampoco garantiza su permanencia como tal. Una democracia que termina llevando al poder al que más dinero tiene se convierte en una fuente de corrupción de manera que no hay forma de diseñar y menos de ejecutar las obras, las normas, los mecanismos que la sociedad demanda.
La democracia colombiana, base de nuestra organización política, está herida de muerte porque además de todas las fallas anotadas, cohonesta con la violencia, como su relación con el paramilitarismo; cohonesta con la corrupción como único mecanismo para financiar campañas millonarias. Cohonesta con la poca capacidad intelectual, porque los más capaces o le huyen a esta profesión o son expulsados de ella por ser distintos y dañar el panorama. Nuestra política, obviamente con mínimas excepciones, dejó de ser vista como una misión para servirle al país, para la cual hay que tener vocación de servicio público. No, hoy es la forma más rápida de hacerse millonario, de ganar poder para servirse a sí mismo y no al resto del país.
Mientras esto no cambie, mientras nuevos personajes con distintos valores no lleguen a la política; mientras no existan partidos que impidan la corrupción, y mientras la política no se aparte de usar la violencia y de convivir con el narcotráfico, ni la paz ni el verdadero desarrollo llegarán al país. Y lo peor es que esta deplorable forma de ejercer la política no se asocia aún con nuestros problemas.
Este es un llamado a no resignarse y a cuestionar la forma como se practica la política colombiana, como punto de partida para lograr un país distinto.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... ales-77580
Llevamos décadas atribuyéndoles todas nuestras desgracias al conflicto armado y al narcotráfico, que han terminado en una convivencia destructiva para el país. Pero mientras todas las miradas de los analistas, investigadores y estudiosos se concentraban en entender esta terrible combinación de violencia y narcotráfico, estaba sucediendo otro fenómeno que se dejó al margen hasta que nos explotó en la cara. Y ese nuevo elemento se convirtió en dinamizador de todos los otros males del país, incluida la violencia y la droga.
Se trata nada menos que de la política, de la manera de ejercerla, de los personajes que llegaron, de sus esquemas de financiación, de sus mecanismos para alcanzar el poder, de sus instrumentos, en fin, de todo lo que hoy caracteriza el ejercicio de esta profesión en nuestro país. Como propuesta analítica se sugiere enfocar el nuevo análisis sobre este elemento como causa no solo de la imposibilidad de terminar esta guerra sino de dramas como la creciente corrupción; la desinstitucionalización del Estado; la ineficiencia y falta de eficacia del Ejecutivo; la debilidad de nuestra democracia y la imposibilidad de avanzar hacia una verdadera modernidad.
¿Cuándo se dañó la política colombiana? O es que siempre ha sido así: corrupta, de bajo nivel académico, concentrada en intereses personales y no del país. La respuesta deben darla los historiadores, pero el punto central de la discusión de hoy es que con la forma como se ejerce esta, que debería ser la más noble de las profesiones, se ha convertido, por lo menos en un freno para avanzar, cuando no en la causa de nuestras desgracias.
Una democracia sin partidos fuertes, que no permitan que los ciudadanos se ubiquen en las distintas tendencias y que de manera civilizada resuelvan sus diferencias, es absolutamente imposible. Una democracia sin verdadera oposición, que tenga ambición de poder y que actúe en consecuencia, tampoco garantiza su permanencia como tal. Una democracia que termina llevando al poder al que más dinero tiene se convierte en una fuente de corrupción de manera que no hay forma de diseñar y menos de ejecutar las obras, las normas, los mecanismos que la sociedad demanda.
La democracia colombiana, base de nuestra organización política, está herida de muerte porque además de todas las fallas anotadas, cohonesta con la violencia, como su relación con el paramilitarismo; cohonesta con la corrupción como único mecanismo para financiar campañas millonarias. Cohonesta con la poca capacidad intelectual, porque los más capaces o le huyen a esta profesión o son expulsados de ella por ser distintos y dañar el panorama. Nuestra política, obviamente con mínimas excepciones, dejó de ser vista como una misión para servirle al país, para la cual hay que tener vocación de servicio público. No, hoy es la forma más rápida de hacerse millonario, de ganar poder para servirse a sí mismo y no al resto del país.
Mientras esto no cambie, mientras nuevos personajes con distintos valores no lleguen a la política; mientras no existan partidos que impidan la corrupción, y mientras la política no se aparte de usar la violencia y de convivir con el narcotráfico, ni la paz ni el verdadero desarrollo llegarán al país. Y lo peor es que esta deplorable forma de ejercer la política no se asocia aún con nuestros problemas.
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Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... ales-77580
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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