Un paseo en la Prado-Boston
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Un paseo en la Prado-Boston
Por Antonio Celia C.
Parecían micos trepados en la defensa trasera de la chiva roja y blanca de Prado-Boston, que habían abordado en la parada de la Calle 10 del viejo Prado. Los tres pelaos, con las patas colgando y la espalda pegada a la carrocería de la destartalada chiva, se sostenían agarrados de las tiras de hierro que sobresalían del rígido espaldar.
Con la otra mano asidos a la defensa, para no caer cuando arrancara la chiva luego de recoger a los pasajeros, los de adentro, los que sí pagaban. A pesar de las medidas de seguridad que habían perfeccionado estos eternos ‘viajeros de defensa’, una que otra caída era inevitable cuando el chofer frenaba en seco para no atropellar al carro de mula, al ciclista, al loco o al perro que se le atravesaba. Una ñoma en la rodilla, un raspón en el brazo, la camisa desgarrada y los botones de la bragueta saltados al aire eran el saldo de la caída. Mas no tardaban en levantarse y sacudirse el polvo, para salir corriendo detrás de la chiva, alcanzarla en la próxima parada y acomodarse en su asiento privado: la defensa trasera. Esto era del diario vivir en cualquier zona por donde circulaban las chivas o ‘góndolas’.
Era algo divertido y emocionante, que sólo se podía hacer en otras épocas cuando el tráfico era tranquilo, sosegado; cuando no había la agresividad y la intransigencia que predominan hoy en la calle; pero sobre todo, cuando todos los vehículos tenían ‘defensas’ para protegerlos de golpes y choques, y para que los pelaos pudieran viajar en chiva... sin pagar pasaje.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... ston-57180
Parecían micos trepados en la defensa trasera de la chiva roja y blanca de Prado-Boston, que habían abordado en la parada de la Calle 10 del viejo Prado. Los tres pelaos, con las patas colgando y la espalda pegada a la carrocería de la destartalada chiva, se sostenían agarrados de las tiras de hierro que sobresalían del rígido espaldar.
Con la otra mano asidos a la defensa, para no caer cuando arrancara la chiva luego de recoger a los pasajeros, los de adentro, los que sí pagaban. A pesar de las medidas de seguridad que habían perfeccionado estos eternos ‘viajeros de defensa’, una que otra caída era inevitable cuando el chofer frenaba en seco para no atropellar al carro de mula, al ciclista, al loco o al perro que se le atravesaba. Una ñoma en la rodilla, un raspón en el brazo, la camisa desgarrada y los botones de la bragueta saltados al aire eran el saldo de la caída. Mas no tardaban en levantarse y sacudirse el polvo, para salir corriendo detrás de la chiva, alcanzarla en la próxima parada y acomodarse en su asiento privado: la defensa trasera. Esto era del diario vivir en cualquier zona por donde circulaban las chivas o ‘góndolas’.
Era algo divertido y emocionante, que sólo se podía hacer en otras épocas cuando el tráfico era tranquilo, sosegado; cuando no había la agresividad y la intransigencia que predominan hoy en la calle; pero sobre todo, cuando todos los vehículos tenían ‘defensas’ para protegerlos de golpes y choques, y para que los pelaos pudieran viajar en chiva... sin pagar pasaje.
Fuente: http://www.elheraldo.co/opinion/columni ... ston-57180
¡El riesgo es que te quieras quedar! ¡Lo sé, porque me quedé!
Le risque est d'y vouloir rester ! Je le sais, parce que j'y suis resté !
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