Mundial 2014 de Fútbol
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Mundial 2014 de Fútbol
Volver a la realidad
Por Cecilia López Montaño
Terminó nuestra participación en el Mundial de Fútbol de manera muy honrosa, y aunque debemos volver a la realidad, es claro que nada puede seguir siendo igual. Gracias a nuestra Selección, la sociedad colombiana dio un salto inmensamente significativo en su comportamiento como colectividad. Del horror de una campaña política que deprimió al país por el nivel de agresiones y ofensas entre los candidatos, se pasó a una esperanza compartida por todos, motivada por Pékerman, director del equipo colombiano, y por un grupo de hombres distintos, claros representantes de una nueva generación de colombianos. Todos bailamos con ellos y nos unimos alrededor de sus triunfos y de su injusta derrota, porque con su actuar nos produjeron gran orgullo nacional y la esperanza de lograr lo impensable. Pero sobre todo, porque lo dieron todo por el nombre de Colombia.
A pesar del dolor de no haber concretado el sueño, la forma como nuestros ‘pelaos’ dieron la pelea demuestra que estamos frente a una Colombia distinta. Aunque se enfrentaron con un equipo agresivo y con la fortaleza de haber sido muchas veces campeón del mundo, quedó claro que lo dejaron todo en el campo. Tan es así, que nadie quiere juzgarlos por perder sino por el contrario, todos les damos las gracias por lo que hicieron por nuestro país y por cada uno de los colombianos, estén donde estén.
Pero es en cómo manejaron la derrota, y la pérdida de un gran sueño, donde se ve la calidad de seres humanos que son. En este país de machos, de hombres agresivos y violentos, Pékerman y James, las dos figuras masculinas más admiradas hoy en Colombia y en el mundo, lloraron y se abrazaron sin pena alguna por romper con ese principio tan colombiano —y que le ha hecho mucho daño a nuestra sociedad—, donde “Los hombres no lloran”. Sin ningún problema, frente a las cámaras, estos dos hombres mostraron con lágrimas y con la voz entrecortada —como lo debe hacer todo ser humano—, su frustración y desconsuelo. Fue una lección inigualable para los hombres colombianos, especialmente para aquellos tan agresivos y tan duros con sus mujeres, a quienes critican por lloronas.
Además, cuando ya fue evidente que el árbitro no se caracterizaba por ser neutral, fuera de unas palabras de desconsuelo de James, quien recibió golpes a diestra y siniestra, la Selección no permitió que el tema se volviera el centro de la discusión. Esta actitud de jugadores y de seguidores es sorprendente en Colombia, llena de gente dispuesta a agredir con palabras y con puños. Gran lección de nuestros futbolistas y de los 47 millones de colombianos.
Pero la conclusión más importante que queda para iniciar este regreso a la realidad es que no tenemos por qué ser una sociedad dividida y llena de odios, porque sí podemos tener un proyecto en donde cabemos todos. Ojalá nuestros líderes entiendan el mensaje claro de una sociedad que quiere un país distinto, un país en paz, un país orgulloso de sus triunfos y derrotas. Colombia ya no es la misma, estamos en otra tónica, y aquellos que no lo entiendan y se acoplen a este proceso de no violencia, serán aislados y perderían la oportunidad de ser parte de este país maravilloso.
P.D. Duele que la nota negra en Brasil viniera precisamente de miembros de nuestra ‘élite’. Qué vergüenza que sean ellos los más desubicados en esta nueva Colombia que empieza a surgir.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... dad-158574
Por Cecilia López Montaño
Terminó nuestra participación en el Mundial de Fútbol de manera muy honrosa, y aunque debemos volver a la realidad, es claro que nada puede seguir siendo igual. Gracias a nuestra Selección, la sociedad colombiana dio un salto inmensamente significativo en su comportamiento como colectividad. Del horror de una campaña política que deprimió al país por el nivel de agresiones y ofensas entre los candidatos, se pasó a una esperanza compartida por todos, motivada por Pékerman, director del equipo colombiano, y por un grupo de hombres distintos, claros representantes de una nueva generación de colombianos. Todos bailamos con ellos y nos unimos alrededor de sus triunfos y de su injusta derrota, porque con su actuar nos produjeron gran orgullo nacional y la esperanza de lograr lo impensable. Pero sobre todo, porque lo dieron todo por el nombre de Colombia.
A pesar del dolor de no haber concretado el sueño, la forma como nuestros ‘pelaos’ dieron la pelea demuestra que estamos frente a una Colombia distinta. Aunque se enfrentaron con un equipo agresivo y con la fortaleza de haber sido muchas veces campeón del mundo, quedó claro que lo dejaron todo en el campo. Tan es así, que nadie quiere juzgarlos por perder sino por el contrario, todos les damos las gracias por lo que hicieron por nuestro país y por cada uno de los colombianos, estén donde estén.
Pero es en cómo manejaron la derrota, y la pérdida de un gran sueño, donde se ve la calidad de seres humanos que son. En este país de machos, de hombres agresivos y violentos, Pékerman y James, las dos figuras masculinas más admiradas hoy en Colombia y en el mundo, lloraron y se abrazaron sin pena alguna por romper con ese principio tan colombiano —y que le ha hecho mucho daño a nuestra sociedad—, donde “Los hombres no lloran”. Sin ningún problema, frente a las cámaras, estos dos hombres mostraron con lágrimas y con la voz entrecortada —como lo debe hacer todo ser humano—, su frustración y desconsuelo. Fue una lección inigualable para los hombres colombianos, especialmente para aquellos tan agresivos y tan duros con sus mujeres, a quienes critican por lloronas.
Además, cuando ya fue evidente que el árbitro no se caracterizaba por ser neutral, fuera de unas palabras de desconsuelo de James, quien recibió golpes a diestra y siniestra, la Selección no permitió que el tema se volviera el centro de la discusión. Esta actitud de jugadores y de seguidores es sorprendente en Colombia, llena de gente dispuesta a agredir con palabras y con puños. Gran lección de nuestros futbolistas y de los 47 millones de colombianos.
Pero la conclusión más importante que queda para iniciar este regreso a la realidad es que no tenemos por qué ser una sociedad dividida y llena de odios, porque sí podemos tener un proyecto en donde cabemos todos. Ojalá nuestros líderes entiendan el mensaje claro de una sociedad que quiere un país distinto, un país en paz, un país orgulloso de sus triunfos y derrotas. Colombia ya no es la misma, estamos en otra tónica, y aquellos que no lo entiendan y se acoplen a este proceso de no violencia, serán aislados y perderían la oportunidad de ser parte de este país maravilloso.
P.D. Duele que la nota negra en Brasil viniera precisamente de miembros de nuestra ‘élite’. Qué vergüenza que sean ellos los más desubicados en esta nueva Colombia que empieza a surgir.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... dad-158574
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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Perder es ganar un poco
Por Haroldo Martínez
Con lo sucedido a la Selección Colombia de fútbol en el Mundial de Brasil no creo que quede alguien en este país que no haya entendido lo que quiso decir Francisco Maturana al pronunciar la famosa frase sobre las ganancias en las pérdidas y que fue motivo de burla a nivel nacional. La selección nacional perdió con Brasil y nuestros muchachos salieron gananciosos del Mundial, ganaron muchísimo. Brasil nos ganó con el antifútbol y salió por la puerta de atrás en el más estruendoso fracaso de su historia. Cuánta razón sigue teniendo con su frase el técnico colombiano que les puso los pantalones largos a nuestros futbolistas y les hizo creer en ellos mismos.
Antes del partido con Brasil mi sueño era que les íbamos a ganar en su propio estadio porque ese equipo, con el respeto que me merece su tradición, era un circo futbolero y no tenía con qué ganarnos. Yo decía llegó el gran día, este es el partido más importante para la historia del fútbol brasilero y colombiano, se enfrentan el samba y la cumbia, cipote partido. Y los cumbiamberos entraron a la cancha con todos los hierros, presionándolos en su campo para recuperar el balón y soltar su cadencia. Cuando Brasil respondió a nuestra iniciativa el mundo futbolero se estremeció, hey, los brasileros no están bailando un samba sino capoeira, o sea, patadas y patadas y patadas, eche, qué vaina barro. Fue un momento psicológico trascendente que determinó el resto del partido porque contó con la complacencia de un árbitro que no respondió a su deber mínimo como administrador de justicia en el campo, el cual es proteger el talento y la habilidad y, por el contrario, fue permisivo hasta donde pudo con el proceso de demolición de los brasileros contra el físico de los colombianos porque ellos no tenían fútbol suficiente para ganarnos en franca lid. De hecho, no nos ganaron, el partido terminó empatado porque el gol del Capitán América es válido, y eso se debió a que por encima de la sorpresa del antifútbol los colombianos siguieron bailando su ritmo en una demostración admirable de estatura mental para seguir creyendo e imponer su música en la alta competencia mundial. El partido entre Brasil y Colombia fue el entierro del jogo bonito y el samba, y el resurgimiento de la cumbia a un nivel de campanillas. Los nuestros tuvieron recibimiento de héroes, los brasileros fueron abucheados por sus torcedores. ¿Quién ganó?
Cuando se pierde con inteligencia se gana si se es lo suficientemente reflexivo y autocrítico para reconocer errores y virtudes, esto es una máxima de la vida, no una frase de Maturana. Por eso lo que viene ahora después de disiparse las nubes de la emoción es pensar qué vamos a hacer con este grupo de jugadores que tiene edad para dos mundiales. El país entero tiene la responsabilidad de protegerlos, a ellos y a las generaciones que vienen detrás empujando, buscando su cupo en la Selección Colombia de Fútbol.
Al enviar esta columna no se ha jugado el partido entre Holanda y Argentina, como suramericano me gustaría que ganaran los gauchos para que la zamba, danza nacional de los argentinos, sea capaz de enfrentar con altura esa marcha demoledora de la música alemana de finas partituras.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... oco-158809
Con lo sucedido a la Selección Colombia de fútbol en el Mundial de Brasil no creo que quede alguien en este país que no haya entendido lo que quiso decir Francisco Maturana al pronunciar la famosa frase sobre las ganancias en las pérdidas y que fue motivo de burla a nivel nacional. La selección nacional perdió con Brasil y nuestros muchachos salieron gananciosos del Mundial, ganaron muchísimo. Brasil nos ganó con el antifútbol y salió por la puerta de atrás en el más estruendoso fracaso de su historia. Cuánta razón sigue teniendo con su frase el técnico colombiano que les puso los pantalones largos a nuestros futbolistas y les hizo creer en ellos mismos.
Antes del partido con Brasil mi sueño era que les íbamos a ganar en su propio estadio porque ese equipo, con el respeto que me merece su tradición, era un circo futbolero y no tenía con qué ganarnos. Yo decía llegó el gran día, este es el partido más importante para la historia del fútbol brasilero y colombiano, se enfrentan el samba y la cumbia, cipote partido. Y los cumbiamberos entraron a la cancha con todos los hierros, presionándolos en su campo para recuperar el balón y soltar su cadencia. Cuando Brasil respondió a nuestra iniciativa el mundo futbolero se estremeció, hey, los brasileros no están bailando un samba sino capoeira, o sea, patadas y patadas y patadas, eche, qué vaina barro. Fue un momento psicológico trascendente que determinó el resto del partido porque contó con la complacencia de un árbitro que no respondió a su deber mínimo como administrador de justicia en el campo, el cual es proteger el talento y la habilidad y, por el contrario, fue permisivo hasta donde pudo con el proceso de demolición de los brasileros contra el físico de los colombianos porque ellos no tenían fútbol suficiente para ganarnos en franca lid. De hecho, no nos ganaron, el partido terminó empatado porque el gol del Capitán América es válido, y eso se debió a que por encima de la sorpresa del antifútbol los colombianos siguieron bailando su ritmo en una demostración admirable de estatura mental para seguir creyendo e imponer su música en la alta competencia mundial. El partido entre Brasil y Colombia fue el entierro del jogo bonito y el samba, y el resurgimiento de la cumbia a un nivel de campanillas. Los nuestros tuvieron recibimiento de héroes, los brasileros fueron abucheados por sus torcedores. ¿Quién ganó?
