El pescador de cadáveres

Règles du forum
Soyez courtois ! / Recuerde ser cortés
Vous pouvez poster vos messages en espagnol / Puede publicar sus mensajes en español
Répondre
Avatar de l’utilisateur
Darloup
 
Administrateur/Administrador
Grand Maitre Gourou/Gran Maestro Gurú
Grand Maitre Gourou/Gran Maestro Gurú
Messages : 7100
Inscription : 20 sept. 2008, 01:39
Prénom : Henry
Sexe : Masculin
Emplacement : Barranquilla (Colombie)
Contact :

El pescador de cadáveres

Message : # 4243Message Darloup »

Image
Cosme Peñate sorprende con su innata sabiduría de hombre de mar.


Una crónica de Andrés Salcedo

Temprano en la mañana, antes de que el sol disuelva la bruma que envuelve el serpenteante litoral atlanticense y cuando ya las aves marinas han iniciado su desafinada coral, Cosme Peñate comienza su diaria batalla por la vida.

Cosme va a cumplir 47 años pero tiene el cuerpo de un gimnasta juvenil. Es fibroso y oscuro como la majagua con que los pescadores de Salgar y Puerto Colombia fabrican sus frágiles canoas. Cuando abandona su humilde casa de madera, que él mismo construyó, Rita Quiroz, su madre, y Gumersinda, su hermana, descaman la pesca del día anterior en el pequeño patio de tierra colindante con la playa. En unas horas, los turistas que visiten la modesta caseta de la familia podrán disfrutar de un fresco menú de pargos, cojinúas, lebranches y mojarras, acompañados de arroz con coco y crujientes patacones de guineo verde.

Cosme Peñate, un filósofo nato al que la gente rodea cuando aparece por la plaza del pueblo luciendo sus vistosos collares, cumple otros oficios que le ayudan a mejorar el presupuesto familiar. Además de pescador y cocinero es albañil, mecánico, carpintero, electricista, conductor de camiones y salvavidas.

Pero el oficio que lo ha hecho famoso, el que lo llena de verdadero orgullo y atrajo mi atención, es el de pescador de cadáveres.

Cosme Peñate me espera a la entrada del muelle, impaciente y dicharachero, devolviendo los saludos que le lanzan desde las aceras.

— Ajá, viejo Cosme, ¿y cómo está la moña? –le grita un cuidacarros, sin dejar de pasar el trapo por el parabrisas de un lujoso automóvil parqueado frente a una de las tantas pescaderías del lugar.

Desde hace veintitantos años, y casi siempre por encargo, Cosme Peñate rescata del mar los cuerpos sin vida que el viento arrastra desde la desembocadura del Río, en Bocas de Ceniza, hasta esta línea costera interrumpida por suaves colinas y matizada de calas recoletas y alborotados cocotales. En todo ese tiempo, ha sacado de las aguas unos ochenta cadáveres y salvado la vida a más de un centenar de turistas y náufragos. Le pregunto cuánto cobra por este trabajo.

— Hermano, cómo se te ocurre, no ves que la mayoría de quienes vienen a pedirme ayuda para que les busque el cuerpo de un pariente, de un amigo, de una llave, son gente pobre, como yo, que no tienen, por decírtelo de una manera macabra, ni donde caerse muertos. La recompensa me las dan el man de allá arriba y las almas de los ahogados, que me conceden los favores que les pido. Ellas son mis protectoras –dice y señala con el brazo el cielo deslumbrante de febrero, surcado de gaviotas y pelícanos.

¿Qué significan esos collares que llevas colgados del cuello?
Tengo un collar por cada muerto que saco. Cuando uno se me revienta es porque ya el alma de ese ahogado ha encontrado la paz, y entonces lo boto sin remordimiento.

¿Por qué se ahoga la gente en estas playas, Cosme?
Hombre, fundamentalmente, por faltarle al respeto al mar. El mar es un man teso, un gran maestro de vida, pero solo para el que se deja enseñar. El mar nos rodea de belleza y nos da vida y sustento, a ti, a mí, a toda esa gente que tira sus redes esperando que piquen las cojinúas y las mojarras. Pero el mar, hermano, es también el mayor monstruo creado por Dios. Con una sola de sus millones de manos le jala una pierna al que lo irrespeta y chácata, se lo devora. El mejor ejemplo de lo que te digo es Roberto Peñate, mi papá, que fue pescador por más de sesenta años y murió de viejo, en su cama, porque siempre fue respetuoso con el mar.

¿De dónde vienen los muertos que tú rescatas?
Bueno, algunos se ahogan por aquí cerquita, entre el muelle y las playas de Sabanilla. Mueren por inmersión, por congestión o desnucados. Otros llegan con la porquería que viene arrastrando el Río desde el interior del país. Muchos de ellos vienen con señales de tortura, no te puedes imaginar lo horrible que es ver esos cuerpos mutilados, mi vale. A veces llega tan solo una cabeza, un brazo, un torso, una pierna. Algunos cadáveres siguen de largo y pueden terminar en Cartagena, arrastrados por el oleaje y el viento. Bueno, están también los vivos a los que rescato del agua, los que le arrebato de las manos al man de allá arriba, con su permiso, claro está. Aunque también ocurre que el Señor es el que me arrebata de las manos al man que estoy salvando de las aguas y ahí, sí, mi hermano, se lo tengo que dejar. Donde manda capitán… tú sabes. Pero cuando logro salvarlo… no joda… no te puedo describir la alegría que se siente al devolver a alguien a este paraíso que, a veces, es la vida.

Entiendo que sientas felicidad cuando le salvas la vida a alguien, pero ¿qué sientes cuando el que sacas es un cadáver?
También felicidad, cuadro, pero es una felicidad diferente, tú sabes. Siento que es un hermano que solo me tiene a mí para llegar a los brazos de Dios. Que somos él y yo solitos en medio de la inmensidad del agua salada. Te garantizo que no siento ni miedo ni asco. Me dan mucho más miedo y asco los vivos que andan pavoneándose por ahí, haciéndole daño a la gente y creyéndose inmortales.

¿Con qué ropa y con qué equipo cumples tu trabajo?
Mira, mi método es simple, tan simple como soy yo. Me zampo al agua en pantalón de baño armado tan solo con una cabuya y una boya de buzo. Llevo también un trapo, una botella de alcohol y un frasquito de Vick Vaporub, para poder aguantar la fetidez. Mis manos, mis brazos y mis piernas son mis herramientas, cuadro. En casos extremos, en un solo día puedo llegar, persiguiendo un cadáver, hasta Caño Dulce y Puerto Velero, a muchos kilómetros de aquí donde estamos tú y yo ahora.

Qué es lo primero que haces cuando entras en contacto con el cuerpo que buscas?
Lo primero que hago es agarrarlo bien fuerte y rezarle en el oído un credo y un padrenuestro. Si el cuerpo está entero, me lo echo al hombro. Si está fraccionado, reúno los miembros que voy encontrando, los amarro y los voy arrastrando por el mar. Una vez en tierra, lo entrego a la autoridad para su identificación. Por lo regular, en Medicina Legal lo esperan los parientes. Son unas escenas terribles que incluso a un man fogueado como yo le parten el alma. Pero a muchos de esos cuerpos no los reclama nadie. Esos ene ene, cuadro, son “mis” muertos, a ellos les brindo todo mi amor. Por eso estoy en paz con todos ellos y nunca me salen en los sueños.

¿Qué enseñanzas te ha dejado el verle tantas veces la cara a la muerte? — Por primera vez se demora en responder y se pone serio.
Lo principal, llavecita, es entender que todos los seres humanos llegamos al mundo con un corazón y hay que saber darle uso. Y luego, comprobar que hay mucha gente que no sabe para qué carajo vino a esta tierra. Todas esas personas sin vida que el mar arroja en mis brazos son seres humanos que gozaron, amaron, odiaron y a algunos de ellos tal vez les faltó humildad.
Hasta el último instante de sus vidas se tomaron muy en serio y se creyeron juanlavé, la última cocacola del desierto. Y fíjate, bastó un solo golpe de ola y suácata, sanseacabó. ¿Sabes cómo es, llavecita?

Fuente: http://www.elheraldo.co/revistas/latitu ... res-102101
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
Avatar de l’utilisateur
Darloup
 
Administrateur/Administrador
Grand Maitre Gourou/Gran Maestro Gurú
Grand Maitre Gourou/Gran Maestro Gurú
Messages : 7100
Inscription : 20 sept. 2008, 01:39
Prénom : Henry
Sexe : Masculin
Emplacement : Barranquilla (Colombie)
Contact :

83 collares: uno por cada muerto

Message : # 5390Message Darloup »

Image
Cosme Peñate tiene especial respeto por el mar y todos sus misterios. Siempre que va a entrar a sus aguas ora para pedir permiso.


Por William Ahumada

Cosme Peñate lleva 25 años rescatando cadáveres, pero también salvando vidas.

El sábado cinco de octubre, Cosme Peñate se colgó el collar ochenta y tres, como tributo al número de cadáveres que ha rescatado del mar.

Y como en otras oportunidades, esta vez también regresó a casa sin un peso en sus bolsillos.

Recuerda que había cerrado a las seis de la tarde, la caseta turística “La Bella Diana”, de su propiedad, y caminaba desde la playa a su casa en el barrio El Ancla, de Puerto Colombia, cuando unos vecinos le avisaron que un estudiante universitario –que había llegado en un paseo familiar– estaba desaparecido cerca del camellón y sus amigos buscaban desesperados su cuerpo.

“Dejé mi mochila en casa de un vecino y salí corriendo al sitio en donde habían visto por última vez al muchacho. Me dijeron que había desaparecido cerca de las tres de la tarde frente al camellón y todos se metían como locos al agua a buscarlo. Yo conozco el mar y sé sus movimientos, por lo que preferí buscar hacía la izquierda, tirando para el muelle, porque –si estaba ahogado—de seguro la corriente lo había arrastrado para allá.

Esta vez, Cosme tampoco se equivocó: encontró el cuerpo enredado entre varillas torcidas, escombros y palos que chocan contra las bases del muelle.
Caseteros, pescadores, vecinos y familiares del universitario ayudaron a sacar su cuerpo casi a la medianoche. Era un joven moreno, delgado, alto, que desafió el mar en estado ebrio y se hundió en medio de su propia angustia en un cantil del que no volvió a salir más. “Me di cuenta de que se trataba de gente muy pobre. Habían llegado a la playa para homenajear a otro estudiante que vino de Cartagena y no podía siquiera sugerirles que me dieran cualquier propina porque no tenían cómo llevar el cadáver de regreso a su tierra, así que me devolví a mi casa buscando mi nuevo collar”.

Cosme dice que esa es su consigna: un collar por cada cadáver que rescata. Ya van ochenta y tres”, repite con un aire de resignación.

De salvavidas a rescatista. Seis días después encontré a Cosme Peñate Quiroz rebuscando solitario entre las piedras de la playa, frente a su caseta “La Bella Diana”, ubicada a un costado del emblemático muelle de Puerto Colombia.

Tiene apariencia de héroe de tira cómica. De regular estatura, cuerpo musculoso, cabello negro lanoso, mirada extraviada y hablar pausado.

Cosme siempre está sin camisa, descalzo y vestido solo con un pantalón de jean corto. En el cuello, un enorme bulto de collares de cuentas de colores lo distingue de los demás lugareños.

Se acostumbró a ser un personaje solitario. Tiene muchos hermanos, siete en total, pero todos crecieron para marcharse a vivir a Venezuela y lo dejaron solo con su madre Rita Quiroz González.

Alguna vez estuvo casado, pero cuenta que siempre prefirió pasar extensas horas observando la majestuosidad del mar que vivir en medio de las chácharas de su mujer y terminó abandonándola.

El día que lo encontré hablaba solo, como rebuscando algo que se había escabullido entre las piedras vestidas de algas verdes que protegen su pedazo de playa de las furiosas embestidas del mar, en Puerto Colombia.
Siempre ha vivido del mar, ya sea como salvavidas, como propietario de casetas y ahora como rescatista de cadáveres, aunque este último oficio lo requiera sólo cuando el mar le cobra cualquier imprudencia a un bañista; o sea, muy de vez en cuando.

“Siempre soñé con ser salvavidas y de hecho he salvado muchas. Si hay alguien que sabe leer el comportamiento del mar soy yo. Crecí tirándome de cabeza desde ese muelle. Me hundí muchas veces hasta lo más profundo de las bases. Pero acá en Puerto Colombia eso de proteger a los bañistas no ha sido tema importante para casi ningún alcalde. El único que me ayudó sin pedirme votos fue el doctor Eduardo Santos hace ya más de veinte años. De resto, a nadie más le interesó mi trabajo sin necesidad de buscar votos. Por eso, porque tengo que mantener a mi familia, salvo vidas o rescato cadáveres. No puedo vivir lejos del mar”, relata con nostalgia.

Relata que se inició en este extraño empleo hace 25 años, cuando la gente le avisó que se había ido a pique una lancha con extranjeros cerca a las playas porteñas.

“Yo fui a colaborar pero muchos se extrañaron porque oré y le pedí permiso al mar antes de entrar a buscar en los arrecifes de Puerto Velero. El mismo mar me dio permiso y me enseñó el recorrido de las olas y por ahí pude encontrar un cadáver. Ese día le prometí a Dios que me colgaría un collar por cada cadáver rescatado el resto de mi vida y ya son ochenta y tres, aunque muchos collares se han ido reventando y no los repongo, porque eso también lo acordé con Dios”, relata, mirando el infinito horizonte marino.

De 49 años de edad, este hombre dice que, entre sus collares, no figuran los muertos que sacó del mar producto de la guerra paramilitar que se dio río Magdalena arriba.

“Los muertos bajaban picados con sierras y entraban al mar. Siempre bajaban hacia la izquierda de Puerto Colombia y terminaban por acá. Hubo un día en que saqué cinco restos. Piernas, brazos y troncos y se los entregué a la Policía. Por ellos no me puse collares”.

Extraordinario nadador. Peñate dice que nunca pensó en cobrar por su trabajo, pero las mismas circunstancias de su estilo de vida lo llevaron a eso. En Puerto Colombia, la seguridad para los bañistas es precaria porque aparte de lo que pueda hacer un reducido y lejano Cuerpo de Bomberos, no existe un organismo que se ocupe de buscar a personas perdidas en las peligrosas aguas, por lo que –este penoso trabajo—lo tienen que hacer los bañistas, los familiares del desaparecido o, en especial, Cosme.

“Ese día, los familiares del gringo me buscaron y me dieron una buena propina. Así la gente me encasilló en este trabajo y me buscan, donde esté, para que vaya a buscar los cuerpos. Eso creó la fama y ahora es parte de los trabajos que yo desempeño”, dice el porteño.

Infinito respeto por el mar. Para este hombre está claro que, el 99% de los casos que terminan con gente ahogada es porque no respetan el mar.

“Tenemos que ser respetuosos. Usted no puede llegar a una casa ajena y entrar sin permiso. Así es con el mar. Siento un profundo respeto por su inmensidad y cada vez que me meto, oro”, asegura.

Acto seguido, Cosme atraviesa la cadena de piedras de su pedazo de playa, se mete en las aguas hasta las rodillas, extiende los brazos y reza:

“Oh Señor de la inmensidad de este mar/ Oh Señor que todo lo cubres y todo lo puedes, solicito de manera respetuosa tu gusto para entrar a sus aguas/ Oh Señor, dame la señal que necesito para hacer mi trabajo” y luego desaparece entre una cresta de espumas en medio de las aguas, como por arte de magia.

Solo con sus pulmones. En Puerto Colombia conocen la extraordinaria relación que Cosme tiene con el mar y su disponibilidad permanente para colaborar con los familiares de los desaparecidos.

“Es un hombre sano, muy sano. La última vez que se puso un collar fue porque rescató a un cartagenero. Lo más extraordinario es que se mete a lo más profundo a pulmón seco, sin equipos de buceo, por eso la gente acá lo quiere mucho”, aseguró Orlando Collado Castro, un admirador del trabajo de Cosme.

Ismael Viloria dice estar maravillado de la forma como Peñate conoce al mar.

“Sus hermanos se marcharon para Venezuela y le ofrecieron los pasajes para que se fuera con ellos, pero dijo que no. Siendo un pelao había que irlo a buscar a toda hora a la punta del muelle donde permanecía mirando las olas y lanzándose solitario. A nosotros nos daba miedo que se fuera a ahogar porque era chiquitico y se tiraba de lo más alto. Decía después que veía peces grandes allá abajo”, declaró.

Años después, Cosme sigue abultando collares en su cuello, como una extraña forma de llamar la atención de un gobierno local que nunca se ha fijado en sus buenas intenciones como salvavidas y lo condenó a ser rescatista de cadáveres.

Image
Cosme Peñate asegura que hizo un pacto con Dios para cargar un collar por cada cuerpo rescatado del mar. Algunos se han dañado y no los repone.


Fuente: http://www.elheraldo.co/local/83-collar ... rto-139590
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
Répondre