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Demasiados cambios
Por Roberto Zabarain
Que los tiempos han cambiado no hay que demostrarlo, es un hecho. Lo que hoy vemos como normal hace poco era impensable. En materia de tecnología y comunicaciones, un ejemplo, lo de hoy nos hubiera parecido una especie de magia negra. Pero nos hemos venido gradualmente habituando, y lo vivimos como el pan de cada día. Hasta en materia social la cosa ha evolucionado.
Otro ejemplo: se ha vuelto un camello saludar al encontrarse con alguien a quien tienes tiempo de no ver. Hay privilegiados con estupenda memoria, que de una los identifican, y se acuerdan del nombre del tipo o la tipa, y hasta el de su cónyuge. Pero que ni se atreva a preguntar con nombre propio por aquella esposa que conociste, porque muy probablemente ya no lo es. “¿Y los niños, Fulanito y Sutanita, cómo están?” tampoco, porque puedes poner en problemas al interlocutor, que tendría que entrar en explicaciones por aquello de “los tuyos, los míos y los nuestros”. Esta vez la buena memoria no se debe exhibir. Lo indicado es preguntar: “¿Cómo están por la casa?”, y así no te equivocas, pues todos tienen casa, sea quien fuere su pareja y sean cuantos fueren los hijos y las casas. No anticiparse a preguntar es la nueva norma. Y si te encuentras con una pareja, ¡menos!! El compañero o compañera al lado de la persona conocida puede ser su nieto, o sobrino, o su novio o nuevo esposo, así que preguntar se convirtió en imprudencia. Mejor esperar que te lo presente, y rogar porque te diga el vínculo, y no solo su nombre. ¡Ah! Y no importa el género.
Además, se dice que la viudez es el estado ideal de las mujeres. Pero de las mayorcitas. Hoy el estado ideal de las jóvenes es el de separadas. Aquello del ‘mercado del usado’ pasó a la historia. Ya no tienen que salir a mostrarse, pues los jóvenes solteros se enteran, y les caen. Impresionante el éxito de las separadas y hasta con hijos: levantan más que las solteras, sin que se sepa la razón. Y de una les van proponiendo matrimonio, mientras muchas solteras se quedan viendo un chispero. Es que hoy el hombre no aspira a ser el primero, sino el último, cosa que no siempre logra.
Las jóvenes solteras, sin embargo, no se preocupan. Siempre serán jóvenes. Mujer de treinta está en su punto. Igual de cuarenta o setenta. Antes terminaban bachillerato, y a buscar esposo o las dejaba el tren. Hoy, aunque tengan novio, el man debe esperar, o abrirse, pues quieren terminar carrera (pregrado, llaman ahora), especializarse, ejercer, realizarse profesionalmente, alcanzar éxito, y si los treinta y pico se las cogen sin casarse, nada pasa, siguen siendo bellas e interesantes y, no importa la edad, más tarde o más temprano les aparecerá prospecto, que ya lo más probable es que sea separado, pero ni importa.
Aunque no es censurable y esté generalizado, para los dinosaurios de la tercera edad esto es exótico, imposible adaptarse. Tal como ocurre con los aparatos electrónicos, la memoria no da para tantos cambios. Es que son demasiados.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ios-212495
Que los tiempos han cambiado no hay que demostrarlo, es un hecho. Lo que hoy vemos como normal hace poco era impensable. En materia de tecnología y comunicaciones, un ejemplo, lo de hoy nos hubiera parecido una especie de magia negra. Pero nos hemos venido gradualmente habituando, y lo vivimos como el pan de cada día. Hasta en materia social la cosa ha evolucionado.
Otro ejemplo: se ha vuelto un camello saludar al encontrarse con alguien a quien tienes tiempo de no ver. Hay privilegiados con estupenda memoria, que de una los identifican, y se acuerdan del nombre del tipo o la tipa, y hasta el de su cónyuge. Pero que ni se atreva a preguntar con nombre propio por aquella esposa que conociste, porque muy probablemente ya no lo es. “¿Y los niños, Fulanito y Sutanita, cómo están?” tampoco, porque puedes poner en problemas al interlocutor, que tendría que entrar en explicaciones por aquello de “los tuyos, los míos y los nuestros”. Esta vez la buena memoria no se debe exhibir. Lo indicado es preguntar: “¿Cómo están por la casa?”, y así no te equivocas, pues todos tienen casa, sea quien fuere su pareja y sean cuantos fueren los hijos y las casas. No anticiparse a preguntar es la nueva norma. Y si te encuentras con una pareja, ¡menos!! El compañero o compañera al lado de la persona conocida puede ser su nieto, o sobrino, o su novio o nuevo esposo, así que preguntar se convirtió en imprudencia. Mejor esperar que te lo presente, y rogar porque te diga el vínculo, y no solo su nombre. ¡Ah! Y no importa el género.
Además, se dice que la viudez es el estado ideal de las mujeres. Pero de las mayorcitas. Hoy el estado ideal de las jóvenes es el de separadas. Aquello del ‘mercado del usado’ pasó a la historia. Ya no tienen que salir a mostrarse, pues los jóvenes solteros se enteran, y les caen. Impresionante el éxito de las separadas y hasta con hijos: levantan más que las solteras, sin que se sepa la razón. Y de una les van proponiendo matrimonio, mientras muchas solteras se quedan viendo un chispero. Es que hoy el hombre no aspira a ser el primero, sino el último, cosa que no siempre logra.
Las jóvenes solteras, sin embargo, no se preocupan. Siempre serán jóvenes. Mujer de treinta está en su punto. Igual de cuarenta o setenta. Antes terminaban bachillerato, y a buscar esposo o las dejaba el tren. Hoy, aunque tengan novio, el man debe esperar, o abrirse, pues quieren terminar carrera (pregrado, llaman ahora), especializarse, ejercer, realizarse profesionalmente, alcanzar éxito, y si los treinta y pico se las cogen sin casarse, nada pasa, siguen siendo bellas e interesantes y, no importa la edad, más tarde o más temprano les aparecerá prospecto, que ya lo más probable es que sea separado, pero ni importa.
Aunque no es censurable y esté generalizado, para los dinosaurios de la tercera edad esto es exótico, imposible adaptarse. Tal como ocurre con los aparatos electrónicos, la memoria no da para tantos cambios. Es que son demasiados.
Fuente: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opi ... ios-212495
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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