Cuando se pierde con inteligencia se gana si se es lo suficientemente reflexivo y autocrítico para reconocer errores y virtudes, esto es una máxima de la vida, no una frase de Maturana. Por eso lo que viene ahora después de disiparse las nubes de la emoción es pensar qué vamos a hacer con este grupo de jugadores que tiene edad para dos mundiales. El país entero tiene la responsabilidad de protegerlos, a ellos y a las generaciones que vienen detrás empujando, buscando su cupo en la Selección Colombia de Fútbol.
Al enviar esta columna no se ha jugado el partido entre Holanda y Argentina, como suramericano me gustaría que ganaran los gauchos para que la zamba, danza nacional de los argentinos, sea capaz de enfrentar con altura esa marcha demoledora de la música alemana de finas partituras.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... oco-158809
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
- Darloup
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Grand Maitre Gourou/Gran Maestro Gurú
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Que se aprenda el himno
Por Roberto Zabarain
Buena por Teo, Bacca, Mejía, James, Yepes, Farid y demás estrellas que nos representaron, todos grandes merecedores del alud de elogios. Los muchachos se sobraron y participaron con solvencia, con propiedad y, cosa importante, con alegría, esa alegría que también transmitieron al país. Pero hemos mostrado alguna cujidería en la ponderación a Pékerman, el autor intelectual de los triunfos alcanzados, porque esos mismos muchachos se encontraban a oscuras, sin brújula, hasta que el argentino prendió la linterna, iluminó el camino y marcó el norte, no solo a los jugadores, sino también a los directivos (cero interferencias), a los periodistas (nada de presiones), a los sapos con intereses (ninguna baraja), y a nosotros los hinchas nos pidió apoyo y mesura, iríamos paso por paso.
Tremendo papel hizo nuestra Selección en el Mundial. Superamos la etapa de octavos, que alguna vez alcanzamos y desperdiciamos por una payasada. Y aunque en la primera vuelta no nos tocó, como a Costa Rica, enfrentarnos a reconocidas selecciones, hoy aquellas grandes diferencias no existen, y nuestros adversarios estaban lejos de ser “pan comido”, pues si llegaron a Brasil fue porque se lo merecieron. Uruguay fue una prueba de fuego, ex campeón mundial, y semifinalista en el pasado torneo. Los muchachos enfrentaron el segundo tiempo con seriedad, sin sobresaltos, como los grandes, recuperando el mejor fútbol del Mundial, que a fe que lo practicamos, y por ello llegamos a cuartos de final.
Pero perdimos el sentido de las proporciones. Argentina, por ejemplo, que es potencia futbolística suramericana, tuvo que esperar 24 años para alcanzar una semifinal; Brasil, igual, hacía doce años no llegaba; y nosotros así de ‘larín larán’ ya nos veíamos derrotando a Brasil en su casa, y coronados campeones mundiales. Fuimos, sin duda, la selección más brillante del Mundial. Pero solo hasta los partidos definitivos, donde el buen fútbol no basta, se impone la experiencia, la jerarquía, la fuerza mental que otorgan los triunfos históricos, requisito para que no te impacte el pánico escénico y el cultural miedo a la gloria total, que atornillaron a Ospina y a Sánchez en los goles brasileños, que desorientaron a James, descuadraron a Cuadrado y, salvo Yepes y Zapata, se reflejaron en el equipo durante el primer tiempo, en el cual, ahí sí, se notó la ausencia de un Falcao habituado a los retos difíciles.
