Agresividad, intolerancia e inseguridad
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Agresividad, intolerancia e inseguridad
Por Álvaro De la Espriella Arango
¿A que horas perdió Barranquilla su carácter de su ciudad tranquila, cordial y pasiva ante las adversidades cotidianas callejeras? ¿En qué momento la ciudad se transformó en un escenario abierto a toda clase de discusiones, riñas, peleas donde al principio o al final se esgrime un arma de fuego o un arma blanca con un desenlace fatal? ¿Dónde estuvo el quiebre, ese tránsito de la ciudad más pacífica a una de las ciudades más violentas? Y la autoridad, ¿dónde está? ¿Por qué los índices de criminalidad suben y no ascienden los de éxito en la prevención del delito, en la presencia permanente de los uniformados o en el acto de acudir rápido cuando se les solicita?
Muchas teorías aparecen para explicar lo sucedido, algunas bastante científicas expresadas en foros y seminarios donde hemos tenido la oportunidad de asistir en ocasiones; otras, en las universidades que ensayan sus opiniones, y casi a diario manifestadas por la misma Policía y el Gobierno civil. Otras veces hay que escuchar al hombre de la calle, que a veces es el más sabio. Se ensayan hipótesis: Que los desplazados aumentaron la violencia. Que la gente del interior que ha llegado en los últimos cincuenta años volvió invivible la ciudad, lo cual es fácil desvirtuar porque la mayoría de las personas detenidas son costeñas. Que el hambre, la pobreza, el hacinamiento, la necesidad genera al delincuente. Que el desempleo desespera y exalta los ánimos. Esos ánimos que se disparan con el licor y la droga. Que esta, la droga, en pleno furor de consumo altera todos los sentidos psicológicos, empezando por los controles.
En fin, son muchas las hipótesis, la búsqueda de orígenes de la situación, los enormes interrogantes que sociólogos, psicólogos, psiquiatras, humanistas, trabajadores sociales y comunitarios intentan encontrar.
La Policía, por su parte, hace lo que puede. Insuficiente siempre en el número de sus efectivos, su eterno problema, a veces también en equipos, sigue presionada por la sociedad que busca resultados… y seguridad.
Porque el resultado final es ese: Barranquilla perdió su seguridad y ya es común, diario, cotidiano, escuchar expresiones como: “No hables por celular en la calle porque te lo arrebatan”. “Yo después de las ocho de la noche no salgo porque me atracan”. “No te subas a esa ruta de bus porque hay un herido todos los días”.
En pocas palabras, la ciudad se va quedando sola porque las personas tienen miedo de salir de sus casas. Miedo a una discusión tonta, a un reclamo leve en el tránsito, a cualquier circunstancia mínima que altere la conducta normal de los ciudadanos. Proust, sarcástico, dijo: “Todo lo que remueva en el ser humano las vísceras es incontrolable”.
Con complacencia y agradecimiento la ciudadanía ha recibido el impulso promovido por las nuevas autoridades departamentales y municipales para controlar la seguridad. Y el nuevo aire que el Comandante de la Policía, un oficial integral, le imprime a sus efectivos para remediar o por lo menos aliviar esta penosa situación, que ya es comentario general, diario, en todos los estamentos y estratos, en los medios de comunicación, en los columnistas, en el ciudadano de la calle asustado, cohibido, temeroso, cauteloso, siempre mirando a sus lados, a su compañero de bus, en las aceras, en los caminos, en las veredas urbanas.
¿Si podremos rescatar la ciudad de este túnel tenebroso en donde se metió?
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... idad-56128
¿A que horas perdió Barranquilla su carácter de su ciudad tranquila, cordial y pasiva ante las adversidades cotidianas callejeras? ¿En qué momento la ciudad se transformó en un escenario abierto a toda clase de discusiones, riñas, peleas donde al principio o al final se esgrime un arma de fuego o un arma blanca con un desenlace fatal? ¿Dónde estuvo el quiebre, ese tránsito de la ciudad más pacífica a una de las ciudades más violentas? Y la autoridad, ¿dónde está? ¿Por qué los índices de criminalidad suben y no ascienden los de éxito en la prevención del delito, en la presencia permanente de los uniformados o en el acto de acudir rápido cuando se les solicita?
Muchas teorías aparecen para explicar lo sucedido, algunas bastante científicas expresadas en foros y seminarios donde hemos tenido la oportunidad de asistir en ocasiones; otras, en las universidades que ensayan sus opiniones, y casi a diario manifestadas por la misma Policía y el Gobierno civil. Otras veces hay que escuchar al hombre de la calle, que a veces es el más sabio. Se ensayan hipótesis: Que los desplazados aumentaron la violencia. Que la gente del interior que ha llegado en los últimos cincuenta años volvió invivible la ciudad, lo cual es fácil desvirtuar porque la mayoría de las personas detenidas son costeñas. Que el hambre, la pobreza, el hacinamiento, la necesidad genera al delincuente. Que el desempleo desespera y exalta los ánimos. Esos ánimos que se disparan con el licor y la droga. Que esta, la droga, en pleno furor de consumo altera todos los sentidos psicológicos, empezando por los controles.
En fin, son muchas las hipótesis, la búsqueda de orígenes de la situación, los enormes interrogantes que sociólogos, psicólogos, psiquiatras, humanistas, trabajadores sociales y comunitarios intentan encontrar.
La Policía, por su parte, hace lo que puede. Insuficiente siempre en el número de sus efectivos, su eterno problema, a veces también en equipos, sigue presionada por la sociedad que busca resultados… y seguridad.
Porque el resultado final es ese: Barranquilla perdió su seguridad y ya es común, diario, cotidiano, escuchar expresiones como: “No hables por celular en la calle porque te lo arrebatan”. “Yo después de las ocho de la noche no salgo porque me atracan”. “No te subas a esa ruta de bus porque hay un herido todos los días”.
En pocas palabras, la ciudad se va quedando sola porque las personas tienen miedo de salir de sus casas. Miedo a una discusión tonta, a un reclamo leve en el tránsito, a cualquier circunstancia mínima que altere la conducta normal de los ciudadanos. Proust, sarcástico, dijo: “Todo lo que remueva en el ser humano las vísceras es incontrolable”.
Con complacencia y agradecimiento la ciudadanía ha recibido el impulso promovido por las nuevas autoridades departamentales y municipales para controlar la seguridad. Y el nuevo aire que el Comandante de la Policía, un oficial integral, le imprime a sus efectivos para remediar o por lo menos aliviar esta penosa situación, que ya es comentario general, diario, en todos los estamentos y estratos, en los medios de comunicación, en los columnistas, en el ciudadano de la calle asustado, cohibido, temeroso, cauteloso, siempre mirando a sus lados, a su compañero de bus, en las aceras, en los caminos, en las veredas urbanas.
¿Si podremos rescatar la ciudad de este túnel tenebroso en donde se metió?
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... idad-56128
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !