Las tareas pendientes en la lucha contra el hambre

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29% de barranquilleros dice que no come tres comidas diarias

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Benelda Ferrer, en el barrio Santa María, mientras corta uno de los bollos limpios que prepararon para su primera comida del día, al mediodía.


Por William Cano Moreno

29% de barranquilleros dice que no come tres comidas diarias, el mayor porcentaje del país en la encuesta de la red Cómo Vamos.

Tres bollos limpios y nada más es lo que les ofrecerá Benilda Ferrer a tres de sus siete hijos como menú de la primera comida del día. Ya son las 12 del día. Ella advierte que el plato no despierta interés entre los comensales: “A nadie le provoca porque ya están acostumbrados a comérselos con queso o mantequilla, y hoy no hay”, expresa la mujer de 45 años, residente en el barrio Santa María, en el suroccidente de Barranquilla.

Benilda no fue una de las 1.212 personas que respondieron la última encuesta de la iniciativa ciudadana Barranquilla Cómo Vamos, pero si lo hubiese hecho, haría parte del 29% que aseguró que comieron menos de tres comidas al día por falta de alimentos. Este indicador dejó a la capital del Atlántico como la ciudad con el porcentaje más alto en este ítem, entre las 14 urbes de la muestra. En segundo lugar quedó Cartagena, con el 25%; y la tercera fue Medellín, con un 14%, cifra equivalente al promedio nacional de la encuesta.

ESTRECHEZ Y POBREZA

A un lado hay dos camas ubicadas en forma de L, como fichas de rompecabezas, para aprovechar al máximo cada rincón de esta habitación de paredes grises y ásperas que es la casa de Ferrer. Un guardarropa y un televisor de finales de los años 90 completan el amueblamiento de su hogar. Allí duermen sus hijos. El espacio para ella y su esposo no alcanza, por ello ubicaron su lecho en el patio. En esta área las paredes son un plástico que, en las noches, cuelgan del tejado.

A unos metros el humo aún sale del fogón de leña donde prepararon los bollos, que 10 minutos después permanecían sobre la mesa como un imán para las moscas. “Aquí no sabemos cuántas veces vamos a comer, hay días en que alcanza para las tres y otros en que solo hay para una comida”, explica Benilda, quien se gana la vida lavando ropa a sus vecinas. Del 29% de los hogares que reportó que algún miembro tuvo que comer menos de tres comidas diarias porque no había suficientes alimentos, el 23% manifestó que le ocurrió “con frecuencia”, es decir, más de 10 veces en las últimas cuatro semanas.

EL HERALDO realizó una visita a algunas zonas de la ciudad, donde encontró casos que evidencian la situación socioeconómica en la que está una parte de sus 1,1 millones de habitantes, según el censo Dane de 2005.

Otro aspecto que menciona la encuesta es que Barranquilla es la capital en la que más creció el indicador del número de comidas diarias respecto a la medición pasada, cuando registró un 22%. Sin embargo, el dato contrasta con un 45 por ciento de los consultados que dijeron que la situación de sus hogares está mejorando, un punto por encima de la medición del 2013.

Benilda Ferrer relata que la situación en su casa “siempre ha sido difícil” porque su esposo, un hombre de 55 años, se dedica a la albañilería y “no es fácil que le salga trabajo, aunque él busca cómo rebuscarse”. De momento –dice– es ella la encargada de llevar el sustento a la casa, porque, día de por medio, le pagan unos $10.000 por lavar ropa.

La mujer sostiene que generalmente hace la comida de la tarde que es “grano con arroz, y lo pasamos con agua”. “Carne no, ni pollo. Solo cuando el señor (su esposo) trabaja es que hacemos liga (carne, pollo, pescado, etc.), si no, ni modo”, agrega, mientras señala los platos sucios del día anterior y recuerda que “no tengo ni para el jabón”, por eso permanecen así. El 30% de las personas que respondió la encuesta de Cómo Vamos se considera a sí mismo como “pobre”, lo que deja a la capital del Atlántico como primera del listado, seguida de Cartagena (30%) y Valledupar (29%). El promedio nacional estuvo en 22%. Respecto al 2013, cuando marcaba un 22%, Barranquilla subió una posición en este listado.

MÁS CASOS

En Villanueva, sector de Barranquillita, vive Luz Dary Torres, de 42 años y quien llegó a esta ciudad hace una década desde Zambrano (Bolívar), desplazada por la violencia. Ella forma parte de ese grupo de familias que al menos deja de comer una vez al día por falta de alimentos. En esta localidad, Norte Centro Histórico, un 15% de los encuestados afirmó que pasa por una situación similar.

A pesar de que la Costa Caribe redujo en 2,8 puntos porcentuales el Índice de Pobreza multidimensional (IPM) en 2014 frente a 2013, al pasar de 37,4% a 34,6%, la región junto al Pacífico (sin incluir Valle del Cauca) registra una mayor incidencia de esta situación en el país, de acuerdo con el Dane.

Luz Dary convive con su esposo y sus dos hijas. Allí tampoco tienen seguros los tres platos del día. Afirma que su pareja trabaja en el sector de la construcción como obrero, y que se gana 500 mil pesos al mes. Cada quincena –agrega– son 250 mil pesos los que destinan para los gastos de la casa, que incluyen $80.000 correspondientes al pago de los servicios públicos, y lo que queda, “exprimiendo”, alcanza para la comida.

Habla como una experta en el tema de hacer rendir el dinero, y ni la escasez le quita su sentido del humor. “El arroz, a $1.600 la libra. Antes hacía dos pocillos, ahora es uno y medio para los dos. Una libra de pollo me cuesta $2.500, de ahí me tienen que salir cuatro partes. Compro $500 de tomate con cebolla. Eso dura para el almuerzo de dos días, sacando las dos presas en cada uno, le hago la sazón y ahí sale la comida”, manifiesta. Al preguntarle si la carne es una opción para el menú diario responde con un rotundo: “¡No!”, deja escapar una carcajada y confiesa: “No alcanza para tanto. Aquí no importa si tenemos que comer lo mismo”.

Rocío Mendoza, directora de Barranquilla Cómo Vamos, reveló que dentro de las razones que los ciudadanos expresan para evaluar que la situación económica haya empeorado, se encuentran los altos costos de los alimentos, con un 27%, que representa la mayor proporción; por encima de factores como el costo en los servicios públicos (22%), la vivienda con el 12%, educación 8%, vestuario 8%, salud 5% y el transporte con un 3%.

COMEDORES

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Algunos de los 200 niños que van al comedor Santa María.


A unas cuadras de la casa de Luz Dary reside Ana Milena Madera, de 28 años. Esta mujer narra que, en promedio, en su familia dejan de comer una ración al día por tres veces a la semana. “Cuando hay se puede, si no, no hay nada qué hacer”. Esta mujer tiene tres hijos, los cuales tienen el apoyo de un comedor comunitario que hay en la zona. “Eso nos ayuda bastante”, expresa.

Una opción que tienen zonas como Villanueva o Santa María son estos sitios, donde, por ejemplo, la Fundación Nu3 beneficia a cerca de 400 niños con su programa de nutricional, asistiendo diariamente a la entrega de desayunos, almuerzos y complementación alimentaria.

Benny Callejas, directora ejecutiva de la fundación Nu3, sostiene que en los programas de nutrición detectaron casos de niños en riesgo y otros que ya alcanzaron el estado de desnutrición. “El objetivo del programa es velar por la atención y seguimiento del estado nutricional de los niños y niñas. Brindando a las familias las herramientas necesarias para el auto-cuidado y fortalecimiento de los hábitos de vida saludable”, enfatiza.

POBREZA

Para el secretario de Gestión Social del Distrito, Carlos José De Castro, la ciudad ha venido bajando el índice de pobreza “de manera sustancial”. “Estas estadísticas nos afectan por el hecho de que nos den como ciudad considerando su área metropolitana, en la cual Soledad aporta más del 50% del índice reflejado”, asegura.

Las estadísticas citadas por De Castro indican que de 2013 a 2014 la pobreza monetaria en Barranquilla pasó del 29,1 al 25,5%. En cuanto a la pobreza extrema, la capital del Atlántico registraba un 4,2% hace dos años, mientras que en 2014 fue de 3,6%.

Según el funcionario, a través de los 86 Centros de Desarrollo Infantil de la ciudad, atienden más de 31 mil niños en temas de recuperación nutricional, “impidiendo que estos puedan llegar a presentarse como casos de desnutrición agudos. Es decir, en resumen la ciudad no tiene índices de desnutrición”.

Las estadísticas presentan distintos panoramas, unos menos alentadores que otros, pero casos como los de Benilda, Luz Dary y Ana Milena continúan siendo la prueba de que en Barranquilla, como en otras ciudades del país, la lucha por la comida le gana peleas diarias a una parte de la sociedad.

Sobre la alimentación

Irene Soto, nutricionista, advirtió que es dañino dejar de comer una comida al día, sobre todo si se trata del desayuno. “Esta comida es prioridad para mantener todos los niveles de energía y para que nuestro cuerpo pueda iniciar las actividades. Las comidas, en lo posible, deben ser en tres tiempos más dos meriendas, eso es lo ideal. Pero como hablamos de familias de escasos recursos muchas veces eso no se hace. Digamos que estas personas pueden consumir, o frutas de cosechas o del mismo hogar, que las encuentran porque muchos tienen palos de mango, de guayaba o ciruela, y no es necesario que se coman un pedazo de carne o de jamón a media mañana, sino más que todo frutas o bebidas lácteas”, manifestó.

La profesional señaló que hay una situación que, además de ser económica, también tiene que ver con el desconocimiento, porque “no saben tomar la decisión de con qué alimentarse con el presupuesto que tienen”, concluyó la especialista

Desde la sociedad

Para el sociólogo Jorge Bolívar Berdugo, de la Universidad Simón Bolívar, la pobreza se traduce en condiciones de vida precarias.

“Son más de 535.000 habitantes de la zona que viven en una situación de privación en su bienestar. Ciudadanos que, como dice la encuesta Cómo Vamos, se ven obligados a suprimir una de las tres comidas, para poder sobrevivir, lo que constituye una vergüenza pública y muestrario de la ausencia de políticas públicas”.

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Fuente: http://www.elheraldo.co/local/tres-comi ... les-196552
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En la Región Caribe más del 58% de los hogares presenta cierto grado de inseguridad alimentaria.


Por Alianza El Heraldo - Universidad del Norte

Desde 1990, el número de personas subalimentadas disminuyó en 216 millones • Colombia está entre los más atrasados en América Latina.

De acuerdo con el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), desde 1990 el número de personas subalimentadas en todo el mundo ha descendido en 216 millones, lo que equivale al 21,4%. Para Latinoamérica, la reducción fue de casi un 50%, es decir que hoy 34 millones de personas están subalimentadas.

Estos avances han venido acompañados de un contexto de crecimiento mundial, donde la población aumentó en más de 1.900 millones de personas y mantiene la tendencia. La lucha por este derecho fundamental aún tiene muchos desafíos. De hecho, todavía hoy 9 de cada 10 personas en el mundo aún no cuenta con los alimentos necesarios para gozar de una vida activa y saludable.

La disponibilidad de ingresos es uno de los primeros pasos para garantizar la disponibilidad de alimentos, y si bien la mayoría de naciones han encontrado un vínculo ideal entre el crecimiento económico y los problemas sociales, como la reducción de la subalimentación, este crecimiento aun no es inclusivo y no ofrece oportunidades de mejora para todos los miembros de la población.

Valeria Bruges, economista de Uninorte, planteó en su trabajo de grado un análisis de la relación de las características socio demográficas con el estado de seguridad alimentaria en los hogares del departamento de La Guajira, el más crítico en seguridad alimentaria infantil a nivel nacional. Sus resultados dejan en evidencia que el aumento de la productividad y los ingresos de los hogares son clave para lograr progresos.

El caso de Colombia

Recientemente el Programa Mundial de Alimentos catalogó a Colombia como el país más atrasado de la región en el cumplimiento del objetivo del milenio relacionado con erradicación del hambre. Según la última Encuesta de Situación Nutricional, ENSIN, aplicada en 2010, uno de cada 10 niños y adolescentes de 5 a 17 años presentan retraso en el crecimiento, y aproximadamente el 43% de los hogares colombianos presenta inseguridad alimentaria (ISAH), 1,9% más de hogares que en 2005.

La Región Caribe sobresale sustancialmente, con más del 58% de los hogares con cierto grado de inseguridad alimentaria. Es la región que mayor incremento en inseguridad presentó entre la ENSIN 2005 a la de 2010. Solo La Guajira, el más crítico del país, mantiene una tasa de mortalidad de 45 menores de cinco años por cada 1000, cercana a la cifra de Ruanda, en el continente Africano.

Para Mariela Borda, docente de Uninorte, la principal gravedad actual del estado de seguridad alimentaria y nutricional del país es su alta heterogeneidad. “En Colombia se evidencia el impacto de las inequidades sociales y económicas entre clases económicas de una comunidad, diferentes grupos étnicos, por regiones, departamentos, municipios y corregimientos del país”, dice.

Socioeconomía

En Colombia, la disponibilidad de alimentos no resulta ser el mayor problema de la seguridad alimentaria.

La situación se dificulta por sus características estructurales y cualitativas.

“La disponibilidad no asegura el acceso y aunque los alimentos pueden estar disponibles, no todos los hogares tienen las condiciones socioeconómicas para adquirirlos”, comenta Bruges.

En el país la inseguridad alimentaria persiste por el resultado de los fracasos del desarrollo. La pobreza es una de las principales fuentes de inseguridad alimentaria crónica. La gente con mayor escasez de recursos no dispone de medios suficientes para asegurar su acceso a los alimentos.

El estudio de Bruges encontró como factor fundamental la relación existente entre ingresos, condiciones educativas y sexo, especialmente del jefe del hogar, como elementos para evaluar el nivel de inseguridad alimentaria. Por ejemplo, tener educación secundaria aumenta en un 0,4% la probabilidad de que un hogar sea seguro alimentariamente. Efecto que se ve reflejado, en parte, por la obtención de mayores ingresos y mayores alimentos para el consumo.

En general, el aumento de los ingresos de las familias que tienen miembros con desnutrición puede mejorar su acceso a los alimentos y su bienestar nutricional, que está influenciada por múltiples factores: tipos, cantidad y diversidad de los alimentos consumidos.

Las políticas de seguridad alimentaria deberían no solo apuntar a proporcionar y garantizar que los hogares tengan una adecuada ingesta alimentaria, sino también enfocarse en prevenir el riesgo de convertirse en hogares deficiente alimentariamente por falta de recursos. “La definición de la política de seguridad alimentaria del país se debe enfocar frente al desarrollo del Plan Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional”, resalta Borda.

¿Cómo mejorar la seguridad alimentaria?

En el mundo se ha demostrado que programas de asistencia social, especialmente si se combinan con intervenciones adicionales en los ámbitos del abastecimiento de agua potable, salud y educación, mejoran los resultados nutricionales. En el país, los esfuerzos consagrados en el CONPES Social 113 se centran en la reducción de la desnutrición global en niños menores de 5 años, por medio de los programas de Instituto Nacional de Bienestar Familiar.

Fuente: http://www.elheraldo.co/economia/las-ta ... bre-198261
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