Perdimos el partido pero, además que ganamos en jerarquía, nos fue superbién en el Mundial: quedamos de quintos. Los semifinalistas son los cuatro grandes. Nos estamos acercando, los muchachos son jóvenes, y en Rusia sin duda nos irá mejor. Pero que las directivas no inventen vainas. Que ni piensen en traernos a los Bolillos, los Leoneles, y ni siquiera a Pinto, aunque le haya ido bien en Costa Rica; déjenlo allá. Pékerman es la batuta, y debe seguir siéndolo. Ya nos conoce, nos lidió, y dio exitosos resultados. Solo falta que se aprenda el himno.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... mno-158808
Buena por Teo, Bacca, Mejía, James, Yepes, Farid y demás estrellas que nos representaron, todos grandes merecedores del alud de elogios. Los muchachos se sobraron y participaron con solvencia, con propiedad y, cosa importante, con alegría, esa alegría que también transmitieron al país. Pero hemos mostrado alguna cujidería en la ponderación a Pékerman, el autor intelectual de los triunfos alcanzados, porque esos mismos muchachos se encontraban a oscuras, sin brújula, hasta que el argentino prendió la linterna, iluminó el camino y marcó el norte, no solo a los jugadores, sino también a los directivos (cero interferencias), a los periodistas (nada de presiones), a los sapos con intereses (ninguna baraja), y a nosotros los hinchas nos pidió apoyo y mesura, iríamos paso por paso.
Tremendo papel hizo nuestra Selección en el Mundial. Superamos la etapa de octavos, que alguna vez alcanzamos y desperdiciamos por una payasada. Y aunque en la primera vuelta no nos tocó, como a Costa Rica, enfrentarnos a reconocidas selecciones, hoy aquellas grandes diferencias no existen, y nuestros adversarios estaban lejos de ser “pan comido”, pues si llegaron a Brasil fue porque se lo merecieron. Uruguay fue una prueba de fuego, ex campeón mundial, y semifinalista en el pasado torneo. Los muchachos enfrentaron el segundo tiempo con seriedad, sin sobresaltos, como los grandes, recuperando el mejor fútbol del Mundial, que a fe que lo practicamos, y por ello llegamos a cuartos de final.
Pero perdimos el sentido de las proporciones. Argentina, por ejemplo, que es potencia futbolística suramericana, tuvo que esperar 24 años para alcanzar una semifinal; Brasil, igual, hacía doce años no llegaba; y nosotros así de ‘larín larán’ ya nos veíamos derrotando a Brasil en su casa, y coronados campeones mundiales. Fuimos, sin duda, la selección más brillante del Mundial. Pero solo hasta los partidos definitivos, donde el buen fútbol no basta, se impone la experiencia, la jerarquía, la fuerza mental que otorgan los triunfos históricos, requisito para que no te impacte el pánico escénico y el cultural miedo a la gloria total, que atornillaron a Ospina y a Sánchez en los goles brasileños, que desorientaron a James, descuadraron a Cuadrado y, salvo Yepes y Zapata, se reflejaron en el equipo durante el primer tiempo, en el cual, ahí sí, se notó la ausencia de un Falcao habituado a los retos difíciles.
Perdimos el partido pero, además que ganamos en jerarquía, nos fue superbién en el Mundial: quedamos de quintos. Los semifinalistas son los cuatro grandes. Nos estamos acercando, los muchachos son jóvenes, y en Rusia sin duda nos irá mejor. Pero que las directivas no inventen vainas. Que ni piensen en traernos a los Bolillos, los Leoneles, y ni siquiera a Pinto, aunque le haya ido bien en Costa Rica; déjenlo allá. Pékerman es la batuta, y debe seguir siéndolo. Ya nos conoce, nos lidió, y dio exitosos resultados. Solo falta que se aprenda el himno.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... mno-158808
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !