¿Por qué tanta delincuencia en la Región Caribe?
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¿Por qué tanta delincuencia en la Región Caribe?
Por Cecilia López Montaño
Santa Marta y Barranquilla están viviendo el azote de bandas criminales que exigen sobornos a cambio de la vida. El caso de la última semana en Santa Marta y las múltiples denuncias en Barranquilla sobre casos de amenazas y muerte a quienes no contribuyen a “la causa,” demuestran que algo muy grave está sucediendo allí. La pregunta que surge es ¿se está volviendo inmanejable la seguridad en estas ciudades?
Desde hace tiempo pareciera que a Santa Marta le han caído las siete plagas de Egipto. Su crisis política que no tiene fin; sus problemas de gobernabilidad que tampoco han podido superar sus actuales mandatarios; el poderío de una cuantas familias ilustres que por nada detienen su ambición sin pensar en su ciudad, su región y su departamento, han conformado una situación que se ha vuelto una clara amenaza para su desarrollo económico y su integración social. Por años se veía a la ciudad detenida en el tiempo, y cuando se observan procesos de cambio, estos, lejos de adentrarla en la modernidad, incrementan su inseguridad. Ya en Bogotá se escucha la postergación de planes de inversión en esta ciudad por las amenazas de sobornos y la proliferación de bandas criminales.
En Barranquilla lo que está sucediendo es increíble: de las amenazas no se salva nadie, ni los más pobres, ni siquiera otros delincuentes. Esto es absolutamente sorprendente. Las denuncias hechas por la prensa producen escalofrío porque queda la impresión de que la ciudadanía aceptó el soborno como algo insuperable, como el modus vivendi de grupos de bandidos. Con razón allá se oye con frecuencia que la gente está limitando sus desplazamientos a los sitios estrictamente necesarios, como en los peores tiempos de los paramilitares en Sincelejo y Montería.
Al Ministro de Defensa le tocó hacer un Consejo de Seguridad en Santa Marta para reforzar las acciones de la ciudad y desplegar todo un operativo para demostrar que la ciudad no está sola. En Barranquilla tendrán que acogerse al centralismo muy pronto porque las autoridades locales parecen no poder enfrentar solas esta nueva oleada de inseguridad. Pero mientras estas acciones se realizan, sería bueno tratar de entender las causas porque hasta a San Andrés, tan alejado del país, han llegado unas de estas agrupaciones criminales.
Como es imposible asignar un policía por persona, llegó la hora de ponerle seriedad a este problema. En estas ciudades, y en la Región Caribe, abundan las universidades y los buenos investigadores como para que no se empiece a analizar la situación. ¿Por qué precisamente estas ciudades, o por lo menos Santa Marta, se han convertido en centro de lucha entre bandas criminales como Los Urabeños y Los Restrojos? ¿Debilidades estructurales en temas de seguridad que les dan espacios para sus enfrentamientos? ¿Se están dinamizando las bandas juveniles en unos sectores que gracias a esta profunda desigualdad no tienen otras alternativas que unirse a grupos violentos? El ejemplo de Los Maras en Centroamérica debería prender luces rojas, no solo en estas ciudades sino en el Gobierno central. Con una mala educación para los pobres, con el incremento desaforado de la informalidad, con los pocos puntos de encuentro civilizado que puede tener la juventud, como el deporte, el arte, etc., ¿solo les queda esta alternativa? Sigamos creyendo que la pobreza y la desigualdad no tienen nada que ver con la violencia en vez de analizar seriamente sus causas... y después, cuando finalmente reaccionemos, puede ser demasiado tarde.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... ribe-87406
Santa Marta y Barranquilla están viviendo el azote de bandas criminales que exigen sobornos a cambio de la vida. El caso de la última semana en Santa Marta y las múltiples denuncias en Barranquilla sobre casos de amenazas y muerte a quienes no contribuyen a “la causa,” demuestran que algo muy grave está sucediendo allí. La pregunta que surge es ¿se está volviendo inmanejable la seguridad en estas ciudades?
Desde hace tiempo pareciera que a Santa Marta le han caído las siete plagas de Egipto. Su crisis política que no tiene fin; sus problemas de gobernabilidad que tampoco han podido superar sus actuales mandatarios; el poderío de una cuantas familias ilustres que por nada detienen su ambición sin pensar en su ciudad, su región y su departamento, han conformado una situación que se ha vuelto una clara amenaza para su desarrollo económico y su integración social. Por años se veía a la ciudad detenida en el tiempo, y cuando se observan procesos de cambio, estos, lejos de adentrarla en la modernidad, incrementan su inseguridad. Ya en Bogotá se escucha la postergación de planes de inversión en esta ciudad por las amenazas de sobornos y la proliferación de bandas criminales.
En Barranquilla lo que está sucediendo es increíble: de las amenazas no se salva nadie, ni los más pobres, ni siquiera otros delincuentes. Esto es absolutamente sorprendente. Las denuncias hechas por la prensa producen escalofrío porque queda la impresión de que la ciudadanía aceptó el soborno como algo insuperable, como el modus vivendi de grupos de bandidos. Con razón allá se oye con frecuencia que la gente está limitando sus desplazamientos a los sitios estrictamente necesarios, como en los peores tiempos de los paramilitares en Sincelejo y Montería.
Al Ministro de Defensa le tocó hacer un Consejo de Seguridad en Santa Marta para reforzar las acciones de la ciudad y desplegar todo un operativo para demostrar que la ciudad no está sola. En Barranquilla tendrán que acogerse al centralismo muy pronto porque las autoridades locales parecen no poder enfrentar solas esta nueva oleada de inseguridad. Pero mientras estas acciones se realizan, sería bueno tratar de entender las causas porque hasta a San Andrés, tan alejado del país, han llegado unas de estas agrupaciones criminales.
Como es imposible asignar un policía por persona, llegó la hora de ponerle seriedad a este problema. En estas ciudades, y en la Región Caribe, abundan las universidades y los buenos investigadores como para que no se empiece a analizar la situación. ¿Por qué precisamente estas ciudades, o por lo menos Santa Marta, se han convertido en centro de lucha entre bandas criminales como Los Urabeños y Los Restrojos? ¿Debilidades estructurales en temas de seguridad que les dan espacios para sus enfrentamientos? ¿Se están dinamizando las bandas juveniles en unos sectores que gracias a esta profunda desigualdad no tienen otras alternativas que unirse a grupos violentos? El ejemplo de Los Maras en Centroamérica debería prender luces rojas, no solo en estas ciudades sino en el Gobierno central. Con una mala educación para los pobres, con el incremento desaforado de la informalidad, con los pocos puntos de encuentro civilizado que puede tener la juventud, como el deporte, el arte, etc., ¿solo les queda esta alternativa? Sigamos creyendo que la pobreza y la desigualdad no tienen nada que ver con la violencia en vez de analizar seriamente sus causas... y después, cuando finalmente reaccionemos, puede ser demasiado tarde.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... ribe-87406
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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