Injusticias
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Injusticias
Por Thierry Ways
Bien sabemos que Colombia es una de las naciones más injustas del mundo: según un estudio internacional, estamos por debajo de Zimbabue. Es decir, estamos tan mal que, entre una víctima de un delito aquí y una en la nación africana, tiene más posibilidades de obtener justicia la segunda, así para ello tenga que acudir al médico-brujo de la aldea, que se decapite un gallo y con su sangre manante se invoquen a los espíritus protectores de la tribu para que enmienden el entuerto. Quizá por eso nos alegramos tanto con las pocas ocasiones en las que se hace justicia, así sea en un juego, como ocurrió con la paliza que le pegó Alemania a Brasil en la Copa Mundo luego de que los anfitriones nos eliminaran inmerecidamente, apoyados en un arbitraje perverso.
Pero lo más terrible de la justicia colombiana es que no solo no actúa, sino que las pocas veces en que sí lo hace termina por hacer más daño del que había sido llamada a reparar. Casi que sería mejor que no hiciera nada.
Eso es lo que se puede decir sobre el exministro Andrés Felipe Arias y el exdirector del IDU de Bogotá, Andrés Camargo, dos funcionarios que, el primero por el caso de Agro Ingreso Seguro y el segundo por el de las losas de Transmilenio, han sido condenados a severas sentencias de prisión por errores cometidos durante su administración. No es necesario gastar el escaso espacio de esta columna en defender a los sindicados: como lo ha reportado la prensa, hasta sus opositores están de acuerdo en que ninguno de los dos le robó un peso a la nación. Se trató de errores técnicos cometidos en buena fe. Pero eso no evitó que sobre ellos cayera el peso entero de la ley, mientras que verdaderos hampones que le han robado billones al país andan sueltos, y barones políticos que abiertamente compraron votos en los últimos procesos electorales son premiados con cargos y contratos.
¿Qué profesional joven, honesto y preparado, que le quiera servir a su país, pero que valore su honra y su carrera, querrá ser funcionario público después de esos precedentes? Hemos creado un incentivo funesto para que solo participen en la función pública quienes no le temen a la justicia, ya sea porque tienen cómo comprarla –o cómo torcerla– a su favor, o, peor, porque consideran que las sumas que lograrán sustraerle a la nación compensarán, de ser necesarios, unos cuantos añitos en la cárcel. El Estado terminará convertido en una jalea que solo atraerá moscas.
Lo más grotesco del caso Arias fueron las reacciones de júbilo que se vieron en las redes sociales al conocerse su sentencia. Los antiuribistas le cayeron encima como hienas. Saben muy bien que el exministro no es un ladrón, pero para esas nobles almas ver caer a uno de los personajes más cercanos a Uribe es un placer exquisito que raya en el éxtasis, y que está por encima de su sentido de la justicia.
La Copa Mundo lo vuelve a uno supersticioso: el jueves, 24 horas antes de jugar contra Brasil, dije en Twitter algo acerca de lo inconveniente que era para el país tanta mala leche justo antes del partido de fútbol más importante de nuestra historia. Tuve razón; así es el karma. Por eso a las hienas las responsabilizo tanto como al árbitro español de la derrota de Colombia.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ias-159032
Bien sabemos que Colombia es una de las naciones más injustas del mundo: según un estudio internacional, estamos por debajo de Zimbabue. Es decir, estamos tan mal que, entre una víctima de un delito aquí y una en la nación africana, tiene más posibilidades de obtener justicia la segunda, así para ello tenga que acudir al médico-brujo de la aldea, que se decapite un gallo y con su sangre manante se invoquen a los espíritus protectores de la tribu para que enmienden el entuerto. Quizá por eso nos alegramos tanto con las pocas ocasiones en las que se hace justicia, así sea en un juego, como ocurrió con la paliza que le pegó Alemania a Brasil en la Copa Mundo luego de que los anfitriones nos eliminaran inmerecidamente, apoyados en un arbitraje perverso.
Pero lo más terrible de la justicia colombiana es que no solo no actúa, sino que las pocas veces en que sí lo hace termina por hacer más daño del que había sido llamada a reparar. Casi que sería mejor que no hiciera nada.
Eso es lo que se puede decir sobre el exministro Andrés Felipe Arias y el exdirector del IDU de Bogotá, Andrés Camargo, dos funcionarios que, el primero por el caso de Agro Ingreso Seguro y el segundo por el de las losas de Transmilenio, han sido condenados a severas sentencias de prisión por errores cometidos durante su administración. No es necesario gastar el escaso espacio de esta columna en defender a los sindicados: como lo ha reportado la prensa, hasta sus opositores están de acuerdo en que ninguno de los dos le robó un peso a la nación. Se trató de errores técnicos cometidos en buena fe. Pero eso no evitó que sobre ellos cayera el peso entero de la ley, mientras que verdaderos hampones que le han robado billones al país andan sueltos, y barones políticos que abiertamente compraron votos en los últimos procesos electorales son premiados con cargos y contratos.
¿Qué profesional joven, honesto y preparado, que le quiera servir a su país, pero que valore su honra y su carrera, querrá ser funcionario público después de esos precedentes? Hemos creado un incentivo funesto para que solo participen en la función pública quienes no le temen a la justicia, ya sea porque tienen cómo comprarla –o cómo torcerla– a su favor, o, peor, porque consideran que las sumas que lograrán sustraerle a la nación compensarán, de ser necesarios, unos cuantos añitos en la cárcel. El Estado terminará convertido en una jalea que solo atraerá moscas.
Lo más grotesco del caso Arias fueron las reacciones de júbilo que se vieron en las redes sociales al conocerse su sentencia. Los antiuribistas le cayeron encima como hienas. Saben muy bien que el exministro no es un ladrón, pero para esas nobles almas ver caer a uno de los personajes más cercanos a Uribe es un placer exquisito que raya en el éxtasis, y que está por encima de su sentido de la justicia.
La Copa Mundo lo vuelve a uno supersticioso: el jueves, 24 horas antes de jugar contra Brasil, dije en Twitter algo acerca de lo inconveniente que era para el país tanta mala leche justo antes del partido de fútbol más importante de nuestra historia. Tuve razón; así es el karma. Por eso a las hienas las responsabilizo tanto como al árbitro español de la derrota de Colombia.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ias-159032
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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