Eutanasia: un debate de vida o muerte
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Eutanasia: un debate de vida o muerte
Esta semana continúa el debate en el Congreso sobre la reglamentación de la práctica de la eutanasia en Colombia.
Hasta el momento el proyecto de ley salió con vida de la votación de los miembros de la Comisión Primera del Senado, pero pasará a discusión a la plenaria de esa instancia para luego remitirlo a la Cámara de Representantes. La eutanasia ya fue aprobada legalmente en Colombia en 1997 por parte de la Corte Constitucional, pero carece de una reglamentación acerca de cómo aplicarla debidamente por parte del cuerpo médico en el país.
El asunto es que por cuenta del proyecto presentado por el senador Armando Benedetti se ha revivido una añeja e intensa discusión desde el punto de vista ético, legal y religioso respecto de esta práctica, que en su misma etimología significa “buena” (eu) “muerte” (tanathos). Hasta el día de hoy existe una aceptación generalizada en Colombia acerca de la aplicabilidad de la eutanasia pasiva, es decir aquella en que, debido a que la persona está cerebralmente muerta, en estado vegetativo y sin posibilidades de digna sobrevivencia, se le suspende todo tipo de tratamiento precipitándole, por omisión terapéutica, el desenlace fatal que sobrevendrá de acuerdo a la resistencia del organismo del paciente. En este caso específico en que la persona está muerta en vida y solo posee existencia artificial se configura la eutanasia pasiva, para lo cual se requiere la aprobación de mínimo tres familiares.
Pero lo que ahora ha suscitado una fuerte controversia es la implementación reglamentada de la eutanasia activa, la cual consiste en la provocación de una muerte indolora a petición consciente del afectado por una enfermedad incurable que ha deteriorado enormemente su calidad de vida. El mismo paciente, atravesando un estado terminal de su enfermedad, manifiesta en vida y con sus cinco sentidos, su deseo de que le dejen morir o le provoquen la muerte antes que mantenerlo con existencia artificial, perpetuamente amarrado a instrumentos y drogas paliativas que no le curan de su afección. La propuesta plantea que esta práctica no se dé en todos los casos, sino en aquellos en que el paciente sea adulto, esté totalmente desahuciado previa la valoración formal de mínimo tres galenos y exista una solicitud explícita del afectado.
Los que están en contra de esta iniciativa, entre los que se encuentra la Iglesia Católica y el Partido Conservador, insisten en el retiro del proyecto de ley, pues propone convertir “la muerte en un derecho”. Por más que se disfracen las cosas como un “homicidio por piedad”, consideran que este tipo de eutanasia es un suicidio asistido o un asesinato. Igualmente hay quienes estiman que esto va en contravía del juramento hipocrático, que en uno de sus apartes reza “no daré una droga mortal a nadie si me lo solicitare”, así como de la misma Constitución, que exige el respeto al derecho a la vida.
No obstante, los que están a favor de que este proyecto de ley llegue a su plena aprobación aducen que lo que se plantea es una opción no obligada tanto para los pacientes terminales, sus familiares y los médicos tratantes. Ellos mencionan valores como el derecho a la vida digna, a la autonomía y a la libertad de decisión por parte de todo ser humano que experimenta una insufrible condición vital en la que no se prevé una salvadora solución terapéutica.
Ha llegado el momento de que el país asuma este debate de una manera franca y que el Estado abra las compuertas a la participación ciudadana mediante mecanismos que permitan una decisión acerca de esta práctica que promueve el derecho a la vida, pero en condiciones dignas.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/editori ... erte-85387
Hasta el momento el proyecto de ley salió con vida de la votación de los miembros de la Comisión Primera del Senado, pero pasará a discusión a la plenaria de esa instancia para luego remitirlo a la Cámara de Representantes. La eutanasia ya fue aprobada legalmente en Colombia en 1997 por parte de la Corte Constitucional, pero carece de una reglamentación acerca de cómo aplicarla debidamente por parte del cuerpo médico en el país.
El asunto es que por cuenta del proyecto presentado por el senador Armando Benedetti se ha revivido una añeja e intensa discusión desde el punto de vista ético, legal y religioso respecto de esta práctica, que en su misma etimología significa “buena” (eu) “muerte” (tanathos). Hasta el día de hoy existe una aceptación generalizada en Colombia acerca de la aplicabilidad de la eutanasia pasiva, es decir aquella en que, debido a que la persona está cerebralmente muerta, en estado vegetativo y sin posibilidades de digna sobrevivencia, se le suspende todo tipo de tratamiento precipitándole, por omisión terapéutica, el desenlace fatal que sobrevendrá de acuerdo a la resistencia del organismo del paciente. En este caso específico en que la persona está muerta en vida y solo posee existencia artificial se configura la eutanasia pasiva, para lo cual se requiere la aprobación de mínimo tres familiares.
Pero lo que ahora ha suscitado una fuerte controversia es la implementación reglamentada de la eutanasia activa, la cual consiste en la provocación de una muerte indolora a petición consciente del afectado por una enfermedad incurable que ha deteriorado enormemente su calidad de vida. El mismo paciente, atravesando un estado terminal de su enfermedad, manifiesta en vida y con sus cinco sentidos, su deseo de que le dejen morir o le provoquen la muerte antes que mantenerlo con existencia artificial, perpetuamente amarrado a instrumentos y drogas paliativas que no le curan de su afección. La propuesta plantea que esta práctica no se dé en todos los casos, sino en aquellos en que el paciente sea adulto, esté totalmente desahuciado previa la valoración formal de mínimo tres galenos y exista una solicitud explícita del afectado.
Los que están en contra de esta iniciativa, entre los que se encuentra la Iglesia Católica y el Partido Conservador, insisten en el retiro del proyecto de ley, pues propone convertir “la muerte en un derecho”. Por más que se disfracen las cosas como un “homicidio por piedad”, consideran que este tipo de eutanasia es un suicidio asistido o un asesinato. Igualmente hay quienes estiman que esto va en contravía del juramento hipocrático, que en uno de sus apartes reza “no daré una droga mortal a nadie si me lo solicitare”, así como de la misma Constitución, que exige el respeto al derecho a la vida.
No obstante, los que están a favor de que este proyecto de ley llegue a su plena aprobación aducen que lo que se plantea es una opción no obligada tanto para los pacientes terminales, sus familiares y los médicos tratantes. Ellos mencionan valores como el derecho a la vida digna, a la autonomía y a la libertad de decisión por parte de todo ser humano que experimenta una insufrible condición vital en la que no se prevé una salvadora solución terapéutica.
Ha llegado el momento de que el país asuma este debate de una manera franca y que el Estado abra las compuertas a la participación ciudadana mediante mecanismos que permitan una decisión acerca de esta práctica que promueve el derecho a la vida, pero en condiciones dignas.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/editori ... erte-85387
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Eutanasia y dignidad humana
Por Abelardo De la Espriella
El ordenamiento legal colombiano fundamenta todo su desarrollo en torno del concepto de la Dignidad Humana. Dicho imperativo se erige como la piedra angular de la estructura normativa del Estado Social de Derecho. No hay norma, ley, acuerdo, ordenanza, decreto, fallo judicial o resolución administrativa que no contemple –por lo menos en el papel– el respeto y la observancia por la dignidad de las personas, independientemente del tema sobre el cual versen. Todo nuestro sistema de garantías y derechos está indefectiblemente regido por ese principio inalienable del derecho universal, que identifica como ningún otro a las verdaderas democracias.
De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Constitucional, “la dignidad humana caracteriza de manera definitoria al Estado colombiano como conjunto de instituciones jurídicas”. Eso, en términos comprensibles, no es otra cosa que el reconocimiento expreso (por parte del órgano encargado de hacer respetar la Carta Magna) de que, efectivamente, lo que nos hace una Nación democrática y de derecho –por encima de los problemas endémicos que padece nuestro país– es la protección legal especial que en Colombia ampara la Dignidad de los ciudadanos. Las tiranías tienen ciertamente otras prioridades.
La Dignidad Humana, en palabras de la misma Corte Constitucional, es “la autonomía o posibilidad que tiene una persona de diseñar un plan y de determinarse según sus características, vivir como quiera”. Los regímenes absolutistas propenden exactamente por todo lo contrario: manejar y direccionar hasta el más mínimo detalle de la existencia de sus ‘súbditos’ precisamente para que ninguno de ellos se salga del libreto oficial. Hay que reconocerlo: con muchas dificultades y carencias para el grueso de la población, aun así Colombia es un país en el que cada quien es arquitecto de su vida.
A pesar de las garantías jurídicas sobre el libre desarrollo de la personalidad y el carácter liberal y de avanzada de nuestra Constitución, hay asuntos en los que aún seguimos rezagados en los confines de la involución y las actuaciones de nuestros funcionarios públicos, no resultan coherentes frente al modelo de Estado que elegimos ni a los principios estructurales de nuestra Constitución. La eutanasia, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, el aborto y la legalización de la droga, entre otros temas, son algunas de las asignaturas pendientes. Hoy me ocuparé de la primera de ellas.
No hay derecho que a estas alturas, la eutanasia o suicidio asistido siga siendo un delito en Colombia. Esta es una situación que obedece más al arraigo de ciertos dogmas religiosos que a la necesidad que las personas lleven una vida en condiciones realmente apropiadas. ¿Qué clase de vida digna puede tener un enfermo terminal que advierte la extinción lenta y dolorosa de su existencia? La vida es vida en tanto sea digna desde el punto de vista de la salud, de lo contrario no tiene sentido. ¿Si una persona que se sabe desahuciada quiere terminar con su tormento, por qué el Estado se atraviesa en su propósito, cual padre inquisidor?
La eutanasia, si bien es ilegal, en Colombia se practica en la clandestinidad bajo el amparo de prestigiosos galenos en importantes clínicas, cuando se trata de gente pudiente. Los pobres quedan excluidos y condenados a padecer indescriptibles sufrimientos.
Para evitar la discriminación y garantizar la Dignidad Humana en su faceta más importante, el Congreso de la República debería aprobar el completo y juicioso proyecto de ley presentado por el senador Armando Benedetti, que reglamenta de forma muy clara y precisa la práctica de la eutanasia.
Ojalá se imponga la razón sobre la caverna de los fundamentalistas religiosos. No olvidemos que muchos de nuestros males se los debemos a la manipulación que por siglos ha ejercido la Iglesia Católica.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... mana-85391
El ordenamiento legal colombiano fundamenta todo su desarrollo en torno del concepto de la Dignidad Humana. Dicho imperativo se erige como la piedra angular de la estructura normativa del Estado Social de Derecho. No hay norma, ley, acuerdo, ordenanza, decreto, fallo judicial o resolución administrativa que no contemple –por lo menos en el papel– el respeto y la observancia por la dignidad de las personas, independientemente del tema sobre el cual versen. Todo nuestro sistema de garantías y derechos está indefectiblemente regido por ese principio inalienable del derecho universal, que identifica como ningún otro a las verdaderas democracias.
De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Constitucional, “la dignidad humana caracteriza de manera definitoria al Estado colombiano como conjunto de instituciones jurídicas”. Eso, en términos comprensibles, no es otra cosa que el reconocimiento expreso (por parte del órgano encargado de hacer respetar la Carta Magna) de que, efectivamente, lo que nos hace una Nación democrática y de derecho –por encima de los problemas endémicos que padece nuestro país– es la protección legal especial que en Colombia ampara la Dignidad de los ciudadanos. Las tiranías tienen ciertamente otras prioridades.
La Dignidad Humana, en palabras de la misma Corte Constitucional, es “la autonomía o posibilidad que tiene una persona de diseñar un plan y de determinarse según sus características, vivir como quiera”. Los regímenes absolutistas propenden exactamente por todo lo contrario: manejar y direccionar hasta el más mínimo detalle de la existencia de sus ‘súbditos’ precisamente para que ninguno de ellos se salga del libreto oficial. Hay que reconocerlo: con muchas dificultades y carencias para el grueso de la población, aun así Colombia es un país en el que cada quien es arquitecto de su vida.
A pesar de las garantías jurídicas sobre el libre desarrollo de la personalidad y el carácter liberal y de avanzada de nuestra Constitución, hay asuntos en los que aún seguimos rezagados en los confines de la involución y las actuaciones de nuestros funcionarios públicos, no resultan coherentes frente al modelo de Estado que elegimos ni a los principios estructurales de nuestra Constitución. La eutanasia, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, el aborto y la legalización de la droga, entre otros temas, son algunas de las asignaturas pendientes. Hoy me ocuparé de la primera de ellas.
No hay derecho que a estas alturas, la eutanasia o suicidio asistido siga siendo un delito en Colombia. Esta es una situación que obedece más al arraigo de ciertos dogmas religiosos que a la necesidad que las personas lleven una vida en condiciones realmente apropiadas. ¿Qué clase de vida digna puede tener un enfermo terminal que advierte la extinción lenta y dolorosa de su existencia? La vida es vida en tanto sea digna desde el punto de vista de la salud, de lo contrario no tiene sentido. ¿Si una persona que se sabe desahuciada quiere terminar con su tormento, por qué el Estado se atraviesa en su propósito, cual padre inquisidor?
La eutanasia, si bien es ilegal, en Colombia se practica en la clandestinidad bajo el amparo de prestigiosos galenos en importantes clínicas, cuando se trata de gente pudiente. Los pobres quedan excluidos y condenados a padecer indescriptibles sufrimientos.
Para evitar la discriminación y garantizar la Dignidad Humana en su faceta más importante, el Congreso de la República debería aprobar el completo y juicioso proyecto de ley presentado por el senador Armando Benedetti, que reglamenta de forma muy clara y precisa la práctica de la eutanasia.
Ojalá se imponga la razón sobre la caverna de los fundamentalistas religiosos. No olvidemos que muchos de nuestros males se los debemos a la manipulación que por siglos ha ejercido la Iglesia Católica.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... mana-85391
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Libres para vivir y morir
Por Javier Darío Restrepo
En la última década del siglo XX, cuando el teólogo Hans Kung escribió el libro Morir con dignidad, las cifras eran de escándalo. En Holanda durante el año 1991 fueron 2.300 los pacientes que pidieron la eutanasia a sus médicos; de ellos, 400 culminaron en casos de suicidio asistido; y en 1.100 casos los propios pacientes les pusieron fin a sus vidas.
En 1997 en el estado de Oregon se aprobó la ley de muerte digna, mientras en Alemania una encuesta de Der Spiegel planteaba: “¿deberían los enfermos terminales con esperanza limitada, poner fin a su vida con ayuda médica? El 76% de los interrogados respondió que sí.
Ante estos hechos la respuesta convencional es que la humanidad ha roto los diques de la moral que señala a Dios como el único dueño de la vida y de la muerte; pero puesto ante el problema que hoy se revive en Colombia con el proyecto de ley sobre eutanasia, Hans Kung desde la teología plantea una reflexión serena.
Propone, en primer lugar, unos principios básicos: “La vida humana es un don de Dios”. Ese es el sentir común de todos los cristianos y sobre él no hay discusión.
El otro principio no se descarta por sabido, sino porque no se tiene en cuenta: “La vida constituye una tarea personal”, o sea que es responsabilidad en que cada uno es irreemplazable. El principio tiene consecuencias como esta: cada uno tiene el derecho y el deber de asumir la responsabilidad de vivir y de morir. De donde resulta un nuevo principio: nadie nos puede obligar a morir, nadie puede ser obligado a vivir.
Escribe Kung: “El hombre tiene derecho a un tiempo de vida acorde con la dignidad de ser persona, pero también a una despedida digna y a un digno final de su existencia”.
Cuando se piensa que la dignidad no solo es indispensable en la vida sino, especialmente, en la muerte, y que esa dignidad es un derecho, cambia la mirada sobre la muerte.
Entre otras, las prioridades que parecían inmodificables, como la otorgada a la vida. Anota el teólogo:“La vida no es el mayor de los bienes”. Por eso se arriesga la vida por un bien mayor. El rechazo del suicidio y de la eutanasia se funda en la idea de la vida como un valor absoluto.
Con estas ideas de base H. Kung afirma:“las medidas para la prolongación de la vida pueden ser omitidas o interrumpidas en consonancia con la voluntad del paciente, cuando no hacen sino demorar el momento de la muerte y resulta imposible detener el curso de la enfermedad”.
Ideas así promueven agudas polémicas y situaciones de confusión en las que la Iglesia y las leyes tienen un papel para cumplir. La Iglesia debería mediar, anota el teólogo. Mediación “contra las exigencias de máximos no factibles e inhumanos; contra un libertinaje irresponsable que busca el derecho ilimitado a la muerte voluntaria”..
Las autoridades, a su vez, deben proveer “normas legales claras que excluyan las manipulaciones de la familia o las presiones sociales o económicas sobre los pacientes”.
Esta defensa de la vida digna y de la libertad de los pacientes para morir con dignidad requiere otra clase de médicos con una mirada amplia que les permita aceptar la muerte como parte de la vida y no como una derrota profesional. Agrega el teólogo otra aplicación: la práctica del testamento vital, un documento en que la persona, libre de los condicionamientos de la enfermedad, dicta su voluntad de morir con dignidad y libertad bajo el supuesto de que tanto al nacer como al morir los humanos merecen el derecho a vivir y a morir dignamente.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... orir-85483
En la última década del siglo XX, cuando el teólogo Hans Kung escribió el libro Morir con dignidad, las cifras eran de escándalo. En Holanda durante el año 1991 fueron 2.300 los pacientes que pidieron la eutanasia a sus médicos; de ellos, 400 culminaron en casos de suicidio asistido; y en 1.100 casos los propios pacientes les pusieron fin a sus vidas.
En 1997 en el estado de Oregon se aprobó la ley de muerte digna, mientras en Alemania una encuesta de Der Spiegel planteaba: “¿deberían los enfermos terminales con esperanza limitada, poner fin a su vida con ayuda médica? El 76% de los interrogados respondió que sí.
Ante estos hechos la respuesta convencional es que la humanidad ha roto los diques de la moral que señala a Dios como el único dueño de la vida y de la muerte; pero puesto ante el problema que hoy se revive en Colombia con el proyecto de ley sobre eutanasia, Hans Kung desde la teología plantea una reflexión serena.
Propone, en primer lugar, unos principios básicos: “La vida humana es un don de Dios”. Ese es el sentir común de todos los cristianos y sobre él no hay discusión.
El otro principio no se descarta por sabido, sino porque no se tiene en cuenta: “La vida constituye una tarea personal”, o sea que es responsabilidad en que cada uno es irreemplazable. El principio tiene consecuencias como esta: cada uno tiene el derecho y el deber de asumir la responsabilidad de vivir y de morir. De donde resulta un nuevo principio: nadie nos puede obligar a morir, nadie puede ser obligado a vivir.
Escribe Kung: “El hombre tiene derecho a un tiempo de vida acorde con la dignidad de ser persona, pero también a una despedida digna y a un digno final de su existencia”.
Cuando se piensa que la dignidad no solo es indispensable en la vida sino, especialmente, en la muerte, y que esa dignidad es un derecho, cambia la mirada sobre la muerte.
Entre otras, las prioridades que parecían inmodificables, como la otorgada a la vida. Anota el teólogo:“La vida no es el mayor de los bienes”. Por eso se arriesga la vida por un bien mayor. El rechazo del suicidio y de la eutanasia se funda en la idea de la vida como un valor absoluto.
Con estas ideas de base H. Kung afirma:“las medidas para la prolongación de la vida pueden ser omitidas o interrumpidas en consonancia con la voluntad del paciente, cuando no hacen sino demorar el momento de la muerte y resulta imposible detener el curso de la enfermedad”.
Ideas así promueven agudas polémicas y situaciones de confusión en las que la Iglesia y las leyes tienen un papel para cumplir. La Iglesia debería mediar, anota el teólogo. Mediación “contra las exigencias de máximos no factibles e inhumanos; contra un libertinaje irresponsable que busca el derecho ilimitado a la muerte voluntaria”..
Las autoridades, a su vez, deben proveer “normas legales claras que excluyan las manipulaciones de la familia o las presiones sociales o económicas sobre los pacientes”.
Esta defensa de la vida digna y de la libertad de los pacientes para morir con dignidad requiere otra clase de médicos con una mirada amplia que les permita aceptar la muerte como parte de la vida y no como una derrota profesional. Agrega el teólogo otra aplicación: la práctica del testamento vital, un documento en que la persona, libre de los condicionamientos de la enfermedad, dicta su voluntad de morir con dignidad y libertad bajo el supuesto de que tanto al nacer como al morir los humanos merecen el derecho a vivir y a morir dignamente.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... orir-85483
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
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Eutanasia: un debate de vida o muerte
Por Luz María P. de Palis
“La gente no tiene miedo a morir, la gente tiene miedo a morir en una unidad de cuidados intensivos, alejados del alimento espiritual que da una mano amorosa, separados de la posibilidad de experimentar las cosas que hacen que la vida valga la pena”.
Los pacientes terminales de Elisabeth Kübler-Ross jamás sanaron físicamente pero todos mejoraron emocional y espiritualmente. El objetivo de Elisabeth Kübler-Ross era ayudar a la gente a vivir hasta que murieran de muerte natural. Nunca ayudó a un paciente a quitarse la vida. No sintió la necesidad de adherirse a ningún marco religioso concreto. Para ella la muerte es algo universal a la existencia humana, hermosa y trascendental.
Elisabeth Kübler Ross fue una psiquiatra suizo-estadounidense, una de las mayores expertas mundiales en la muerte, personas moribundas y cuidados paliativos. Fue pionera en el campo de investigación de las experiencias cercanas a la muerte, siendo actualmente reconocida como una figura de autoridad en la materia.
“Una buena muerte es estar en su casa rodeado de amor, de respeto, dignidad y afecto”.
El problema de hoy es el debilitamiento espiritual y moral con respecto a la dignidad de la persona moribunda y una senda “utilitarista” de desinterés frente a las verdaderas necesidades del paciente.
“El dolor de los pacientes, del que se habla y sobre el que se quiere fundamentar una especie de justificación o casi obligatoriedad de la eutanasia y del suicidio asistido, es hoy más que nunca un dolor “curable” con los medios adecuados de analgésicos y cuidados paliativos proporcionados al dolor mismo; el paciente, si se le presta una adecuada asistencia humana y espiritual, puede recibir alivio y consuelo en un clima de apoyo psicológico y afectivo”.
Detrás de este proyecto en favor de la eutanasia se ocultan razones de gasto público. El negocio más productivo en Colombia es la salud, simplemente es un negocio redondo que deja a los legisladores grandes dividendos. ¿Qué más tipo de eutanasia que los paseos de la muerte, la desnutrición, las demoras en las EPS para citas de urgencia y entrega de medicamentos a enfermos graves? Y contra eso no hay legislación ni proyectos en el Congreso.
A nadie en la vida se la da más de lo que puede soportar, todo tiene su finalidad, aún del sufrimiento se puede aprender. “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: tiene su tiempo el nacer y tiene su tiempo el morir”. (Qohelet)
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... asia-86764
“La gente no tiene miedo a morir, la gente tiene miedo a morir en una unidad de cuidados intensivos, alejados del alimento espiritual que da una mano amorosa, separados de la posibilidad de experimentar las cosas que hacen que la vida valga la pena”.
Los pacientes terminales de Elisabeth Kübler-Ross jamás sanaron físicamente pero todos mejoraron emocional y espiritualmente. El objetivo de Elisabeth Kübler-Ross era ayudar a la gente a vivir hasta que murieran de muerte natural. Nunca ayudó a un paciente a quitarse la vida. No sintió la necesidad de adherirse a ningún marco religioso concreto. Para ella la muerte es algo universal a la existencia humana, hermosa y trascendental.
Elisabeth Kübler Ross fue una psiquiatra suizo-estadounidense, una de las mayores expertas mundiales en la muerte, personas moribundas y cuidados paliativos. Fue pionera en el campo de investigación de las experiencias cercanas a la muerte, siendo actualmente reconocida como una figura de autoridad en la materia.
“Una buena muerte es estar en su casa rodeado de amor, de respeto, dignidad y afecto”.
El problema de hoy es el debilitamiento espiritual y moral con respecto a la dignidad de la persona moribunda y una senda “utilitarista” de desinterés frente a las verdaderas necesidades del paciente.
“El dolor de los pacientes, del que se habla y sobre el que se quiere fundamentar una especie de justificación o casi obligatoriedad de la eutanasia y del suicidio asistido, es hoy más que nunca un dolor “curable” con los medios adecuados de analgésicos y cuidados paliativos proporcionados al dolor mismo; el paciente, si se le presta una adecuada asistencia humana y espiritual, puede recibir alivio y consuelo en un clima de apoyo psicológico y afectivo”.
Detrás de este proyecto en favor de la eutanasia se ocultan razones de gasto público. El negocio más productivo en Colombia es la salud, simplemente es un negocio redondo que deja a los legisladores grandes dividendos. ¿Qué más tipo de eutanasia que los paseos de la muerte, la desnutrición, las demoras en las EPS para citas de urgencia y entrega de medicamentos a enfermos graves? Y contra eso no hay legislación ni proyectos en el Congreso.
A nadie en la vida se la da más de lo que puede soportar, todo tiene su finalidad, aún del sufrimiento se puede aprender. “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: tiene su tiempo el nacer y tiene su tiempo el morir”. (Qohelet)
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... asia-86764
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